Pese a los permanentes reconocimientos discursivos, en diferentes ámbitos, acerca del valor de la diversidad cultural, actualmente la cultura continúa siendo comprendida por muchos — incluidos los agentes estatales— como algo mayormente vinculado con el espectáculo, la estética y el hedonismo. Como bien de consumo o esparcimiento, multitudes confunden la cultura con un pasatiempo, lejano a cualquier noción de memoria, herencia o sistema de codificación generada, tanto en el presente como en el pasado, por una o más comunidades. Como efecto de ello, la gran mayoría de las veces resultan contrapuestos y contradictorios los programas diseñados por los estados nacionales y por otras jurisdicciones subordinadas (esto es, regiones, provincias, municipios, etc.), respecto de las decisiones e intervenciones que se llevan a cabo de hecho para la integración, la supervivencia y la salvaguarda del legado cultural.
El patrimonio arqueológico en particular, entendido como parte del patrimonio cultural, debe ser valorado y protegido por cuanto es a) resultado de los procesos históricos que conformaron y conforman a las sociedades y a sus identidades, b) medio insustituible para el conocimiento del pasado y resignificación del presente y c) recurso turístico, difusor del conocimiento y generador de ingresos genuinos. La depredación y destrucción, intencional o no y por cualquier medio y con cualquier fin, del patrimonio arqueológico importa, pues, una pérdida irreparable del mismo. Sin embargo, a pesar de que la sociedad en general, a través de sus representantes, ha comenzado a tener conciencia de la importancia de resguardar el patrimonio -lo cual se refleja en el creciente número y calidad de las disposiciones legales existentes al respecto-, las autoridades encargadas de hacer respetar por todos los sectores tales normativas, en ocasiones no cumplen su rol en forma adecuada. En efecto, los estados y sus organismos dependientes responsables de llevar a cabo una gestión profesional sobre las comunidades y su patrimonio —a través, por ejemplo, del relevamiento y análisis de datos, de la organización de instancias de diálogo, de la toma de medidas orientadas a lograr la puesta en valor del patrimonio y su integración en las economías locales y regionales— son los mismos que, en forma paralela, muchas veces operan deshaciendo y obstaculizando el avance de políticas de protección.
Esto es lo que sucede, desde el año 2009, con la organización del denominado Rally Dakar que durante el corriente año realiza su octava edición en Sudamérica. El Rally Dakar es una competencia de vehículos rodados de diversa índole que, en sus diferentes ediciones, ha incluido territorios argentinos, bolivianos, chilenos y peruanos. En él participan alrededor de 500 vehículos, incluyendo motos, cuatriciclos, camionetas, camiones y automóviles que, en numerosos tramos denominados “especiales”, circulan a alta velocidad a través de áreas abiertas, por fuera de rutas o caminos preexistentes y en zonas ancestrales —particularmente en el área andina—, provocando una severísima alteración del medio ambiente, generando una “huella” de decenas y hasta varias centenas de metros de ancho. Todos aquellos elementos de la más diversa naturaleza, sea ésta vegetal, animal, o mineral que se encuentren sobre la superficie, o inmediatamente por debajo de ella, son invariablemente afectados o destruidos por completo. A su vez, la asistencia de gran cantidad de público en los diversos sectores del recorrido acrecienta también el efecto mencionado.
Si bien existen informes acerca de la afectación de rasgos superficiales visibles, tales como trazados camineros, geoglifos y cementerios prehispánicos, es necesario tener en cuenta que el patrimonio arqueológico deriva de las diversas actividades llevadas a cabo por las sociedades humanas que habitaron nuestros territorios en el pasado y que, como aquéllas, se distribuye de modo heterogéneo pero prácticamente continuo en el espacio. En este sentido, se lo puede hallar en altas concentraciones de materiales, como es el caso de lugares que funcionaron como sitios de habitación permanente o semipermanente, o como materiales dispersos, por ejemplo herramientas o fragmentos de artefactos descartados o perdidos por sus usuarios originales. Estas características particulares de los restos arqueológicos de valor patrimonial, es decir su extrema fragilidad y su distribución en el espacio, hacen imperiosa la necesidad de llevar a cabo acciones de protección ante el daño no sólo real, sino también presunto o potencial.
La naturaleza del problema, así como las contradicciones y la fragilidad de las políticas oficiales en nuestros países, nos conducen a pronunciarnos en contra de la continuación de esta competencia en particular y de otras similares, en general. Nuestra demanda no debe ser considerada proteccionista per se, sino como la consecuencia de una comprensión de la memoria como interpretación del pasado en el presente y como vía que permite construir y habitar de mejor manera el futuro. Asimismo, debe ser vista como un reclamo de implementación de políticas culturales efectivas y coherentes, libres de la lógica del mercado y verdaderamente arraigadas en nuestras realidades múltiples y en transformación.
Firmamos este documento con el fin de movilizar, tanto en nuestros ámbitos nacionales como en el contexto internacional, una reflexión crítica colectiva, que logre imponer una comprensión de la cultura que trascienda al espectáculo y que aporte a la configuración de un tejido sensible en el que nos reconozcamos como un cuerpo social múltiple.
Firman:
Colegio de Arqueólogos de Chile, A.G.
Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina (AAPRA).
Sociedad Chilena de Arqueología (SCHA).
Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán
Museo Chileno de Arte Precolombino
Asociación Chilena de Paleontología
Sociedad de Arqueología de La Paz, Bolivia (SALP - Bolivia)
Sociedad Chilena de Antropología Biológica
Archaeologists united against the violation done by the Dakar rally to our cultural heritage
Despite the wide acknowledgement on the value of cultural diversity, culture is still understood by many, including State agencies, as something associated with dance and theater shows, aesthetics and hedonism. Unfortunately, culture is still seen as a consumer good for leisure and as something far from any notion of memory, heritage or from a social meaningful system generated by communities in the past or the present. As a consequence, programs designed by nations and other subordinate states (i.e. regions, provinces, municipalities, etc.) to integrate, rescue and safeguard cultural heritage are often conflicting and contradictory.
Archaeological heritage, as part of the cultural heritage, is a) the result of historical processes that shape societies and their identities, b) an unparalleled way to understand the past and give meaning to the present and c) a touristic resource that transmits knowledge and generates local and sustainable sources of income. As such, it has to be valued and protected. The destruction of archaeological heritage, intentional or not and by any means, supposes a lasting loss for everyone. Although society in general, through their representatives, has begun to realize the importance of protecting cultural heritage -which is reflected in the growing number of existing legal provisions to protect it-, authorities responsible for enforcing protecting regulations have sometimes not fulfill their role as they should. In fact, the state and the agencies responsible for managing communities’ cultural heritage – for example by gathering and analyzing data, organizing meetings for community participation, making decisions on heritage management to integrate it into local and regional economies- are the same that often also work towards hindering the advancement of these same protection policies.
This is what has being happening in Chile since 2009 with the organization of the Dakar Rally, which is currently in its eighth edition in South America. This Rally is a competition of wheeled vehicles that includes vast territories from Argentina, Bolivia, Chile, and Peru. About 500 vehicles participate in this Rally - motorcycles, ATVs, vans, trucks and cars- that circulate at high speed through open areas outside existing routes or paths that include ancestral territories, particularly in the Andean area. The circulation through these so-called "special" areas, cause severe alterations of the environment, leaving permanent "road prints", tens to several hundreds of meters wide. Everything along these road prints, on or below the surface, be it plants, animals or minerals, are invariably affected or completely destroyed. This, together with the presence of the great crowd of people that support the Rally, increase the destruction of the cultural heritage of Chile and all the other participanting countries in South America.
While there are reports on the effects of the Dakar Rally on the visible surface of heritage features, such as paths, geoglyphs and prehispanic cemeteries, we need to remember that the archaeological heritage is the result of the accumulated human activities carried out by societies that inhabited our territories in the past. The remains of these activities are distributed in a continuous but heterogeneous way. Subsequently, archaeological materials can be found in high concentrations like places that functioned as permanent or semi-permanent settlements, or as dispersed materials like tools or broken artifacts discarded or lost by their original users. The extreme fragility and space distribution of archaeological remains demands taking protective actions against real and potential damage.
The nature of the problem, the contradictions and fragility of government policies in our countries, leads us to speak out against the continuity of the Dakar Rally and other similar competitions in our territories. Our demand should not be considered protectionist per se. Our demand is the consequence of understanding the concept of memory as an interpretation of the past in the present and as means for building a better future. Our demand should also be seen as a claim for effective and coherent implementations of cultural policies free of market logics and truly rooted in our multiple and dynamic realities.
We sign this document with the aim of mobilizing, at a national and international level, a critical collective movement against the Dakar Rally. We hope for an understanding of culture that goes beyond the concept of artistic displays. We aim to build a more sensitive society in which we recognize ourselves as a multi-dimensional social group, where our cultural heritage has a lasting place beyond mere spectacles.
Signed:
Colegio de Arqueólogos de Chile, A.G.
Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina (AAPRA).
Sociedad Chilena de Arqueología (SCHA)
Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán, Argentina
Museo Chileno de Arte Precolombino
Asociación Chilena de Paleontología
Sociedad de Arqueología de La Paz, Bolivia
Sociedad Chilena de Antropología Biológica