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A 50 años del último combate de Miguel Enríquez: “Mi felicidad es la lucha”. Por Daniela Osorio y Elisa Franco

Hace 50 años, Miguel Enríquez, uno de los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fue abatido por las fuerzas represivas de la dictadura civil-militar en la casa de seguridad de la calle Santa Fe, en la comuna de San Miguel. En aquel momento, resistió luchando no solo por su vida, sino también por la de su compañera Carmen Castillo y su hijo por nacer. A medio siglo de su caída, la imagen de Miguel aparece no solo como un símbolo de lucha revolucionaria y de resistencia, sino también como una expresión profunda de la energía, entrega, convicción y goce de las luchas colectivas para pensar y crear un horizonte transformador, teniendo como principal motivación su vocación humanista, donde no solo se presenta como un referente de valentía, sino también como uno de vitalidad.

La memoria como alegría

A 50 años de su ejecución, no se trata solo de rememorar a una figura caída durante la dictadura, sino de evocar su trayectoria y esperanza de futuro que pavimentó a través de la lucha. Este pensamiento desafía el pesimismo que a menudo acompaña las luchas fallidas o reprimidas, proponiendo en cambio la felicidad como motor de la acción.

El ejercicio de memoria no pretende ser un acto nostálgico del pasado, sino que busca repensar ese pasado, no para repetirlo, sino para redimirlo, como lo plantea el filósofo alemán Walter Benjamin, donde el autor grafica la imagen del "ángel de la historia" como un ser que mira hacia el pasado y observa una acumulación de ruinas y sufrimiento. Quiere detenerse para redimir a los caídos y caídas, pero el viento del progreso lo empuja inevitablemente hacia adelante, sin poder hacerlo. Aquí, la historia se presenta como una sucesión de catástrofes, y el acto de redención no implica repetir el pasado, sino recordarlo para reconocer las injusticias, a la luz de las luchas del presente.

Para iluminar nuestro presente, necesitamos describir nuestro propio ángel de la historia, y luego rescatar nuestros impulsos, emociones, pensamientos y praxis políticas. En nuestro tiempo, ya no es el viento del progreso lo que empuja a nuestro ángel a olvidar, sino un viento cargado de espectros aún más catastróficos que los del pasado: desastres ecológicos, crisis económicas, genocidios coloniales, crímenes de odio racial y de género. Frente a todo esto, con un progresismo político fracasado, el neofascismo conservador y neoliberal de ultraderecha acecha amenazantemente.

Así, nuestro ángel de la historia no debe enfrentarse a la locomotora del progreso, sino, en palabras de Lazzarato, a “tiempos apocalípticos”, que nos conducen a permanecer inmóvil en las vías del tren. Este inmovilismo, alimentado por los grandes medios de comunicación y las élites políticas, refuerza el deseo de conservarnos tal como estamos. Preferimos quedarnos inmóviles, incluso retroceder al pasado, antes que permitir que el tiempo avance y cambie.

La lucha sigue viva, la felicidad también

Entonces, nos preguntamos ¿qué es lo que nuestro ángel de la historia debe rescatar del pasado para nuestro presente, y específicamente a 50 años del ultimo combate de Miguel? Sostenemos que hay tres dimensiones que deben rescatarse y articularse en nuestro presente y que deben ser el motor de rememoración de estos 50 años.

Lo sentido

El quehacer y pensamiento revolucionario de Miguel estaba fraguado por una dimensión cotidiana del compañerismo, que orientaba la puesta en marcha de un proyecto común, construido colectivamente y con resonancia en la vida privada, en un sentir militante profundamente humanista, que posteriormente le sirvió para forjar un vínculo afectivo entre el pueblo y la dirigencia, haciendo propia la realidad del pueblo para transformarla. Ya hacia 1961, con solo 16 años escribía en sus cuadernos personales "Mi felicidad es la lucha", citando a Marx, una frase que nos conecta con un aspecto profundo de vitalidad, del goce del quehacer. Si bien muchas veces, los deseos por transformar el mundo aparecen como la tragedia de Sísifo, es decir un trabajo arduo y sin sentido, en otras ocasiones son una fuente vital de alegría, que se puede representar tanto en el encuentro con otras personas con estos mismos deseos, así como en la expresión creativa que suscitan los momentos de lucha. A 50 años de las derrotas de las luchas del siglo XX, hay que rebelarse contra el pesimismo y la desesperanza, reconocer los momentos de satisfacción que implica una vida de lucha contra las injusticias y no tanto porque el camino sea fácil, sino porque al luchar conectamos con partes fundamentales de la condición humana, que es el encuentro con los/as otros/as, la creatividad y la posibilidad de imaginación de un mundo nuevo.

Lo realizado

En segundo lugar, rescatamos en el marco de esta conmemoración la apuesta política del MIR, que ponía en el centro el análisis de la realidad concreta que se tenía una expresión en su campo metodológico de creación política, orientada hacia la flexibilidad táctica y la combinación de formas de lucha, una apuesta de masas democrática, desde una independencia revolucionaria que no se supeditaba a ninguna política exterior aun cuando se crea en el internacionalismo. Hoy aparece como una tarea fundamental recuperar y repensar la idea de revolución. Como señaló elocuentemente el pensador francés Daniel Bensaïd, nos encontramos en un momento en que la noción de estrategia política ha desaparecido del mapa de las organizaciones políticas y sociales, llevándose consigo la idea de revolución. Aun cuando este tipo de pensamiento estratégico fue practicado por diversos movimientos y organizaciones políticas del siglo pasado, en la actualidad, muchas organizaciones y movimientos sociales parecen atrapados en un inmovilismo presente, alejándose de la posibilidad de pensar en términos de ruptura. El pensamiento estratégico, aparece entonces como la oportunidad de anticipar futuros que rompan con el capitalismo colonial, ecocida y patriarcal, a partir de análisis de contingencias y periodos, para así estimar las posibilidades de acción que nos permitan interrumpir el continuo de la historia, fundamentándose en las condiciones actuales. Concebir nuevas estrategias se presenta como una tarea crucial, para proponer nuevas formas de organización política capaces de generar una verdadera ruptura y superar el estado actual de crisis global multidimensional del capitalismo, creando alternativa.

En esta ambición de imaginar el futuro, algunas organizaciones y teóricas feministas han tomado la delantera cuando han vuelto a poner en el centro “el deseo de cambiarlo todo”, reintroduciendo la idea de revolución en el presente, mirando desde el pensamiento estratégico para definir sus líneas de acción, a partir de lecturas políticas anticipativas y la construcción de un programa de lucha.

Lo pensado

En tercer lugar, miramos su heterodoxia en cuanto al marxismo, la independencia política que no se supeditaba a la política exterior, rompiendo con la visión cientificista y productivista de la ideología y el rescate de sus lecturas decoloniales para el entendimiento del periodo, situado desde Latinoamérica y el caribe como contribuciones concretas y entrañables vigentes aún en nuestro tiempo. Así mismo, nuestro ángel de la historia debe recuperar la noción de utopía, es decir, parafraseando a la socióloga Ruth Levitas, el deseo de cambiar las condiciones existentes a partir de la imaginación de un futuro mejor desde la heterodoxia, ampliando la posibilidad de imaginación política que permitirá construir relatos alternativos a las narrativas catastróficas que se proyectan para el futuro.

A pesar de que esta última idea puede parecer una de las más desafiantes en la actualidad, dado que la catástrofe se está materializando actualmente por genocidios coloniales y guerras imperialistas, el arte creativo de la imaginación, enarbolado por las distintas luchas del sur global, ha sido esencial para impugnar los avances de las maquinas de guerra y recuperar proyectos con horizontes de transformación.

Aunque cada uno de estos puntos merece un desarrollo más extenso y profundo, consideramos que estos tres elementos deben guiar nuestros derroteros, en palabras de Carmen Castillo, para reavivar nuestros impulsos de transformación a 50 años de contrarrevolución.

Finalmente, estos 50 años no solo evocan la lucha de Miguel, sino la de miles de revolucionarios y revolucionarias del siglo pasado, no como una narrativa cerrada y distante sino como una narrativa que continúa irrumpiendo con alegría en cada nueva generación que se atreve a desafiar las injusticias. Este legado debe abrir horizontes para las luchas actuales, convocando una constelación de memorias que iluminan el presente.

El pasado entonces, no debe concebirse como una historia lineal y superada, sino como un campo abierto lleno de posibilidades que resuenan desafiando a las crisis contemporáneas y los autoritarismos que hoy amenazan las luchas y resistencias, así como sus formas de militancia y organización.

Referencias:

  Benjamin, W. (2021) Tesis sobre el concepto de historia y otros ensayos sobre historia y política. Madrid: Alianza Editorial.

  Camus, A. (1985) El mito de Sísifo. Buenos Aires: Losada.

  Castillo, C. (2023) De la derrota surgen derroteros. En VV.AA. Recuperando la esperanza. De la derrota surgen derroteros. Santiago de Chile: Aun creemos en los sueños.

  Gago, V. (2019) La potencia feminista: O el deseo de cambiarlo todo. Buenos Aires: Tinca Limón.

  Lazzarato, M. (2020) El Capital odia a todo el mundo. Fascismo o Revolución. Buenos Aires: Eterna Cadencia.

  Levitas, R. (2011) The concept of utopia. Oxford: Peter Lang

Daniela Osorio y Elisa Franco, feministas anticapitalistas, integrantes del equipo del Diplomado en Pensamiento crítico latinoamericano de la Universidad de Chile.

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