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Venezuela en la mira. Por Ángel Saldomando

Si muchos medios de comunicación nos sirvieron como un gran evento el primer debate electoral estadounidense, debate aburrido y pobre, la atención estuvo centrada en las elecciones venezolanas. El desenlace es conocido Chávez ha sido reelecto pero ello no cierra el debate sobre el proceso político venezolano y la significación de estas elecciones. Pero alegrías, frustraciones e interrogantes se distribuyen en líneas zigzagueantes y no a lo largo de un solo eje que separe derecha izquierda.

La trascendencia de las elecciones venezolanas

Chávez y el chavismo es producto de una crisis terminal del bipartidismo anquilosado de Venezuela el que pese a disponer de recursos financieros en abundancia se hundió en la corrupción la desigualdad y la pérdida total de legitimidad. El fenómeno político podría haber quedado limitado a Venezuela pero como país petrolero y abastecedor de una parte no despreciable del consumo norteamericano la evolución política de la nueva fuerza no podía ser carente de trascendencia.

Las causas de esta trascendencia son excepcionales, ningún país latinoamericano ha concentrado tanto la atención en un evento electoral. Las razones son múltiples y también sus derivados.

La evolución política del chavismo sin embargo trascendió en la medida que la situación interna se polarizó y la oposición se embarcó en la demonización de Chávez incluido un intento golpista. El eco de los medios de comunicación conservadores lo convirtieron rápidamente en un dictador, que debe ser abatido, asimilado a un proyecto de izquierda autoritario, alineado además con Cuba y otros regímenes poco respetuosos de derechos y libertades.

Su definición del proceso político venezolano como conducente al socialismo lo proyectó en Latinoamérica en un momento en que coincidía con otras fuerzas de izquierda en el gobierno. Pero Chávez a diferencia de otros gobiernos y teniendo a disposición sus enormes reservas petroleras y liquidez financiera realizó una política internacional activa. Impulsó alianzas regionales creó un polo político, el ALBA, financió la deuda argentina, sostuvo partidos y gobiernos, apoya a Cuba en sus extremas dificultades. Ha generado así una imagen invasiva que disparó en el imaginario de la guerra fría presente en la derecha, el fantasma de la infiltración cubano-soviética contra la democracia. Así estas elecciones leídas en clave autoritarismo versus democracia reprodujeron a nivel continental el estereotipo creado.

De allí que, paradojas de la historia, en la izquierda también anclada en ese imaginario estas elecciones eran un combate continental entre derecha e izquierda y entre el imperialismo norteamericano y la izquierda latinoamericana. Temibles simplificaciones en uno y otro campo que evita construir un análisis equilibrado de los procesos políticos, en un momento en que detrás de los discursos la región está confrontada a enormes desafíos. Apostar sólo por la confrontación, la crítica prejuiciada o la ceguera ideológica no ayuda en nada. Nos pone en un callejón sin salida, porque encontrar soluciones es una compleja relación entre proyectos políticos y ajustes derivados de la democracia y el conflicto en ella.

Sin duda que la polarización vivida en Venezuela no ayudó pero lo importante es que tampoco naufragó en una crisis terminal. Hay una democracia reconocida, fuerzas políticas sociales y políticas con proyectos y capacidades de expresarlos y la posibilidad de dirimir el conflicto políticamente, un escenario muy difícil de lograr tan sólo hace algunas décadas.

Los puntos en debate

Las lecturas segadas del proceso venezolano y su relación con la región han tenido dos énfasis. En el plano nacional las posiciones opositoras ponen el énfasis en un balance catastrófico en lo social y en lo político. Con ello eliminan la historia y la crisis que condujo a Chávez a la presidencia y se centran en la criminalidad, los cambios en la propiedad y las amenazas a la democracia. Los partidarios ofrecen una visión de mejora social, inclusión de los sectores pobres y una representación política nueva que les da voz en el marco de una democracia en expansión. En la realidad las cosas como siempre no son unívocas.

Efectivamente hay cambios en la propiedad, una redistribución de la renta petrolera y un cambio en la correlación de fuerzas que afectó a los sectores y elites tradicionales. Los informes internacionales señalan que se ha reducido la pobreza, que hay más equidad y que la democracia es una realidad. Sin embargo una sociedad en cambio, incluida una nueva constitución, genera desajustes y tensiones. Venezuela dista de ser una economía equilibrada y las decisiones no son todas acertadas. Las expectativas crecen y la criminalidad también algo que aún no se explica de manera convincente. Y en esto Venezuela no es muy diferente de otras sociedades.

Diferente es la especificidad del liderazgo político que conduce el proceso. Al inicio un grupo fuera de juego que cristaliza la frustración y la crisis del bipartidismo tradicional y que poco a poco construye un proyecto desde la presidencia, una organización y un partido. Un fenómeno particular y propio a Venezuela y no reductible tampoco a la socorrida categoría de populismo.

Hoy el partido socialista unificado de Venezuela es una realidad pero lo lastran la corrupción, el híper personalismo y la difícil relación equilibrada con las mismas instituciones que se van creando tanto sociales como políticas. La cuestión no es menor, nadie es eterno ni tampoco las dinámicas políticas, de allí que lo que se construya, quede y sobreviva es fundamental para tener una sociedad viable, sostenible y resistente en base a los logros alcanzados. De lo contrario la dependencia del liderazgo en el poder, como garantía de todo, termina por socavar el proyecto mismo de sociedad democrática y participativa que no se construye sólo desde el gobierno, sino de lo que se enraíza en la sociedad como derechos y organización. Eso es algo que aún está por verse.

La oposición al Chavismo no quiso asumir el desplazamiento mayor que ha vivido la sociedad venezolana y por ello pretendió retrotraer el curso histórico a los tiempos anteriores a la crisis del bipartidismo, una opción mezquina, pobre e irrealista. Realizable solo por medio de un golpe reaccionario y una represión masiva. Capriles buscó reposicionar a toda la oposición que por cierto no es toda de derecha como simplifican algunos, hay incluso antiguos partidarios de Chávez, pero no le alcanzó para desplazarlo, pero ahora es posible suponer que habrá que abrir un diálogo político nuevo y balanceado en el país. No se sabe si tendrá lugar y en ese caso que saldrá pero es una oportunidad para una sociedad que debe interiorizar cambios, corregir otros y seguir desarrollándose.

En el plano exterior la política venezolana ha sido igualmente controvertida. Puntal de un nuevo regionalismo latinoamericano capaz de sostener una nueva arquitectura institucional y financiera en alianza con Brasil y Argentina, Venezuela llegó como un socio estratégico pero también con deslices difíciles de integrar. Y más de un presidente latinoamericano, de izquierda o no, ha debido administrar la relación, filtrarla o ponerla a distancia prudente. La razón de esta tensión es la precipitación por estructurar une eje político, económico e ideológico con los ritmos y definiciones con que Chávez opera discursivamente. En la realidad las cosas están madurando en su diversidad, los gobiernos y los socios elegidos están construyendo una relación no exenta de diferencias. Como lo ha sido el Banco sur, el comportamiento de transnacionales brasileñas, el papel de los recursos naturales y la propia participación de actores sociales en estos asuntos.

La otra cara de la moneda es que la diplomacia venezolana alternativa dispone de fondos cuyos usos y usuarios no siempre corresponden a un proyecto efectivo en que democracia y desarrollo social sean los principios rectores. Corruptelas, oportunismo y liderazgos descompuestos se esconden detrás de retóricas que el paraguas chavista apaña y que en los países afectados generan, en sectores tanto de izquierda como opositores, un resentimiento visceral contra Chávez.

Es deseable que los aspectos en torno a los cuales hay debate incrementen nuestro aprendizaje colectivo en tiempos de búsqueda. Mejoren el respeto de la diversidad y profundicen la democracia. Contribuyan a hacernos pensar en términos de proceso donde gobierno y sociedad tienen sólo parte del libreto y cuya forma de articulación está abierta según el tipo de proyecto político que concite mayoría. Las formulas únicas están arrinconadas por la crisis actual y por los imperativos de encontrar nuevas formas de sociedad, con ello también algunas formulaciones y lecturas en la derecha y la izquierda también se agotan, Venezuela también es parte de ello.

El proceso venezolano seguirá siendo trascendente para todos, esperemos que sea más por sus aciertos que por sus fracasos.

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