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VERDAD Y VIOLENCIA EN AYSÉN por Gabriel Salinas Álvarez

El conflicto de Aysén es, muy probablemente, el acontecimiento político-social más importante acaecido en nuestro país en las dos últimas décadas. Su complejidad desborda las más imaginativas previsiones de la clase política. Ni las autoridades gubernamentales, ni los dirigentes de la oposición acertaron a comprender lo que se estaba incubando en la Patagonia y, menos aún, lo que podría ocurrir, siendo tan raras como honrosas, las excepciones a esta lapidaria afirmación. Me apresuro a subrayar, que este conflicto no ha concluido, más aún, se trata de un problema que nos acompañará por largo tiempo, por lo que es imprescindible hacer un esfuerzo de comprensión para entender lo que ha ocurrido, y lo que está germinando al calor de estas movilizaciones sociales.

Lo que salta a la vista, es que el movimiento social aysenino ha reinaugurado, en su forma más genuina, la lucha POLÍTICA en nuestro mercantilizado país, redescubriendo los beneficios y la eficacia de la organización democrática de los actores directos, lejos y a espaldas de las cúpulas partidarias, de sus ”operadores” y otros estipendiados.

Es particularmente significativa la inteligencia con la que los dirigentes del movimiento, evitaron las dos trampas mortales en las que pudieron haber sucumbido: la de la provocación mediante la violencia de las fuerzas especiales de Carabineros, y la de la manipulación mediante un “diálogo” que nunca dejó de ser monólogo del gobierno.

Sin confundir los medios y los fines, ni justificar lo injustificable, el movimiento social aysenino ha puesto sobre la mesa una serie de reivindicaciones cuya satisfacción requiere de profundas reformas de la estructura política e institucional del país. No se trata sino de un comienzo, los éxitos logrados son aún inestables; sin embargo, los ciudadanos de este país hemos constatado que, ante los justos y razonables argumentos del movimiento social, la Razón de Estado se torna brutal y ridícula, de modo que no queda otra alternativa que la de la negociación entre el Estado y los ciudadanos. Negociación social y no regateo de mercachifles ni pillerías de mesas de dinero.

En medio de las tribulaciones del siglo XVII, Blaise Pascal percibió nítidamente lo esencial de este tipo de conflictos, y llamó la atención de sus contemporáneos acerca del incompresible antagonismo entre saber y poder, entre violencia y verdad. Con aquellas fulminantes afirmaciones, de las que él tenía el secreto, Pascal dice:

“Es una larga y extraña guerra aquella en la que la violencia se empeña en oprimir a la verdad. Todos los esfuerzos reunidos de la violencia, no alcanzan a debilitar a la verdad, y no hacen sino enaltecerla aún más.

Todas las luces de la verdad reunidas, nada pueden para detener la violencia, y no hacen sino aumentar su irritación.

Cuando la fuerza combate a la fuerza, la más poderosa destruye a la menor; cuando se opone un discurso a otro discurso, los verdaderos y convincentes confunden y disipan a aquellos que disponen sólo de vanidad y mentira: pero, violencia y verdad no pueden nada una contra la otra”. (Blaise Pascal, Cartas Provinciales, 12ª Carta).

Gabriel Salinas Álvarez

27 de marzo de 2012

http://www.lemondediplomatique.cl/

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