¿Estamos ante un nuevo movimiento ciudadano que impacta en la regulación de la economía y las finanzas? ¿O se trata de una estrategia para maquillar y ocultar los escándalos de las corporaciones multinacionales? ¿O por el contrario, deberíamos creerle a Milton Friedman cuando aseguraba que la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es una “doctrina fundamentalmente subversiva” ya que “tomada en serio extendería el ámbito de los mecanismos políticos a cada actividad humana”?
Si en algo hay acuerdo respecto a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es en la polisemia de su significado y su sentido. No hay consenso a la hora de entenderla y valorarla. Lo que sí está claro es que algo nuevo agita el debate mundial. Aunque la discusión sobre la ética de los negocios y las prácticas económicas es antiquísimo, la elaboración teórica y técnica reunida bajo la idea de la RSE es muy específica y posee nuevas connotaciones. Además, se trata de un campo interdisciplinario que exige conectar los aportes de la administración y dirección de empresas, de las ciencias políticas y sociales, los estudios culturales, y los análisis ético-morales. Estas amplias y variadas vinculaciones hacen que bajo la sigla RSE aniden conceptos difusos, que pueden ser percibidos de forma antagónica...
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