El desplazamiento de un general a cargo de un territorio en guerra –el comandante en jefe de las tropas estadounidenses en Afganistán– tiene pocos precedentes en la historia de Estados Unidos. Ello confirma la importancia que la administración de Barack Obama otorga a lo que en Washington ya se llama “AfPak”: Afganistán y Pakistán. En este último país, el ejército desató una ofensiva considerable contra los talibanes, que parece presagiar un giro estratégico de consecuencias múltiples. Está en juego la supervivencia misma del país.
En momentos en que la ofensiva contra los bastiones talibanes de la Provincia de la Frontera del Noroeste se prolonga, los habitantes del valle de Swat y de los distritos vecinos continúan huyendo de las zonas de guerra. Desde el lanzamiento de las operaciones, el 26 de abril, el ejército y las fuerzas paramilitares desplegaron un dispositivo colosal –tanques, artillería pesada, tiros de mortero, aviones y helicópteros de combate– para desalojar y acorralar a los rebeldes. Y mientras el alto mando se felicita todos los días por la muerte de decenas de talibanes, minimizando las pérdidas militares y civiles, las organizaciones no gubernamentales internacionales intentan alertar sobre la inminencia de una gran crisis humanitaria. Más de un millón de personas ya huyeron del valle. Este éxodo masivo constituye el desplazamiento de población más importante en la historia del país...
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