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Araucanía y programa buen vivir; sobre la urgencia de trasformar desde la gobernanza para deconstruir las rutinas históricas de los instituidos. Por Marco Silva Cornejo

Hace un par de semanas tuve la posibilidad de compartir de manera muy incidental con Víctor Ramos; comisionado presidencial para el buen vivir (programa que intenta darle brújula política a los desafíos de la región, específicamente en la relación Estado/pueblo Mapuche). A partir de este encuentro, logré recuperar el sentido de esperanza que se anida en esa fuerza fundamental que nos explica y existe: determinados en la convicción de darle coherencia y sustento político a los cotidianos que pretenden interrumpir la matriz de desigualdad de nuestro país. Desnaturalizando la materia prima fundante de aquello que nos organiza (Salazar, 2007) desde hace ya tantos siglos.

La derrota constitucional del septiembre pasado no debe seguir contaminando el pulso activo de una nación que padece y que depositó en el actual proyecto de gobierno; una transformacional esperanza de mayor dignidad e igualdad para nuestro país. Es, por esta urgencia política y con profundo arraigo emocional en nuestros pueblos que se requiere del ejecutivo, la claridad política de entender que, si bien, somos existidos por una correlación de fuerza hostil, eso no constituye la renuncia a poner toda nuestra convicción y energía para movilizar las transformaciones que la inmensa mayoría de los y las chilenas sueñan.

El arribo de los transicionales a la administración Boric, no debe ser condición de hipoteca de las convicciones profundas que nos convergen, menos aun en nuestra Araucanía hija del despojo y la desigualdad. El ser y el deber ser de la gobernabilidad implica asumir de cara a nuestra sociedad en su conjunto el mandato de transformación, mayor equidad, inclusión y justicia social que fuera expresado por una mayoría democrática en las urnas en las pasadas presidenciales. Esta tarea implica el ordenamiento táctico de los cuadros técnicos y políticos de la región y el país, para avanzar en resolver la paradoja existente; de ser gobierno sin tener poder político efectivo en la construcción y ejercicio cotidiano de los diferentes espacios institucionales que convergen en el desafío de gobernar.

Es por esta razón que la convergencia como narrativa y praxis política tanto en el cotidiano como en el ejercicio de la administración, resulta ser una tarea urgente que otorgue claridad a los gobernantes respecto del sentido y origen de la voluntad ciudadana que nos permitió estar instalados en la conducción del ejecutivo. Pues entendemos que el poder se ejerce de una manera participativa y vinculante, promoviendo la transformación y no la reproducción, pero por sobre todo, buscando construir alteridades de gobernanza que hagan un contrapunto real y efectivo respecto de la práctica política en la tarea de gobernar, aquello que hemos definido como buen vivir (Villasante, 20119).

En el contexto descrito, es preciso entender que los aliados políticos del presente periodo (socialismo democrático), son bienvenidos, pero deben situarse y comprender que llegaron en calidad de minoría electoral y con una evidente crisis de representación a una trayectoria de gobernanzas que no esta dispuesta a volver a transitar sobre las rutas y paisajes que recorrimos por más de treinta años, de la mano de su gobernar en la medida de lo posible e hipersensible al riesgo de sus privilegios.

Marco Silva Cornejo
Mg. Ciencias Sociales Aplicadas UFRO

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