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Aproximación al pensamiento indio de Fausto Reinaga. Por Alex Ibarra Peña

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Según el autor poscolonial boliviano, Esteban Ticona, el aporte fundamental de Fausto Reinaga es la politización del concepto de indianismo. Este concepto es central en toda la producción de Reinaga, que según el mismo Ticona se podría clasificar, a pesar de las dificultades, en: el periodo temprano o antioligárquico, el periodo marxista o de nacionalismo revolucionario, y el periodo maduro o amáutico. Todo esto ha sido afirmado en el libro “El indianismo de Fausto Reinaga” (2013), publicado en la ciudad de La Paz.

Reinaga uno de los filósofos más silenciados en su época, sobre todo por la crítica intelectual y la académica dada su condición de servilismo frente al universalismo occidental; hoy resulta ser una figura central para las transformaciones políticas llevadas a cabo por la revolución boliviana que sigue gobernando democráticamente después de varios periodos.

El canon de los filósofos latinoamericanos tiene que estar constantemente interpelado, ya que la filosofía ha sido una de las disciplinas del saber más fieles al pensamiento occidental, son escasas las fisuras a este logos del pensar.

Como he dicho, en algunos textos, es bastante limitado el índice de los filósofos latinoamericanos y mucho menos frecuentes son las aperturas al pensamiento sobre el indio. No para todos los latinoamericanistas el indio aparece reconocido como sujeto histórico de valor.

Casos relevantes en el reconocimiento del indio son autores como José Vasconcelos, Gabriela Mistral, Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui. Todos éstos con mayor divulgación que el boliviano Fausto Reinaga. Tal vez un texto articulador, no exento de críticas, sea el clásico y ya olvidado “La raza cósmica” del autor mexicano mencionado.

En Mistral, creo que tampoco en Vasconcelos, no hay una negación total hacia la cultura occidental, la poeta señala en el texto “La amistad Interamericana por el libro”: “La hora presente no es nada grata según los exitistas para confesar el matriarcado de Europa sobre nosotros; pero yo no gusto de caminar con los que reniegan una sangre y el préstamo intelectual de cuatro lenguas romances”. Dicha valoración de occidente es la que se encuentra en crisis. Crisis que no puede ser negada ni por los intelectuales que no superan el universalismo occidental; agrega Mistral: “Precisamente en estos años de fuego y cenizas sobre esa pequeña península que llamamos Occidente europeo y que nos ha labrado como a roble o a caoba, ahora mismo hay que acordarse, confesar y no voltear las espaldas al Occidente fértil siempre y sólo ahora en colapso”. Por otra parte, considero que es justo mencionar el aporte de Mariátegui en el reconocimiento del indianismo desde la publicación de los “7 ensayos” hacia finales de la década del 20. En éstos reconoce al indio como un “problema”, cuestión que viene siendo criticada por el sentido de esta palabra que destacamos, en cuanto que los problemas vienen a ser algo que se discute y algo que se debe resolver con metodología, es decir como si el tema del indio fuera un problema de discusión científica y no de reconocimiento de una identidad. Al parecer, la publicación de “La raza cósmica” dejó una estela de discursos acerca del indio. Mariátegui desde su compromiso marxista sostenía en “El problema del indio”: “Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o que eluden a éste como problema económico-social, son otros tantos estériles ejercicios teoréticos, -y a veces sólo verbales-, condenados a un absoluto descrédito”. Mariátegui –como Mistral- no es un autor que reniegue del occidente europeo, en el ensayo “El problema de la tierra” sostiene: “No renegamos, propiamente, la herencia española; renegamos la herencia feudal”. En esta frase, aparece también la valoración por otra influencia occidental, más apreciada por el filósofo peruano: el marxismo, en cuanto teoría crítica del feudalismo. Señala en el último ensayo que cité: “El régimen de propiedad de la tierra determina el régimen político y administrativo de toda nación (…) sobre una economía feudal no pueden prosperar ni funcionar instituciones democráticas y liberales”. No sólo cuestiona el problema de la propiedad, además se refiere a la explotación: “La persecución y esclavizamiento de los indios deshacía velozmente un capital subestimado en grado inverosímil por los colonizadores: el capital humano. Los españoles se encontraron cada día más necesitados de brazos para la explotación y aprovechamiento de las riquezas conquistadas. Recurrieron entonces al sistema más antisocial y primitivo de colonización: el de la importación de esclavos”. En síntesis, se expresa que la dominación se hizo a base del exterminio indio y de la esclavitud negra.

Sin duda, en Mariátegui, hay una dura crítica a la explotación colonial y una defensa a favor de los pueblos indios de América, apoyado en el instrumental de la teoría marxista. De este modo se puede advertir la coincidencia con los primeros dos momentos de la obra de Reinaga: la del periodo antioligárquico y la del periodo marxista. En relación a este segundo momento es interesante un debate en torno al internacionalismo y el nacionalismo que por el momento tendré que dejar pendiente.

Fausto Reinaga después de su aceptación vocacional por el marxismo asume una perspectiva antimarxista asumida por varios intelectuales latinoamericanos en la década del setenta. En la autobiografía “Mi vida” confiesa: “Heme aquí hecho un doctor, tallado por una universidad occidental, racista y colonizada”. Agrega algunas páginas después: “Repito, como si hubiera sido europeo, pensaba y actuaba tal como si estuviera en Europa. Yo que era de carne, sangre y esencia un indio, había sufrido una colonización mental absoluta. ¡Y cuanto tuve que padecer para liberarme!”.

En esta recuperación de identidad descubre aquella experiencia de reconocimiento a aquello que algunos teóricos llaman como el socialismo originario de los pueblos indígenas, dice Reinaga: “El indio sanguínea y conciencialmente es socialista, y debía respetarse su ancestro milenario de “Ayllu” y “comunidad””. De ahí la relación ineludible para algunos indianistas con el marxismo, pero Reinaga abandona su compromiso con esas ideas y lo expresa diciendo: “Mi intuición, mi subconciencia, instinto indio, si se quiere, enfrente a Lenin y el multitudinario espectáculo de la Plaza Roja, se hicieron conciencia. La dialéctica Marx-leninista: “sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria”, aquí tenía que ser: sin teoría india no hay acción india revolucionaria”. Este es el comienzo de la iluminación amáutica fundamentada en el indianismo, el pensamiento amáutico es el proceso de transformación que sigue al momento de la concientización del indio, señala este filósofo indio: “El indio es Indio; no es “indígena”. El “indígena” es el mestizo…y, américa no es ni Hispanoamérica y menos latino américa, es américa India”. Esteban Ticona nos recuerda este momento de Reinaga del siguiente modo: “El reencuentro con el pensamiento indio, es decir con el pensamiento propio,, configuró el indianismo, al decir de él: “sepultado el marxismo, mi cerebro se clavó en el indio””. Por otra parte, sirve para fortalecer el concepto de “indio” el hecho de que el movimiento indianista en varios documentos señala: “si con el término de indios nos han oprimido, con ese mismo término nos liberaremos”.

Así aparece la instalación de un sujeto social reconocible como indio y que es parte importante de América. Es el sujeto indio que no ha dejado de habitar la pachamama, nos dice Reinaga en “La revolución india”: “El indio como unidad racial, unidad histórica, unidad religiosa, unidad lingüística, unidad económica, es el ser nacional. Su pasado y su presente son factores de cohesión. Y su porvenir le plantea un solo problema: el de su liberación”. Ese habitante que no ha abandonado su territorio y que no ha renunciado a sus prácticas de vida ancestrales: “Nuestro socialismo arrancará de nuestra sangre y de nuestro espíritu; saldrá –como el hijo del vientre de su madre- de nuestro ancestro, de nuestra tradición y de nuestra historia”.

Es el momento constitutivo de la identidad que se desarrolla en el marco de una comprensión dialéctica de la historia. Dice Reinaga en la ya citada “Revolución india”: “El indio de Bolivia no puede dejar pasar, la crisis mortal que padece el occidente. Tiene que aprovechar. Pero no para salvar a su enemigo. Esta crisis tiene que aprovecharse para liberarse. La revolución india es una lógica irrebatible en el terreno de las ideas y en la fenomenología de los hechos. La revolución india estallará como una ley natural; ¡fatalmente!”. Recordemos que este libro data de los 70, años que son los de mayor influencia de “Los condenados de la tierra” de Frantz Fanon, texto en el cual se acepta como violencia legítima aquella que proviene del colonizado.

Sin embargo, la década del 70 es un momento en el que persiste un fuerte antimarxismo que logra desacreditar incluso a la Revolución Cubana. En Reinaga se advierte la presencia de este eco antimarxista con el énfasis de una crítica a las ideologías. Este sentimiento se coló en varios intelectuales latinoamericanos, también en el movimiento de filosofía de la liberación argentina hoy ampliamente difundido por Enrique Dussel que en las últimas décadas ha girado hacia el marxismo.

Quiero terminar con una pregunta que instala Esteban Ticona en el texto que he referido al inicio: “¿Es posible ser marxista e indianista?”. A la cual responde este teórico poscolonial boliviano, afirmando que Reinaga incluso en su “época marxista no dejó de ser indianista, aunque no lo expresaba”. Considero que se desliza aquí parte del antimarxismo propio de los autores decoloniales. Para Ticona, siguiendo a Mignolo, Reinaga sería un intelectual fronterizo, así lo expresa: “Se podría decir que transitaba entre el conocimiento marxista aprendido y el conocimiento ancestral heredado”. Entendiendo al marxismo como un elemento moderno y lo ancestral como un elemento subalterno. Considero que esta clasificación sólo es válida aceptando que es una generalización -no muy clara sobre el marxismo en América Latina- incapaz de visualizar formulaciones robustas en torno a un “marxismo latinoamericano”. De todas maneras, me parece que hay cierta ventaja relativa en la apertura que el indianista podría tener frente al marxismo, en relación a la apertura inversa. Otra historia es la del “marxismo latinoamericano” frente al indianismo. Siguen siendo escasas las investigaciones que nos permitan ver con mayor claridad los elementos propios de un marxismo hereje (expresión que le debo a Osvaldo Fernández) que forma parte de una extendida tradición de pensamiento filosófico y social nuestro americano.

Alex Ibarra Peña.
Dr. Estudios Americanos.

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