En Brasil, el presidente Lula se vio obligado a acudir al ejército para combatirlo, y aun así sin mayor resultado. En México, la lucha entre “cárteles” y entre éstos y el gobierno suma ya más de 3.000 muertos en el último año, entre ellos centenares de policías y varios militares. Son sólo algunos ejemplos recientes. A pesar de la “guerra contra las drogas” lanzada ya en 1973 por Richard Nixon, el narcotráfico se ha propagado al compás de un mercado en expansión y de una globalización de hábitos de consumo de sustancias ilícitas cada vez más diversificados.
Fenómeno sin fronteras, el tráfico de drogas abarca en la actualidad todos los continentes, creando redes de producción y abastecimiento que los conectan en una multiplicidad de rutas que se entrecruzan. Éstas crecen al ritmo de los corredores que se abren al comercio global y que permiten al narcotráfico establecer lazos con zonas del planeta antes ajenas al flujo de las drogas, como por ejemplo los países africanos.
Protagonista asimismo de episodios sangrientos, el narcotráfico es clasificado como una amenaza a la democracia y a la gobernabilidad de los países donde se manifiesta, dando lugar a respuestas de corte represivo que no toman en cuenta la naturaleza de un fenómeno complejo que encuentra en escenarios erosionados por la pobreza, la marginación, la exclusión, la anomia social y los conflictos, el caldo de cultivo que abona su florecimiento...
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