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Vercingetorix y los delfines

Por Luis Sepúlveda

Cuando en política se habla de “delfines” se ofende gratuitamente a estos cetáceos por lo demás inteligentes y sin pretensiones de suceder a ningún escualo. En la derecha española hubo un delfín llamado Jorge Verstrynge, hombre cuyo apellido nos recuerda la épica y final de Vercingetorix –consúltese Asterix y Obelix-, el héroe galo que, tras no rendir sus armas sino arrojarlas a los pies de César, fue condenado al olvido de los siglos. Verstrynge, el Vercingetorix de una hipotética derecha democrática en España fue elegido como “delfín” por Manuel Fraga, el dedazo de las sucesiones, tan caro al PRI mexicano y a la derecha española, lo aupó a la secretaría general de Alianza Popular en 1979 y, desde ese puesto, el joven delfín cuyos atributos intelectuales pendulaban entre ser articulista de Fuerza Nueva, la admiración profesada a José Antonio Girón, uno de los falangistas más extremistas del franquismo, y los últimos vahos del espíritu mayo-68, intentó que un cierto aire de renovación democrática se llevara la pestilencia del antiguo régimen –channel 5 para sujetos como Jaime Mayor Oreja- que continuaba impregnando el discurso de la derecha.

Verstrynge, el Vercingetorix español, duró en el cargo hasta 1986, intentó limpiar el partido precursor del actual PP por una vía bastante peculiar como fue quemar las fichas de los militantes de reconocida actitud fascista, y tirar las cenizas al retrete. También trató de contagiar optimismo a una derecha cabizbaja frente a la perspectiva de sucesivos gobiernos socialistas, mediante la fabricación de encuestas espontáneas gracias a una calculadora Cassio de bolsillo, que auguraban victorias al estilo búlgaro, con el 99 % de los votos, hasta que un día chocó con Fraga, y el dedo índice patriarcal de las sucesiones se encogió, se convirtió en un capullo arrugado y fofo, y cuando volvió a recuperar la tesitura propia de Don Manuel ¡ole tu madre!, el gallego octogenario que nunca usó condones ni piensa hacerlo, apuntaba al nuevo delfín, un joven tímido y ceremonioso llamado Alberto Ruiz Gallardón.

Verstrynge, como Vercingetorix, no rindió sus armas sino que las arrojó a los zapatones de Don Manuel, y fue condenado también al ostracismo. De la misma manera como Stalin se encargó de borrar a Trotski de las fotos mediante el más brutal photoshop, Verstrynge fue eliminado de la memoria de la derecha para, de paso, olvidar también ciertos chanchullos que nunca fueron desmentidos de manera convincente.

En “Memorias de un maldito” Verstrynge dice que el 29 de Julio de 1986 y tras la segunda victoria electoral socialista, la desesperación reinante en la derecha era de tal magnitud que entre quieimada y queimada se empezó a pensar en ciertas situaciones llamadas “hipótesis”, pues como se sabe la derecha es maestra en el abuso de los eufemismos. La primera hipótesis se refería a que el rey Hassan ocupara Ceuta y Melilla, lo que obligaría a la formación de un gobierno de Concentración Nacional – la derecha siempre amó la idea de la Salvación Nacional- en el que Alianza Popular exigiría la vicepresidencia y los ministerios de Defensa, Justicia e Interior.

La segunda hipótesis contemplaba “algún movimiento militar” con los mismos resultados de la anterior y, la tercera, aludía a un atentado de ETA contra Felipe González, que obligaría a un urgente gobierno de Salvación Nacional. Todo esto lo asegura Verstrynge, el delfín defenestrado que conoció las entrañas de la derecha española. Ruiz Gallardón, el otro delfín degradado a la categoría de sardina, en tanto asistente a maitenes también conoció los chanchullos generadores de “hipótesis” tales como la autoría de ETA de la masacre del 11-M, la “tesis del ácido bórico”, la necesidad de buscar a los verdaderos autores “no en montañas lejanas ni en remotos desiertos”. Ruiz Gallardón es un pececillo al que la complicidad en semejantes patrañas cortó las aletas. Y no tuvo el valor del Vercingetorix ibérico de arrojar las armas no a los zapatones de Rajoy, que nos los calza, sino a los de Aznar, el indiscutible mandamás del PP.

Suponer que cuando Aznar señaló con su dedito a Rajoy pensara ”he aquí a mi delfín”, sería una ofensa a los delfines que ninguna sociedad protectora de animales podría ignorar. Rajoy es la encarnación gallega del hombre sin atributos , es inconsistencia en estado puro, no nada, se deja llevar por las corrientes de la FAES, de la Conferencia Episcopal, y de un ex peluquero lleno de odio que se atribuye todo el dolor de las víctimas del terrorismo, y de cualquiera que venga con la folclórica monserga de “la patria en peligro”.

Concientes de las aguas turbias en que se mueven, Esperanza Aguirre, Acebes, Zaplana y Martínez Pujalte, visitan los acuarios para observar el grácil movimiento de los delfines, pero ahí está Federico Jiménez Losantos conduciéndoles al acuario de las pirañas.

Gijón, 23 de enero 2008

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