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Aljaba de semillas de Luis Zaror por Hans Schuster

Aljaba de semillas de Luis Zaror, MAGO Editores, Santiago de Chile, diseño y diagramación René Silva Catalán, revisión y edición; María Angélica Rivera y Pía Fuente. Colección: Poeta Carmen Berenguer, noviembre 2024.

Es curioso que un poeta mayor, también en generación, le pida un prólogo a otro escritor un tanto más joven y de otra generación literaria, prólogo del cual rescataremos algunas ideas centrales, recordando que la poesía de Luis Zaror siempre tiene ese borde religioso y un centro de acercamiento a Dios, de allí que no podamos dejar de encontrar en sus textos, estas temáticas, que van desde sus primeras publicaciones en Antologías y revistas pasando por Fragancia de las olivas, 2021 Alféizar de la memoria, 2020 El octavo día de la creación, 2019 Judas siempre está dentro, 2011 Búsqueda, 2001 Candil, 2000 Fractales, 1995 Archipiélago de palabras, 1991 Primer Diálogo, 1988 y ésta, por ahora, su última publicación, Aljaba de Semillas, 2024 cuyos textos nos vienen a recordar lo cotidiano, lo nimio, pero también espacios en donde la ciencia ha hurgado verdades al interior de la vida, no nos olvidemos que posee un doctorado en ciencias y se ha especializado en microbiología, de modo que ha juntado y conjugado espacios desde sus investigaciones minuciosas de laboratorio estudiando diversos microorganismos, bacterias, hongos, virus y algunos parásitos, Luis Zaror ha dedicado gran parte de su vida al conocimiento de las características biológicas de los microbios patógenos y a sus mecanismos de reproducción y al mismo tiempo, con esa misma minuciosidad ha trabajado la poesía para imaginar circunstancias diferentes de aquellas a las que estamos habituados a vivir.

De allí que quien se acerque a sus escritos debe aceptar al hablante dentro de esta realidad imaginaria, sin cuestionar la veracidad real de la poesía que tiene ante sus ojos, o bien ante el sonido de las palabras que componen estos versos a castellano limpio y que, sin embargo, pueden ser fácilmente traducidos, en especial al árabe, dada su matriz de abuelo palestino, al dejar ver entre sus textos la historia de familia y el dolor frente a aquello que por años persigue al pueblo de sus ancestros, su propio pueblo también cuyas raíces están en la ciudad de Belén, tal vez por eso sus versos a ratos se perfuman como si fueran olivos milenarios y se mezclan con el sonido lejano de bandurrias en las orillas del Calle-Calle. Belén en el ensueño, Valdivia entre pasado y presente, pero también Temuco, cuyo eco entre disparos de macrozona, tiene ese grave olorcillo a guerra y momentos de genocidios, Palestina y el Wallmapu, tienen en la memoria el zumbido de las balas y lugares ardiendo, y Luis Zaror recoge lo que cuentan sus parientes desde Palestina y/o algunos de sus alumnos temucanos al viajar en los últimos años a impartir clases. Esto mientras toma nota de los espacios y recorridos, transitando a ratos solo entre palabras, como lo ha venido haciendo desde la década de 1960 cuando se le ve fundando Trilce junto a Omar Lara, Walter Höefler, Carlos Cortínez, Federico Schöpf, Eduardo Hunter, Juan Armando Epple, Enrique Valdés, Luis Oyarzún, Floridor Pérez y Waldo Rojas, distintas generaciones y lugares de residencia, aunque el grueso estaba en la ciudad de Valdivia, junto a Luis Zaror quien impulsaba con ellos el movimiento literario.

Por otra parte, el hablante de estos textos establece una relación cómplice con la comunicación poética y aquello que aborda desde lo amoroso, y es preciso que quien lea acepte entrar en el espacio amatorio aunque no desafía del todo los límites convencionales, abarcando a ratos el acercamiento a la imagen deseada, la desnudez y el paraíso en los diversos momentos de la vida, manteniendo el estilo canónico, y la forma tradicional de exploración en la temática amatoria, sin caer en el misticismo, ni en el eje romántico de la mirada en torno a la mujer. La poesía de Zaror trasciende a las limitaciones de los versos libres y directos, entretejiendo con palabras, ritmo e imágenes un tapiz de emociones, experiencias y perspectivas, que se acercan a lo bello, ante el gozo y celosía de lo amatorio. Por otra parte, cabe recordar que la aljaba es una suerte de caja portátil ideada inicialmente para flechas, abierta por arriba y achicándose hacia el otro extremo, amarrando ambos con una cuerda o correa con que se colgaba del hombro, generalmente el izquierdo. El también llamado Carcaj, era usado por los arqueros para transportar, las saetas, dardos, flechas o jabalinas, permitiéndoles alcanzarlas con facilidad y rapidez, generalmente y dependiendo de la cultura puede ser de madera, piel de mamíferos peludos o de tela. Es por ello que el título del libro es algo que podemos descifrar desde el centro de sus textos poéticos, que a su vez se relacionan con textos de publicaciones anteriores, dado que está presente una postura teológica cristiana que considera a las familias numerosas como una bendición de Dios que fomenta la procreación, la abstención de todas las formas de control de la natalidad, la planificación familiar natural y la reversión de la esterilización: esto bajo los preceptos de un cristianismo que ha entrado en revisión teológica, pero que todavía mantiene lo decimonónico como forma y principio de su doctrina ancestral.

Y hurgando bajo estos principios encontramos lo atribuido al rey Salomón en el Salmo 127. Las saetas o flechas hacen referencia a los hijos, y si la aljaba está llena de rehiletes y dardos significa que se tienen muchos hijos. Este versículo está de acuerdo con la visión secular de que tener muchos hijos y nietos es una bendición de lo alto. Dichosos los hombres que tiene su aljaba llena de esta clase de flechas. No serán avergonzados cuando se enfrenten a sus enemigos en las puertas de las ciudades, en Isaías 49:2 se utiliza también simbólicamente para referirse a aljaba como un lugar seguro, fuerte y protegido. Al parecer fue así como en la cultura occidental quedaron los registros de los diversos símbolos para proteger a la humanidad y alejar el mal de ojo, entre otros males y espíritus, frente a todo lo extraño, los demonios y las energías negativas. La existencia de estos símbolos es tan primitiva como la humanidad y le es propia, aunque con variantes a las diversas culturas alrededor del mundo, los símbolos de protección, pese a que tienen el mismo propósito, surgen con diferentes tipos de energía. En la historia antigua, estos símbolos representaban la esperanza divina en tiempos de guerra, desastres naturales o incluso ataques de animales salvajes. Los pueblos los usaban en su vida diaria de diversas formas para prevenir el abuso, la destrucción o la muerte que se creía era causado por el mal. Zaror cambia el contenido, y en vez de saetas son semillas, acercándose así a la teoría científica, la teoría de la energía y a la teoría de la radiación, dado que, las teorías de las creencias son principalmente psicológicas, y corresponden a un conjunto de ideas que se centran bajo el concepto de creencia, entendiéndola a su vez como una convicción, en parte como una verdad subjetiva que una persona o hablante (en términos literarios la voz del poema) considera cierta. Desde el punto de vista cognitivo, la creencia se define como un estado en el que se considera verdadera una proposición, como una probabilidad subjetiva, como una inferencia, o una asociación, vale decir, como parte central del discurso poético y Luis Zaror lo desarrolla de comienzo a fin, entremezclando el discurso de las ciencias biológicas, sus postulados y/o con las creencias religiosas de su cristianismo católico férreo, con que manifiesta su amor a Palestina y a Chile, de allí sus textos en donde se asoman en sepia los paisajes, las higueras, los montes, entre ellos; Gerizim, o Jebel et-Tor, la montaña sagrada de los samaritanos. El Ebal, Temptation, Hermón, Tabor o la ciudad de Belén de sus ancestros, en sus versos hay esa sequedad gris, como también el susurro de aguas del Cau-Cau, del río Cruces, del río Valdivia, y el rio Cautín.

No olvidemos que en la semilla se encuentra potencialmente todo el ser, allí se simboliza el paso de la potencia al acto. Así, el hecho simbólico y poético es que cuando se contempla una semilla se contempla la vida completa que surgirá más tarde, una vez iniciado el proceso de siembra. Pero la semilla es también la Palabra de Dios. Por otra parte, también sabemos que las semillas son la unidad de reproducción sexual de las plantas y que tienen por función la de multiplicar y perpetuar las especies, siendo uno de los elementos más eficaces para que esta se disperse en tiempo y el espacio. Las semillas contienen el embrión, del cual saldrá el brote, y también poseen una reserva alimentaria, que les permitirá mantenerse con vida y aportar la energía para la germinación, la que se realiza en condiciones ambientales favorables, lo mismo pasa con la poesía de Luis Zaror, que viene a germinar en cada uno de sus libros, y por ahora debemos ingresar a su última publicación; Aljaba de Semillas. Y valga lo anterior para invitarlos a su lectura en donde los versos son como en la cosmovisión andina, semillas que tienen vida, espíritu y memoria, y a esos versos como semillas, se les debe respetar como si fueran seres vivos, la palabra es también un nutriente para la convivencia, allí en ellas está la paz que trasmite el poeta desde sus versos, y es también una declaración de principios ante la guerra atroz , la destrucción de hospitales, pero su mirada no es contra el pueblo de Israel, sino para denunciar en parte los graves atropellos a los derechos humanos, de allí que sea tan necesario cuidar la semilla de lo humano, y de eso sabe el poeta Luis Zaror, de la dimensión universal de la materia en la que todo lo físico que reproduce vida es considerado una semilla, y a su vez sus textos están abiertos a esa dimensión cósmica, en donde todo lo que genera vida, es también, la proyección de las metáforas, y cada verso es parte de la siembra, que se riega en cada lectura y crece para florecer en los recuerdos que nos vienen acompañando, en literatura, versos y semillas son a sabiendas, la continuidad de la vida, justo ahora que Luis Zaror, las pone en su Aljaba, goldre, carcaj o como sea que un poeta llame a su corazón.

Hans Schuster, escritor.

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