El año 1996, en la misa de aniversario de Radomiro Tomic, el teólogo Ronaldo Muñoz se refería a los grandes desafíos del presente de Chile. Entre ellos hablaba de una capital desigual y segregada, de la violencia de la inequidad, del materialismo acaparador, de un país que parece darle la espalda a su identidad y pertenencia latinoamericana, de un país insolidario con las mayorías empobrecidas del planeta. Se mostraba muy preocupado y dolido por una clase dominante pragmática que olvidaba los grandes valores de la convivencia humana, como son la justicia, la compasión, la solidaridad con los débiles -decía. Quisiera que Ronaldo hubiera estado aquí. En el Chile del 5 de septiembre. Pero el teólogo nos dejó en diciembre del 2009. Veintiséis años después de su homilía, quisiera celebrar junto a él el fin de un gigantesco arco histórico de casi 50 años, si se quiere; o mucho antes tal vez.
Pero las palabras de Ronaldo buscaban animar una esperanza. Desde la perspectiva de los injusticiados quería relatar las luchas y resistencias del pueblo y comunidades de Chile. Quería -en sus propias palabras- abrirnos los ojos a las reservas de humanidad, de cariño y fraternidad respetuosa con que persisten los “ninguneados”. Quisiera contarle que Chile despertó y que frente a un cansancio por décadas de abusos hemos construido una nueva ruta, una nueva carta de navegación democrática, ciudadana, paritaria y pluricultural. Quisiera que celebráramos junto a los vecinos y vecinas, sin ingenuidades y con una mirada de futuro, crítica y profundamente agradecida y esperanzadora. Quisiera que pudiéramos trabajar juntos por el proceso que hoy, en el Chile del 5 de septiembre, se comienza a gestar.
Hace un par de días escuché a alguien, que desde una especie de posición intelectual se preguntaba en voz alta si “la gente estaba preparada” para lo que se vendría, pensando en los cambios culturales y las transformaciones políticas que el Apruebo significaba. Quise meterme en la conversación solo para cuestionar esa fórmula juiciosa respecto de “la gente”. De “la gente” que no lee y que si lee, no entiende; de la gente que no sabe, de la gente que no se organiza, de la gente violenta, de la gente manipulable, de la gente ignorante. Esa posición clasista y de casta. El pueblo de Chile no es así, no lo somos. El pueblo de Chile en su diversidad hermosa, lleva demasiado tiempo resistiendo, lleva décadas esperando y siglos construyendo un camino de justicia, paz y libertad.
La gente sabe de amor y solidaridad. La gente sí se organiza para defender la tierra y las heridas que han dejado extractivismos e industrias del capital. La gente se acompaña y visita, se defiende y celebra la vida, porque siempre la ha sentido frágil y vulnerable. Hoy, en el Chile del 5 de septiembre del 2022, un poco de las preocupaciones de Ronaldo comienzan a tomar una forma distinta, la forma de un Estado social y democrático de derecho, plurinacional, intercultural, regional y ecológico. La forma de una república solidaria. Se ha cerrado un arco histórico para comenzar a abrir uno nuevo. La gente, es decir, nosotros y nosotras, todos y todas, seguiremos trabajando, desde la pluralidad de trincheras y abrazos, para que las heridas de Chile y el sueño de territorios florecientes, de vida digna, puedan de una vez comenzar a ver la luz.
Cierro el computador a las 18:15
Lo vuelvo a abrir a las 20:12 y no sé qué decir. Ronaldo querido, tendremos que seguir esperando. Pero de eso sabemos y el pueblo sabe y la gente sabe.
Seguiremos batallando y organizando fuerza comunitaria y justicia social y ecológica. Seguiremos, con los ojos más abiertos ante campañas del terror y discursos engañosos. Seguiremos y si en eso se nos va la vida, pues valdrá, sin duda, la pena. Esta pena, la de habernos farreado una conquista hermosa; y las penas que puedan venir. Y sí, seguiremos construyendo democracia y esperanza. Hoy Chile, el del 5 de septiembre del 2022 no nos trajo buenas nuevas.
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Pedro Pablo Achondo Moya Teólogo y poeta