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Aporofobia: nadie se quiere poner el sombrero. Por Valentina Elisa Hernández Segura

El problema nunca es de uno, pareciera ser que los grandes problemas sociales que nos aquejan como sociedad, caminaran por una vereda diferente a la propia; “los pobres” “los estudiantes” “los enfermos” “Los locos” y así caminamos por la vida con rotuladores en la mano, colocando etiquetas a todos quienes creamos diferentes a nosotros mismos. Esto tiene un sentido lógico de supervivencia, lo semejante nos hace sentir a salvo y seguro, incluso si aquello que nos es conocido es un caos. Lo anterior explica que las estructuras desiguales injustas o incluso relaciones tortuosas se mantienen en el tiempo. Empero, no confundamos, esto no quiere decir que sea natural.

Bajo estas lógicas me viene a la mente una filosofa española que tardo 20 años en que reconocieran una nueva palabra que ella creía fundamental de introducir, esta es –la aporofobia-. En una charla magistral, Adela Cortina señala que esta palabra tiene una posibilidad concreta de transformar la realidad social, Por esto, ella remite una novela de Gabriel García Márquez, el conocido título “Cien Años de Soledad” dando cuenta que en algún momento el mundo era tan reciente que algunas cosas carecían de nombre y que para poder señalarlas había que apuntarlas con el dedo, esta maravillosa analogía da cuenta que la historia de la humanidad es más bien reciente, teniendo en ella variados fenómenos sociales que en algún punto “carecían” de nombre y se tuvo que nombrar las cosas para que existieran. Este gran argumento nos lleva a plantearnos ¿Por qué era necesario crear una nueva palabra con tantas que ya tenemos? Y hace especial sentido en el Chile actual, situándonos en los fenómenos migratorios y el abordaje que se ha brindado no solo desde la política pública, sino también desde el marco cultural.

Desde las perspectivas disciplinares del Trabajo Sociales se observan las resistencias de las estructuras a los cambios en general y a los procesos migratorios en particular, sin embargo, y como bien señala la autora, esto tiene un trasfondo mayor, lo que nos molesta como sociedad no es el extranjero y sus nuevas costumbres, sino más bien y por duro que sea - Lo que nos molesta son las personas pobres, por ende, Aporofobia se traduce del griego como una fobia a la pobreza o rechazo a las personas en esta situación.

Lo anterior tiene sentido al analizar el Porqué no se da el mismo trato a un extranjero de un país considerado como “desarrollado” versus otros que vienen arrancando de guerras o hambrunas. Estas ambivalencias nos dan luces de este miedo al otro, sobre todo si no trae consigo ese “bien de cambio” esperado en sociedades cruzadas por el neoliberalismo como es el caso chileno. Desde los desafíos del Trabajo Social y de múltiples profesiones que abordamos estas temáticas, debemos desafiarnos a desdibujar estos esquemas a través de la comprensión de este otro u otra, desmantelando lógicas de competencias y estableciendo puentes hacia entendimiento del valor de la dignidad humana, que va más allá de las “fichas de cambio” que tengamos en nuestros bolsillos. Porque lo establecido o lo que ha estado siempre como parte de nuestros paisajes no tiene por qué ser natural. Hace falta que seamos muchos más los que nos queramos poner el sombrero dando cuenta que el problema, no son los otros o mejor aún nosotros también somos “los otros” y justamente por ello; quien se tenga que poner el sombrero, que se lo ponga.

Valentina Elisa Hernández Segura
Trabajadora Social
Mg En Intervención Social Mención Familias
Académica Universitaria

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