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Una mirada a la redistribución de los ingresos

Sueldo máximo: ¿es posible?, ¿es deseable?

Un salario máximo, en proporción al salario más bajo de la misma empresa, haría aumentar los bajos salarios si los ejecutivos quieren ganar más dinero.

Cada año el Congreso fija por ley el sueldo mínimo, sobre la base de una propuesta del gobierno. En torno a ese acontecimiento retorna un debate cíclico que vuelve a evidenciar las escandalosas desigualdades del país. Y es lógico, ya que los 182 mil pesos del mínimo en 2011 contrastan con los $ 7 millones que puede ganar un geólogo jefe en una empresa minera. Pero el contraste se transforma en abierta provocación cuando se sabe que los ejecutivos principales de La Polar recibieron en 2010, en promedio, cerca de $ 163 millones. En otros términos, un salario mensual de más de 13 millones y medio de pesos, equivalente a 74,5 sueldos mínimos. Y lo hacían mientras hundían la empresa y trataban de estafar a sus clientes.

Es común que se escuche decir “si hay salario mínimo, también debe haber salario máximo”. Se trata de un reclamo por un criterio de justicia distributiva que imponga racionalidad ante tanta disparidad. Por ejemplo, en 2007, el jesuita Fernando Montes, rector de la Universidad Alberto Hurtado, señaló que junto con hablar de un salario mínimo ético también era necesario hablar sobre un salario máximo ético: “Creo que hay cosas que están desequilibradas, que al entrenador de fútbol de la selección se le pague 60 y tantos millones mensuales es delicado para un país, y una persona que lee las noticias en la televisión gane tres veces lo que gana la Presidenta de la República, algo raro hay” afirmó. Es que la indignación social ante estas diferencias salariales es palpable. Basta recordar el rechazo que provocó la entonces vicepresidenta de la Junta Nacional de Jardines Infantiles, Ximena Ossandón, cuando se refirió a su salario de $3.729.923 como “reguleque”, reacción que la obligó finalmente a renunciar.

Artículo completo: 339 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de diciembre 2011
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Álvaro Ramis

Teólogo, especialista en Ética Aplicada.

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