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¿RÉGIMEN O DICTADURA? por Carlos Sandoval Ambiado

Carlos Sandoval Ambiado (1)

Precisando conceptos

Estamos sensibles…cualquier cambio en el discurso nos conmueve hasta los cimientos más profundos. Hace unos días se supo que desde el MINEDUC se había cambiado el concepto de “dictadura militar” por “régimen militar” para referirse al período político de 1973 a 1989.

Se ha alegado en todos los tonos y argumentos. Unos han dicho que se está “blanqueando” el más dramático episodio de la historia de nuestro país; otras han expresado que se intenta torcer el conocimiento histórico de Chile. En fin, hay muchos y muchas que están inquietos y ya se plantean resistir el cambio de nominación. En algo no existe mucha discusión: este tipo de “generalizaciones” sirven de biombos para ocultar, invisibilizar o (al menos) morigerar los infaustos hechos históricos. ¿Será para tanto, tanta algarabía político-académica? Me pregunto. Creo que no es para “tanto”, pero tampoco es para tan “poco”. Creo que las autoridades de derecha, en este caso el exministro Bulnes, sin “querer queriendo” terminan por reconocer algo que, hasta ahora, no lo habían querido hacer.

Para enfrentar este cambio y comprender su real dimensión resulta necesario establecer clara y categóricamente la diferencia entre el concepto de régimen y de gobierno. No son sinónimos, ni menos términos excluyentes. Uno necesita del otro. El primero sería inviable sin el segundo y éste no se sostendría sin el primero.

Pero reflexionemos un poco en torno a estos conceptos, ambos de carácter político. La interrogante básica es qué se entiende por “régimen” (político) en este caso de carácter militar (según la disposición ministerial) La definición recurrente y básica para el análisis político es que se entiende por tal “al conjunto de instituciones que regulan la lucha por el poder y su ejercicio, y de los valores que sustentan esas instituciones”(2).

Es decir debemos entenderlo como la estructura organizada del poder en la que se juega a la política según las normas y procedimientos previamente establecidos. O sea que le da forma al tipo de Estado que tendrá una sociedad. Eso es lo primero.

Lo segundo es convenir el significado político de dictadura. Aquí no nos tentaremos con la discusión de analogarla a la idea de tiranía; hacerlo sería caer en un academicismo bizantino estérilmente contributivo a la construcción de alternativas políticas. Hay pocos que discrepan cuando se dice que una dictadura militar es un tipo de gobierno, autoritario y en extremo burocrático que centraliza el poder ejecutivo, legislativo y relativiza el accionar de lo jurídico. Amen de que su gestión esta fuera de cualquier tipo de control y juzgamiento político de la sociedad. Esto es, grosso modo, la caracterización política de dictadura.

Lo tercero es explicarnos el concepto de “gobierno”. Y, por tal entenderemos al equipo de individuos que maneja el poder político, “o sea que determinan la orientación política de una sociedad”(3). Dicho de forma simple y directa, es la porción (4) de la clase política dirigente a cargo de la conducción política del Estado. Entonces, con alguna rapidez, podemos concluir que régimen y gobierno son dos cosas distintas, que se necesitan y se potencian.

En nuestro caso, heredamos y perfeccionamos un régimen burocrático-autoritario. El régimen, es decir el conjunto de normas y criterios políticos para seleccionar a la clase dirigente. En ese sentido podemos entender la sospechosa vigencia del sistema electoral binominal que permite mantener una impúdica exclusión. También es posible entender la permanencia de las senadurías y diputaciones designadas a espaldas de la ciudadanía: Harboe y von Baer, por nombrar solo algunos.

Desde la perspectiva moral o valórica que engendra un régimen político (en nuestro caso castrense) hay bastante que decir. Así como fueron falsos, de falsedad absoluta, los enfrentamientos alegados por el gobierno pinochetista, para explicar la muerte de centenas de chilenos, es falso el concepto de justicia en la medida de lo posible que esgrimió la Concertación (o el primer gobierno de esta coalición) Resulta chocante, agresivo e insultante, que se hubiese dicho a los familiares de las víctimas que se haría justicia hasta “por ahí”, no más. Nada se pudo hacer contra esa lógica autoritaria de un gobierno democráticamente elegido en el marco de un régimen autoritario de origen castrense (léase militar)

No es tan absurdo que un valor supuestamente absoluto --- la justicia --- se hubiese relativizado a las posibilidades políticas. ¿Realismo o plasticidad política? Pensamos que este razonamiento y actuar político fue la forma de participar “democráticamente” en un régimen autoritario-militar o burócrata-autoritario (como diría Guillermo O”Donell) ¿Quién es el responsable: la dictadura militar o el régimen militar? Si juzgamos históricamente el período 1973-1989, que podría extenderse al menos un par de décadas más, habría que preguntarse por los responsables de lo ocurrido. Si es el régimen militar, creado por las FF.AA. y Carabineros, entonces son estas instituciones las que debieran hacerse cargo de lo bueno y de lo malo. Si es la responsabilidad es de una dictadura militar, entonces el universo se reduce a los equipos político-militares y políticos-civiles. En esta última opción se incluye a muchos y muchas que hoy se esfuerzan por aparecer de demócratas (Chicago-boys y Chacarillas-boys (5)) Ahora bien al ser una “régimen militar” todas las violaciones de derechos humanos dejarían de ser excesos de personas, de malos funcionarios, para pasar a ser política de un Estado, de un régimen que hizo de la práctica terrorista una política de Estado. En todo instante se había rechazado esta acusación; hoy por fin aunque de manera implícita, la derecha lo reconoce como una posibilidad válida y por consiguiente de ser transmitida a las generaciones venideras.

¿Estamos frente a una señal de arrepentimiento? Creemos que no. Más bien impresiona como UNA posibilidad -para un sector derechista- de “lavarse las manos” ante el juicio de la historia que los ha tocado y les seguirá tocando.

Otra muestra que culpa al “régimen militar” o a la “dictadura” (según la opción conceptual) es el fracaso (total y absoluto) del sistema educativo chileno creado bajo el gobierno de Pinochet. Si optamos por la primera alternativa la responsabilidad directa debiera ser de todos los cuerpos castrenses y; si nos guiamos por la segunda, obviamente que debieran asumir todos quienes estuvieron directa e indirectamente comprometidos con la gestión dictatorial.

Pero, aunque dañemos al lector con la abundancia, sigamos con los ejemplos. La desnacionalización creciente del cobre (no de CODELCO) y de otras riquezas básicas se producen al abrigo de una institucionalidad (régimen) autoritaria creada por los militares chilenos, por tanto son ellos los responsables de este latrocinio extranjero o, en su defecto

todos los militares y civiles comprometidos dictatorialmente. La injusta estructura tributaria y el incremento de la brecha social son herencia de un régimen creado por los militares y dirigido por un dictador, en este caso su Comandante en Jefe, Capitán General Augusto José Ramón Pinochet Ugarte.

En fin, se podrían enumerar y analizar kilométricamente los hechos y sucesos del período. Y, el resultado que siempre nos estaría dando es que tanto el “régimen” como el “gobierno” (ambos de carácter militar) son el crisol y ejecutor del modelo político-institucional y económico que padecemos.

Pero no se trata de hacer (escribir) historia, sino de aclararnos los conceptos y sus repercusiones en el quehacer político. O sea, de hacia dónde apuntar los dardos y de con quien y cómo marchar en la construcción de un proyecto histórico y político. Ello porque no podemos dejar o declinar el derecho de proponer otro régimen, de construir otra forma de Estado, con otros valores y con otras normas y procedimientos para escoger a la dirigencia que nos gobierne.

Para no confundirnos debemos precisar que es difícil estar contra un gobierno democráticamente elegido. Nadie, o muy pocos, se plantean, por ejemplo, iniciar una guerra contra el gobierno piñerista. Pero somos muchos quienes estamos por terminar con el régimen excluyente, autoritario y de clarísimo origen militar. Nadie, obviamente, está luchando contra Pinochet (sería surrealista) pero somos la mayoría quienes buscamos derrumbar su herencia político-institucional y económica. O sea, construir un régimen político inclusor, promotor del progreso social y económico, que respete la autonomía cultural, de género y ciudadana; y que garantice la propiedad social de las riquezas básicas.

Obviamente que para lo anterior hay que despejar con un balance político-histórico, del papel jugado por los gobiernos concertacionistas, bajo el régimen autoritario de origen castrense. Hay que aclararse cuánto han sido los cambios y cuán profundo han sido. Sería bueno, por ejemplo, analizar cuánto de autoritario, verticalista y excluyente fue el proceder de las autoridades concertacionistas que dieron paso a la (mal llamada) reforma educacional en la década del noventa. Cuánta consulta y participación hubo de los interesados (profesores y educandos) en la reforma curricular de esa década. Y si vamos a situaciones aún más reciente, sería bueno detenernos a reflexionar valóricamente la actitud de un diputado socialista (año 2010) de ausentarse de la sala para que el reajuste del sector público fuera aprobado SIN satisfacer las expectativas de los trabajadores. Opciones políticas de este tipo obedecen a un condicionamiento moral y cultural generado por un régimen autoritario de origen castrense. Al parecer a todos nos inyectaron un pequeño dictador.

Entonces… ¿para qué hacerse problema de si es dictadura o régimen militar? Así visto, entonces no se alcanza a visualizar el real problema que generaría tanta polémica. La historia nos enseña que un régimen militar cuya esencia es el autoritarismo y la burocracia puede ser dirigido por un gobierno dictatorial. Y, a su vez este mismo tipo de régimen puede ser dirigido por un gobierno democráticamente elegido. Más aún, quién puede obviar la posibilidad de que un gobierno militar democráticamente elegido dirija o conduzca una régimen militar, burócrata y autoritario. Este tipo de situaciones son hechos que podemos constatar en la historia reciente de Latinoamérica. En definitiva, para nada nos resultaría inquietante el cambio conceptual de dictadura a régimen militar. Quienes más debieran estar preocupados son los propios militares. Hoy, sus antiguos aliados (y más beneficiados) civiles (“boys” de toda estirpe académica) tratan de “blanquearse” oblicuamente de sus responsabilidades. La “verdad histórica” que están tratando de construir es que, ante el derrumbe gradual del régimen, ellos NO son en parte responsables del fracaso del régimen inaugurado el año 1973, sino que son exclusivamente los militares con el régimen que crearon.

Quienes debieran estar también agitados es la porción concertacionista de la clase dirigente. Ocurre que bajo estos gobiernos se dictaron leyes tremendamente opresoras como la responsabilidad penal juvenil que no es otra cosa que la palmaria muestra de un régimen castrense, vertical y criminalizante.

Es necesario no caer en la trampa de discutir y (lo peor) actuar en función de nominaciones: dictadura o régimen militar. Dejarse llevar por el torrente (algunas veces virulento) de discusiones, debate y polémicas en función de denominaciones es caer en política palaciega que en nada ayudan a la ciudanización y al movimiento social. Por consiguiente en lo que habría que colocar la atención es en la conducta política; se hace imprescindible preguntar y preguntarse quiénes y cuánto están por efectivamente democratizar al Estado dándonos uno de nuevo tipo y a la sociedad, proscribiendo las brechas sociales y las discriminaciones de todo tipo.

Y, por último, casi como un gesto de arrogancia popular, se hace necesario aclarar que no habrá decreto ministerial, gubernamental, legal o judicial que impida a un profesor o a un estudiantes hablar de dictadura o de régimen (militar) porque da lo mismo: ambos conceptos son profundamente anti-democráticos.

La Florida, enero del 2012

NOTAS: (1) Profesor, Magister en Educación y Doctor en Historia (2) Glosario de Conceptos Políticos Usuales. Eduardo Jorge Arnoletto. Página 75. (3) Ibíd. Página 39 (4) Las otras “porciones” corresponden a los legisladores, a los contralores, a los jueces, a la policía, a los cuerpos castrenses, etc. Nota del autor. 5) Resulta ilustrativo recordar los nombres de quienes “juraron” lealtad plena al gobierno pinochetista. Sólo algunos: Juan Antonio Coloma, Andrés Chadwick, Patricio y Luis Cordero, Cristián Larroulet, Joaquín Lavín, Patricio Melero, etc.

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