¿Cataluña, rumbo a la independencia?

Anima a la asistencia ese sentimiento, a la vez frenético y reprimido, que se produce en un período incierto en el que todo está en juego. En este antiguo sótano del barrio barcelonés de Ciutat Vella, un centenar de seres anónimos escucha con atención a Quim Torra, abogado, ensayista y partidario de la soberanía catalana, quien relata el fin de la independencia de Cataluña tras la toma de Barcelona por los partidarios de Felipe d’Anjou, el 11 de septiembre de 1714, durante la guerra de sucesión de España [la evocación de esa fecha constituye la Diada, la celebración nacional de los catalanes]. Sentada en la última fila, Anna Ferri, de unos cuarenta años de edad, se muestra decidida. Sin apartar la vista del desarrollo de la reunión, nos explica que siempre se dijo independentista, pero sin comprometerse de verdad, ya que su ideal político le parecía utópico. Cambió de opinión en marzo de 2002, cuando se creó la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una organización independentista popular que reagrupa a 30.000 miembros. Hoy, convencida de que “las cosas cambian de manera muy rápida”, Ferri pasó a ser la coordinadora política de su barrio, donde organiza conferencias semanales.

Según Mario Domínguez, sociólogo en la Universidad Complutense de Madrid, “por primera vez desde la transición de 1975, la lucha por la soberanía de Cataluña se piensa como una lucha civil articulada desde la base, que busca convertirse en una lucha de masas”. Antes, la Generalitat, el gobierno de la Comunidad Autónoma, llevaba la mayoría de las iniciativas institucionales. Tras la victoria del Partido Popular (PP) de José María Aznar en 2000, las relaciones con Madrid se endurecieron, dado que el presidente del Gobierno afirmó sin complejos una especie de nacionalismo castellano. Las elites políticas locales denunciaron los límites de la Constitución de 1979 y propusieron un nuevo estatuto para Cataluña: el Estatut. Dicho texto retoma las reivindicaciones que expresara Jordi Pujol, (...)