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Utopía ciudadana: soberanía popular. Por Alex Ibarra Peña

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Como se sabe las utopías no son meras quimeras, son más bien algo así como programas políticos que tienen la función de promover una praxis transformadora para la modificación de propuestas políticas añejas e impotentes protegidas por distintas instituciones burocráticas. La política de la vía electoral a favor del duopolio de los últimos años ha dejado ver aquello que aparece como un monopolio político, por suerte aparente, aunque desgraciadamente efectivo. Quedan muchos años de desarrollo para que el proceso de "concienciación" permita superar el escepticismo y el relativismo imperante, causa de la aceptación de un Gobierno inoperante, entupido y sin memoria.

La fuerza de los movimientos sociales emergentes que hoy están exigiendo nuevas formas superadoras de nuestra mala calidad democrática, en el sentido de que las políticas públicas siguen favoreciendo a la clase de los privilegiados, tanto el sistema educativo, sistema de salud y el sistema de pensiones, favorecen el lucro inescrupuloso apartado de toda ética. Las resistencias a la naturalización de estos sistemas, suelen ser apartados de todo análisis más serio con las estrategias mediáticas que invisibilizan y criminalizan las prácticas liberadoras. Estas estrategias ayudan a conformar la imagen del aparente monopolio de lo político en estos años de la posdictadura que tiene anulada el ejercicio de la soberanía popular.

Sin embargo, creo que hay razones suficientes para mantener un optimismo político que se opone a esa tendencia derrotista y engañosa atrapada en la idea de fracaso. Los medios de comunicación hegemónicos se han visto forzados a mostrar un hecho que muestra el potencial instrumental que tiene la organización ciudadana cuando se ampara en la crítica seria y responsable. Esta muestra es el caso del ex Ministro Rojas que "cumplió su sueño por un día" y también sus "quince minutos de fama". Ojalá la comunidad de artistas adherentes a este a este rechazo ciudadano permanezca unida y asuma un compromiso contundente en la transformación intelectual-moral-espiritual que emerge de nuestro subsuelo político, más allá de la reunión "Volver a pasar por el corazón" que este 15 de agosto se llevará a cabo en la explanada del Museo de la Memoria desde las 15.00 horas. El mejor control que puede ejercerse a los gobernantes es aquel que realiza la ciudadanía a favor de los intereses comunes, pero también solidario con los más maltratados por el capitalismo salvaje.

Los pueblos originarios, negados y maltratados han comprendido muy bien este asunto en cuestiones asentadas en sus prácticas comunitarias. Ejemplo de esto es su toma de decisiones fundadas en el consenso que no permite la falta de respeto a las minorías, ya que estás siempre tienen algo con lo que contribuir; y también por cierto, esa convicción imperativa de que "quien manda, manda obedeciendo". Las experiencias de Chiapas y de la Revolución de los pueblos indígenas de Bolivia son una clara muestra de la fuerza soberana del pueblo. Claramente esta vitalidad genuina del modo de vida que asume lo político solo es posible después del proceso de "concienciación" que asume convencimientos radicales que posibilitan la descolonización y despatriarcalizacion.

En otras palabras, la única salida posible para la transformación sigue siendo la revolución, entendida como aquella síntesis que asume la relevancia de las demandas populares desde nuevos sueños que reprueban la legitimidad de los Gobiernos apartados de fundamentos éticos. La ética y la política son saberes prácticos que deben contribuir a la felicidad -siempre más plena la comunitaria por sobre de la individual- y que por lo tanto no es responsable descuidarla. La utopía en su anhelo de buscar lo mejor denuncia y también propone nuevas formas alternativas de proyectos políticos que agobian y que fracasan.

Alex Ibarra Peña
Colectivo de Pensamiento Crítico:
"palabra encapuchada".

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