Una fábrica en casa

Reapropiarse de los medios de producción: Karl Marx lo soñó, un investigador del Massachusetts Institute of Technology (MIT) lo hizo. En 1998, el físico estadounidense Neil Gershenfeld dicta un curso titulado “Cómo fabricar (casi) cualquier cosa” que incluía clases sobre diseño de prototipos para ayudar a los alumnos a realizar sus proyectos de investigación. Para ello, disponen de toda la gama de medios de fabricación digital, en particular de máquinas-herramientas asistidas por computadora: impresora 3D –es decir, una máquina digital que, al aplicar capas de plástico unas sobre otras, transforma un archivo en un objeto real–, cortadora láser capaz de cortar madera o hierro, fresadora digital, etc. A los alumnos les encanta, al punto de que en su tiempo libre vuelven a llevar sus zapatillas hasta el laboratorio para concretar sus deseos.

La genialidad del profesor fue estructurar ese artesanado de alta tecnología: en 2002 crea el concepto de fab lab (fabrication laboratory), con su logo, su declaración de principios [la “Fab Lab Charter”] y su comunidad. Al imponer una “marca” de referencia, esta leve capa de marketing contribuirá a su desarrollo. Pensado para facilitar el acceso a las máquinas, el primer fab lab estuvo reservado para los alumnos; pero muy pronto se abrirá la puerta, lo cual contribuirá a democratizar la fabricación digital personal a nivel mundial. El prototipado, hasta ahora exclusivo de la industria y de especialistas, como los diseñadores, se vuelve accesible para los particulares. Lo que antes se veía como repelente (los trabajos manuales), ahora se vuelve atractivo. Y potencialmente subversivo...