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A 30 años de la transicional promesa que legitimó de alegría la herencia de la dictadura. Marco Silva Cornejo

Al invisible mar de Loncoche y la posibilidad de articular un proyecto transformador.

Treinta años navegando la transicional promesa que dejó descalza a la utopía de los muchos, para vestirla de harapos en la esquina tutelada del neoliberalismo cotidiano. Treinta años que se consagraron en la medida de lo posible marcando con un tic tac perverso la precarización de nuestras vidas inyectadas al espacio del mercado, periodo en el que vistieron de mercancías las existencias.

Así el devenir de nuestra gesta se fue aletargando en la burocracia de las instituciones que fragmentaron el campo de lo social, que desmantelaron el poder de las periferias y las disidencias para instalar la fantasía del progreso en igualdad, para concertar la distribución de los caudillos, para democratizar el abuso de la banca y entregar al germen de chicago la deriva de nuestros días. Concertados todos para administrar la herencia de la bota y de los cuervos.

Treinta años llenando de plegarias las paredes y el insomnio para enterrar a los que no han regresado a casa luego de la fiebre de fierrazos y plomos. Desgarrados los dedos y los intestinos que reclaman por sus cuerpos, mientras la impunidad se sienta a gobernar los sueños de los torturadores que se codean en el congreso con aquellos que siendo de los nuestros negociaron la desidia. La justicia es una deuda que la historia no claudica, por eso alegres y soberanos son los jóvenes que en movimiento organizan la revuelta para volver a articular la alquimia del proyecto abandonado por la clase gobernante.

Treinta años profundizando la herencia de los hijos de Friedman, queriendo convertir en barrio y cada esquina en el espejo de Chicago, ofertando el mar y nuestros bosques a las sagradas familias del capital transnacionalizado, para que el FMI y el Banco Mundial nos vean como niños bien portados. Así el devenir de la transicional promesa y su herencia se fue desfigurando para cosechar el descontento de la ciudadanía en su conjunto, para que nuevamente las calles fueran testimonio y movimiento de nuestro descontento que ejercemos soberanos en nuestra autonomía.

A Treinta años este 5 de octubre de la transicional promesa frente a cuya herencia prefiero acurrucarme en calle Santa Fe y repetir la gesta de Miguel para reivindicar la resistencia articulada de los ningunos que organizados alimentan la esperanza de otro mundo posible.

Marco Silva Cornejo
Mg. Ciencias Sociales Aplicadas UFRO.

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