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El desafío de la izquierda griega

Tomar el poder sin perder el alma. El desafío de la izquierda griega SYRIZA

En julio de 2013, Syriza tiene su primer congreso como partido unificado. Propulsado por las elecciones legislativas de mayo y junio de 2012 al rango de corifeo de la oposición de izquierda a la política de la “troika”, la coalición de la izquierda radical goza de una posición única en Europa. Con ella, una fuerza política progresista se encuentra a las puertas del poder. Pero este desarrollo ambiguo, al mismo tiempo victoria y derrota frente a los conservadores de la Nueva Democracia, la enfrenta también a los problemas de la expansión de su base electoral y militante, y de la búsqueda de alianzas. Problemas tanto más urgentes puesto que, para la dirección del Syriza, el gobierno tripartito surgido de las urnas en junio de 2012 no iba a sostenerse más que algunos meses y, por lo tanto, ya tendrían que haber tenido lugar unas nuevas elecciones.

A partir del día siguiente de las legislativas, el jefe del grupo parlamentario Syriza, Alexis Tsipras, desencadenaba una polémica al declarar: “En estos tiempos de crisis, tanto la resistencia como la solidaridad son necesarias, pero la solidaridad es más importante”. Era el punto de partida de la línea “solidaridad” decretada por la dirección, que consiste en desarrollar acciones por todos lados para que ningún ciudadano se vea privado de alimentos, medicamentos, techo, etcétera. Principal partido miembro de la coalición, el Synaspismos orientó en particular los esfuerzos de sus seguidores hacia la formación de bancos solidarios de medicamentos.

Los objetivos de esta nueva estrategia eran múltiples. Por un lado, conquistar la ola de nuevos seguidores. Con un promedio de edad relativamente elevado (sobre todo en el seno del Synaspismos), sin una implantación fuerte entre los obreros y los agricultores, sin relevo sindical, el Syriza no tenía en efecto una verdadera tradición militante. Al contrario, el Partido Comunista (Kommounistiko Komma Elladas, KKE) controla uno de los tres principales sindicatos, el Frente Militante de Todos los Trabajadores (Panergatiko Agonistiko Metopo, PAME), y el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) utiliza las otras centrales para fines clientelistas. “Hasta la primavera pasada, el Syriza no había realizado ninguna acción concreta –recuerda una militante–. Ahora bien, son dos cosas totalmente distintas querer hacer algo y saber cómo llevarlo a cabo”. Intentando así rivalizar con las iniciativas por demás mediáticas del partido neonazi Amanecer Dorado, que en ese momento organizaba ollas populares “para los griegos” y donaciones de “sangre griega”, y aferrándose a las numerosas acciones espontáneas de solidaridad, la coalición esperaba establecer contacto con aquellos a los que la crisis había alejado de la política. Pero colocar a la solidaridad por delante de la conflictividad vuelve a desplegar la imagen de un partido como “remedio para la crisis”, lejos del perfil radical que busca distinguir al Syriza del viejo electorado del Pasok, ahora marginado. Con la esperanza de conseguir una mayoría parlamentaria, el partido reflexiona acerca de las maneras de conquistar a las clases medias que aparecieron después del final de la dictadura de los coroneles, en 1974.

Necesariamente esquemático, el retrato robot de un miembro de este electorado se caracterizaba por los siguientes rasgos: más bien conservador, relativamente entrado en años, propietario de un bien inmueble comprado a crédito, de profesión ligada al turismo, a la construcción inmobiliaria o a la función pública y violentamente desestabilizado por la crisis actual, pero de todos modos muy apegado a la pertenencia de Grecia a la Unión Europea.

Frente a los discursos de los “dos extremos”, retomados una y otra vez por los medios, referidos al Amanecer Dorado y al Syriza, la Coalición sintió entonces ánimos de tranquilizar. Tsipras apoya públicamente todos los movimientos huelguistas, pero adopta un tono mesurado frente a las acciones que considera “radicales”, y toma distancia ante las que inspiran a los partidos de extrema izquierda y a los grupos anarquistas. Así, luego de la intervención de desalojo de la Villa Amalia, una casa ocupada ateniense, en diciembre y enero pasados, se abstuvo de condenar el accionar de la policía.

El (...)

Artículo completo: 2 152 palabras.

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Baptiste Dericquebourg

Profesor de letras clásicas en Atenas.

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