Y mañana, ¿Irán?

Al tiempo que aplaudía los levantamientos árabes como el anuncio de un nuevo “despertar islámico”, la teocracia persa reprimía a los manifestantes que celebraban los reclamos de democracia. Aunque no carece de apoyos, la existencia del régimen es frágil.

Las balas que matan pueden ser chiitas o sunnitas, moderadas o radicales, prooccidentales o “antiimperialistas”. Las poblaciones que mueren, también. Pero los regímenes que disparan se parecen. El de Trípoli, por otra parte, supo reemplazar el llamado encantador a la revolución mundial por la vigilancia de las fronteras de la Unión Europea (1).

Las mismas falsificaciones unen también a gobiernos que todo parecería distinguir. Así, Teherán pretendió percibir en el levantamiento democrático árabe los pródromos de un “despertar islámico” inspirado por la revolución iraní de 1979; Israel retomó este fantasma, pero para fingir alarma. No obstante, cuando opositores iraníes quisieron saludar a los manifestantes de El Cairo, la teocracia en el poder ordenó dispararles. El Ejército israelí, por su parte, no masacra a civiles desarmados… salvo cuando son palestinos (1.400 muertos en Gaza hace dos años). Pero Benjamin Netanyahu no tiene mayor aprecio que Teherán por la exigencia de libertad de la juventud árabe, porque ésta podría privar a su país de excelentes socios, autocráticos pero pro-estadounidenses. A Tel Aviv ya no le quedaría más que gritar que viene el lobo aferrándose al espantapájaros iraní.

Por otra parte las tensiones con Israel y las sanciones internacionales le permiten al régimen de Teherán, animado por el debilitamiento de sus grandes rivales regionales (Egipto y Arabia Saudita), reactivar su discurso nacionalista. Ello le es tanto más útil cuanto que el movimiento verde de 2009 no ha sido derribado por la represión que sufrió. El Guía Supremo Alí Jamenei esperaba que la “vacuna” de los ahorcamientos y de las torturas destruyera los “gérmenes” de la protesta. Desgraciadamente para él, los (...)