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¿Es necesaria la Izquierda? por Hernán Dinamarca

Se harán preguntas como la del título los 600 delegados socialistas que este sábado 23 de junio, día del natalicio de Salvador Allende, se reúnen en una conferencia programática, junto a invitados de otras colectividades tradicionales de la izquierda chilena, más algunos del Frente Amplio.

Al tenor de recientes declaraciones del analista político Ernesto Águila, que bien conoce la interna socialista, advirtiendo que en el PS hay "una ansiedad por encontrar soluciones rápidas para volver al poder y, de alguna forma, estar en el poder sería el proyecto, en vez de llegar al poder para cumplir un proyecto", pareciera que, ante tal pragmatismo, preguntas cuestionadoras de la vigencia de una memoria y de un relato es poco probable que emerjan. Tal ausencia, si acaso ocurre, resulta lamentable, pues en el presente como Historia se necesita de esa reflexión con el objeto de dotar a la Izquierda de nuevos sentidos. Este breve ensayo –escrito originalmente en 1996- busca contribuir en lo que sigo considerando un ejercicio de crítica ineludible (1).

El concepto Izquierda tuvo su origen histórico y se constituyó en la época moderna (a partir del siglo 18, ya lo explicaremos). Ahora bien, sí esa época hoy asiste a su ocaso –debate nodal de las ciencias sociales y la filosofía en las últimas décadas-, es obvio que también el concepto asuma signos de caducidad, pues ya no nomina, ya no evoca pertenencia como ayer evocaba.

Hoy no es extraño, entre gente seria y honesta, escuchar frases del estilo: “no me siento interpretado por la izquierda, menos por la derecha”, “la izquierda es una sensibilidad del pasado que ahora no entusiasma ni habla de nada”, “antes ser de izquierda era convocante y seducía con su mirada y su acción...” Por ejemplo, la ecologista Sara Larraín hace ya varios años en un panel sobre “Qué es hoy ser de Izquierda” confesaba que no se sentía interpelada por la palabra, que bajo la nominación de izquierdas y derechas se escondía lo mismo: un consenso en torno a iguales concepciones culturales. Este juicio coincide con el de muchos jóvenes, sean ecologistas o partícipes de otros nuevos movimientos culturales. Tales críticas no son en vano, sino que son resultado de la “anomia de sentido” en la que cayó la Izquierda luego que, como hija prodiga y constituyente de la modernidad, no sabe qué hacer cuando -parafraseando a Marx- los ayer sólidos valores centrales de la época moderna hoy también se desvanecen en el aire.

El serio problema, ante tal ausencia de sentido en la Izquierda, es que ocurre una dramática paradoja, a saber, que nuestro presente necesita más que nunca de un ánimo e ideas convocantes a la acción transformadora, tal como lo fue la conciencia crítica y activa de la Izquierda en la realización de la época moderna. No podemos olvidar que en rigor fue la izquierda histórica, en su versión liberal del siglo 18 y 19 o en su versión socialista/comunista/socia demócrata del siglo 20, la que construyó o activó la modernidad en oposición al vernáculo pensamiento conservador.

Pos caída del Muro de Berlín asistimos a la hegemonía de un “coro electrónico”, cuyo único eco es una totalitaria y global campaña de marketing -ya sin la presencia fantasmal del Comunismo-, capaz de rebautizar al capitalismo tildándolo de algo así como una Modernidad Realmente Existente. Hoy, repito, ante esa unilateral hegemonía, se requiere más que nunca del gesto personal y colectivo propio de esa tradición de conciencia crítica de la Izquierda en su rebeldía por cambiar el mundo y la vida.

Se requiere del gesto, aunque también de un auto dotarse de nuevos valores, de nuevas formas y contenidos, a la luz de un presente como Historia cuyo signo es un profundo cambio de época. Es urgente llenar de nuevos sentidos el concepto Izquierda, pues, a falta de otro nombre y por la inevitable inercia histórica, ¿cómo entonces nominaremos a la diversidad de actores y sensibilidades que honestamente quieren cambios, ya sea desde la política institucional, desde la política de la sociedad civil, desde la política de la cultura? La ausencia de debate, la ausencia de imaginación para pensar y la ausencia de una intención de unificar criterios políticos y culturales transformadores, sin duda, conspiran contra las inequívocas urgencias y desafíos actuales y, sobretodo, conspiran contra la re identificación de todos aquellos hombres y mujeres que en su acción del presente, en un continuum, quieren rescatar la memoria rebelde del pasado para co-imaginar y co-construir el futuro.

Contribuir a superar esa triste paradoja (“una Izquierda que ya no seduce, pero que hoy es más que nunca necesaria con su conciencia crítica”) debería ser un desafío colectivo. Es fundamental un debate en aras de transparentar el ser de Izquierda, ya que, como ayer lo dijo brillantemente el escritor Manuel Vásquez Montalbán: “Todo el mundo anda diciendo por ahí que ya no se sabe que son las derechas y las izquierdas. Por lo general, los que dicen eso, son de derechas. Clarificar derechas e izquierdas es un problema entonces del mundo entero”.

De brújulas e identidades

Las brújulas orientan a los marineros en la inmensidad del océano. Por lo mismo, evoco la imagen de una brújula al iniciar la reflexión histórica sobre los sentidos que han orientado antes a la Izquierda y los que deberían orientar la acción de la Izquierda en el futuro.

A propósito de uno de los primeros conflictos socio-ambientales relevantes en Chile, entre la empresa “Gas Andes” versus la comunidad de San Alfonso, a mediados de los noventa el sociólogo Eugenio Tironi escribió un artículo que nos permitirá introducirnos en el corazón de la cuestión. Asertivamente en tal escrito concluía que “la Izquierda con su conducta de apoyo a los ecologistas se traicionaba a sí misma: culturalmente parece estar perdiendo la brújula". Se refería a la posición de algunas personalidades de la izquierda de la Concertación Democrática que, según él, habrían asumido una suerte de “fetichismo de la naturaleza”, lo que le llevó a ironizar sobre la brújula perdida.

A renglón seguido el sociólogo se preguntaba: "¿Qué se entiende ordinariamente por izquierda?" Y respondía que ésta se ha fundado sobre la base de cuatro principios: "Primero, la confianza en la capacidad de la razón y el trabajo humano para dominar a la naturaleza en su beneficio; segundo, la fe en el desarrollo económico productivo como factor de progreso para la humanidad; tercero, que el interés general debe imponerse sobre los intereses particulares toda vez que éstos se contrapongan; y cuarto, el compromiso con una mayoría desposeída, pobre y silenciosa, que de ordinario debe enfrentarse a una minoría que aplica la astucia o la fuerza para mantener sus privilegios...”.

Y, con un dejo de irónica nostalgia, Tironi finalizaba diciendo que “estos principios que daban su identidad a la Izquierda, de pronto parecen estarse esfumando..."

Más allá de la contingencia de ese conflicto ambiental, las palabras del sociólogo invitaban a otras preguntas muy profundas: ¿Es verdad que esos principios que daban identidad a la Izquierda de la época moderna hoy se esfuman? ¿Es que acaso eso es coincidente con un cambio de época histórico que impone nuevos desafíos a la Izquierda? ¿Será antigua la brújula que orientó a la Izquierda en la época moderna? ¿Hacia dónde nos orienta la brújula cultural e histórica del siglo XXI? ¿Qué debe ser la Izquierda hoy, si es que es?

La Izquierda en la modernidad

La nominación espacial para expresar lo que siempre han sido distintas actitudes vitales ante la Historia surgió en el inicio político de la modernidad, en la Revolución Francesa. Fue ahí cuando el azar sentó en los asientos de la izquierda de la Asamblea de los Estados Generales a quienes querían cambiar el mundo e instaurar la democracia política, el progreso material, la expansión de la fuerzas productivas, la libertad y autonomía del individuo, la igualdad jurídica y algunos ya incluso la igualdad social; mientras a la derecha lo hicieron los conservadores de lo establecido, quienes querían conservar a las monarquías absolutas, los privilegios estamentales y sociales, la libertad para unos y la no libertad para muchos como una condición “natural”. La Izquierda surge con un gesto de rebeldía, la Derecha con un gesto de conservación de lo existente.

De ahí que el teórico italiano Nicolás Bobbio al reflexionar sobre lo constitutivo de la izquierda en la modernidad siglos 18, 19 y parte del 20 ha dicho que fue la idea de igualdad. Aunque ni él ni otros desconocen la idea de libertad como factor identitario. Ambos énfasis, igualdad y libertad, efectivamente dan cuenta de la voluntad de una Izquierda que en el siglo 19 se nutrió de preferencia del liberalismo político y en el 20 del socialismo (ya sea del socialismo real o del socialismo crítico de origen libertario o marxiano).

En Chile, sin ir más lejos, los grandes liberales del siglo 19 fueron la izquierda de su época. Así como en el siglo 20, radicales, comunistas y socialistas, como Pedro Aguirre Cerda, Luis Emilio Recabarren y Salvador Allende, fueron referentes de la izquierda más cercana. Obviamente, en estas adscripciones al Socialismo y al Liberalismo hay matices y énfasis hacia la igualdad y la libertad en uno u otro partido político y personalidad en cada momento histórico.

Hoy, tras la caída de los socialismos reales, sabemos que en rigor el Liberalismo y el Socialismo han sido los hermanos rivales de la modernidad. Ambas son ideologías que nacieron y se constituyen en hegemónicas en la época moderna y en tanto tales, más allá de sus diferencias, compartieron la concepción de mundo o imaginario fundamental de esa época. Ambas constituían distintas propuestas de administración de un sueño y modo de vida compartido: la modernidad.

En ese sentido tiene razón Tironi cuando nostalgia los principios que habrían orientado a la Izquierda. Los cuatro principios que él destaca sí fueron orientadores de la Izquierda; pero lo fueron de una Izquierda de la modernidad cuyo paradigma fue la antropocéntrica racionalidad instrumental. Voltaire, Smith y Marx, en sus diferencias, compartieron el mismo espíritu: la certeza de una razón teleológica e ilustrada que podía diseñar la Historia a su imagen y semejanza tras la persecución de la igualdad o de la libertad; la fe en el progreso material, léase la expansión de las fuerzas productivas y del consumo; la confianza en una humanidad que a través del trabajo y la técnica podría dominar y controlar a la naturaleza en su beneficio.

Sin embargo, esos valores, principios e identidades modernas hoy están siendo radicalmente cuestionados, crisis ecológica, crisis del patriarcalismo, crisis espirituales, crisis emocionales y crisis del no respeto a cualquier diferencia, mediantes.

Con el objeto de situar críticamente a los antiguos principios que ayer dieron identidad a la Izquierda moderna –tan bien reseñados por Tironi-, a manera de ejemplo quiero resumir algunos valores emergentes que hoy expresan el inicio de revolucionarios cambios culturales.

En el presente es consenso entre los pensadores de la cultura que la crisis ecológica de sustentabilidad de la vida humana en la biosfera ha puesto en radical tela de juicio a "la capacidad de la razón y el trabajo humano para dominar a la naturaleza en su beneficio". Ahora ningún persona con sentido de responsabilidad se mira a sí mismo en oposición a la naturaleza ni menos considera a esta como objeto de nuestro soberbio y unilateral beneficio. Ya no es así. Hoy por fin empezamos a reasumir nuestra interdependencia vital en tanto seres que somos un organismo vivo más que co-deriva naturalmente en esa red que es la biosfera.

Asimismo, el "progreso económico productivo” ilimitado hoy cada vez más aparece como una locura colectiva que sólo nos podrá generar destrucción y desesperanza. Nuestra lógica económica basada en el lucro y el sobreconsumo, ambos satisfechos por una tecno-estructura productiva eficientísima y depredadora, se nos han vuelto una real amenaza y, tal cual si fuéramos aprendices de brujo, “el progreso” nos tiene al borde del despeñadero. Ahora sabemos que la biosfera es un sistema cerrado que no tolera el accionar al infinito de un sistema abierto como lo es la economía maximizadora de la riqueza material.

Y por último, también la racionalidad totalitaria del Estado o del mercado, inspirada siempre en el supuesto interés general, se desacreditó como consecuencia de su mano intolerante y de tantos crímenes físicos y morales cometidos en su nombre: ahí están los colonialismos, los fascismos, los comunismos, nuestras criollas dictaduras neoliberales y las “democracias protegidas” para recordarlo.

El desmoronamiento de esos principios y de esa brújula moderna, nos ha impuesto el inevitable desafío cultural e histórico de imaginar y desear una nueva brújula, acorde a las nuevas realidades y paradigmas culturales emergentes. Debido a tal desmoronamiento y sólo una de las puntas del iceberg fue la caída del socialismo real , la Izquierda vive desorientada. La Izquierda como actitud vital se quedó sin brújula, pese a la persistencia de esa añeja brújula de la Izquierda moderna, que ayer en su escrito añoraba Tironi.

En rigor, lo que ha ocurrido es que en el presente esa vieja brújula ha sido asumida acríticamente por los conservadores del ayer (y uso la expresión conservadores en el sentido de defensa del estatus quo como actitud vital).

En efecto, los conservadores de antaño mutaron a hipermodernos (neoliberales) del presente que ahora defienden interesadamente a una época ya antigua. Esa añosa brújula, o al menos algunos de sus principios fundamentales, son un lugar común re-apropiado por la actual actitud y pensamiento conservador, que en una espectacular voltereta valórica ahora los adora tanto o más que el cuestionamiento e incluso no pocas veces el aniquilamiento que los ayer conservadores hicieron a los hombres y mujeres que los enarbolaban: fueron tantas las persecuciones y los ostracismos que vivieron políticos, científicos y pensadores que contribuyeron a diseñar el paradigma moderno del progreso, la secularización y la racionalidad instrumental causando en su época el enojo de la derecha conservadora.

En el actual cambio de época, al menos como humanidad occidental, diríase que todos nos quedamos sin brújula, pese a las transitorias apariencias sólidas y triunfalistas del fundamentalismo económico neoliberal y del fundamentalismo moral conservador, cuyas raíces subyacen en los peores excesos de la época y mundo que se va: la injusticia social que genera una “mano invisible” no regulada, el totalitarismo y autoritarismo valórico, el etnocentrismo y conciencia de separatividad del hombre moderno occidental.

La brújula del siglo 21

Desde las últimas décadas del siglo 20, en rigor, a partir de la re evolucionaria década del 60, ocurren cambios que empiezan a insinuarse como “marginalidades dinámicas”: movimientos que surgen en los márgenes del sistema social, pero que tienden a expandirse hasta convertirse en nuevos modos de vida.

En efecto, en esa década prodigiosa, nacen sensibilidades culturales expansivas como el ecologismo y la conciencia planetaria; los movimientos en pro del respeto a la diversidad cultural, étnica y sexual; la emergencia del feminismo cultural y social que empieza a tensionar el milenario patriarcalismo, que fue agudizado durante la modernidad; la revaloración y la creciente influencia en Occidente de las milenarias culturas del Oriente y de los pueblos originarios de América; un cambio de paradigma en la ciencia a partir de la sistematización de nuevas teorías en la Biología, la Química, la Física, la Filosofía y la Antropología, por ejemplo; y las primeras críticas a la lógica del crecimiento económico ilimitado y al lucro, lo que junto a algunas leves transformaciones en la gestión de las empresas, conllevaría en lo sustantivo nuevas formas de asociacionismo económico que permiten la emergencia de neo-empresas, sociales y B, por ejemplo. En fin, cambios culturales de tal envergadura cualitativa y paradigmática que sugieren que vivimos en la vorágine inicial de una transición de época de dimensiones aún insospechadas y cuyo proceso será de larga duración.

La mayoría de los científicos y pensadores contemporáneos, en su epistemología, reconocen explícitamente que no hay verdades descubiertas por la razón omnipotente del sujeto (un adentro) que observa a la Realidad (que esta afuera), sino que existe una interacción compleja entre sujeto y objeto. Que el acto de conocer es una circularidad propia de la sinapsis cibernética (un vínculo físico y en red) entre sujeto que observa y medio observado. De esa manera superan a Descartes con su oposición de Sujeto-Objeto y arriban a una asombrosa y serena conciencia holística: la naturaleza no está ahí para dominarla en nuestro beneficio, pues nosotros también somos naturaleza y al querer dominarla, soberbia y ciegamente, a la vez la destruimos y nos autodestruimos.

De esa manera, se sientan las bases más potentes para la emergencia de una nueva concepción de mundo: una concepción biocéntrica que supera al antropocentrismo simple e instrumental. O, dicho en palabras del neurólogo Francisco Varela, asistimos a un fundamental giro ontológico como especie: de un “estar en el mundo” pasamos a comprender que “constituimos el mundo”. No estamos en el mundo, somos el mundo. Vivimos en-red-dados en el mundo.

Hoy sabemos que lo pequeño lo particular es hermoso, que la empatía y las emociones, la espiritualidad, la calidad de vida como bien ser y bien estar en el mundo, un buen vivir, son importantes para reencantarnos y enfrentar el creciente malestar de la cultura. Tao, Buda y las cosmologías indígenas originarias han venido a Occidente a dialogar. Y viceversa. La actual planetarización, asumida como salto de conciencia de la especie, será una nueva realidad histórica hija de la fusión cultural y de la diversidad, si es que somos capaces de frenar a las actualmente hegemónicas fuerzas sociales destructivas y homogenizantes de la globalización liderada por las empresas transnacionales.

Hoy comenzamos a asumir que lo general, en política y en la vida social, es la simple concertación de voluntades particulares. Comenzamos a asumir que la ética del futuro será la ética de la coherencia, del respeto y de la diversidad.

En la Historia poco a poco van siendo hombres y mujeres de carne y hueso quienes comienzan a asumir estos nuevos valores culturales. Ahí tenemos a los movimientos ecologistas, feministas, de indígenas, de minorías sexuales, a intelectuales, a movimientos de nuevas espiritualidades, a sectores de partidos políticos institucionales y a líderes de todo tipo de asociaciones de la sociedad civil (desde la salud y terapéuticas hasta económicas), quienes empiezan a compartir estas nuevas sensibilidades y participan de una crítica vital a los principios que fundaron a la modernidad.

De ahí entonces que hoy la humanidad se debate en la búsqueda de una nueva brújula o, mejor dicho, de varias brújulas.

En este contexto se desdibujan las izquierdas y derechas entendidas a la manera moderna y tradicional. El desafío cultural actual es más complejo. Tal vez, las nuevas izquierdas y derechas del siglo 21 se están constituyendo a partir de polaridades o matices que asumen las personas en relación a los nuevos y viejos temas culturales. Por ahora sólo enumeremos, como si fueran interrogantes abiertas, algunos ejemplos:

 Primero, ¿en la actitud real que se tome ante la crisis ecológica? Ya sea trabajando en pos de la sustentabilidad ecológica (la izquierda) o bien promoviendo acríticamente un crecimiento económico ilimitado y un progreso material irresponsable e irreflexivo (la derecha).

Segundo, ¿en la aceptación y respeto real (la izquierda) o no de la diversidad cultural, étnica y sexual (la derecha)?

 Tercero, ¿en la bioética, ya sea poniendo nuevos límites éticos de sobrevivencia de la especie (la izquierda) o no al irresponsable juego demiurgico con la biotecnología que vienen efectuando las empresas transnacionales de la salud y de la alimentación con sus respectivos científicos - tecnócratas (la derecha)?

 Cuarto, ¿en el curso que deberá seguir el proceso de planetarización: promoviendo la unidad valórica de la especie en su diversidad cultural (la izquierda) o bien aceptando acríticamente la “macdonalización” cultural del mundo (la derecha)?

 Quinto, ¿en la actitud que asumamos ante el drama mundial y local de la pobreza y las migraciones de los pobres? Ya sea promoviendo el valor de la solidaridad, la redistribución y la justicia social (la izquierda) o bien cerrando los ojos o incentivando el unilateral crecimiento económico y el supuesto chorreo (la derecha).

 Sexto, ¿dejándonos seducir por el nuevo rol de la mujer y de la nueva masculinidad (la izquierda) o bien mirándolos de soslayo y con sospecha (la derecha)?

 Séptimo, ¿imaginando y aplicando medidas para el control de la sobrepoblación (la izquierda) o bien sin opinión ante una eventual saturación biológica por la presencia inmanejable de la plaga más depredadora de la biosfera (la derecha)?

 Octavo, ¿en la valoración e incentivo social del cambio personal, de las terapias y las nuevas espiritualidades para re encantar a la vida cotidiana (la izquierda) o bien condenándolas a todas bajo la burda descalificación y la sospecha (la derecha)?

 Noveno, ¿en la promoción de la democracia participativa con una ciudadanía con derechos, empoderada, libre e informada, y en la descentralización real y la entrega de responsabilidades democráticas a las localidades (la izquierda) o bien imponiendo límites a la autorregulación de las mayorías bajo el pretexto de la supuesta preeminencia de la “democracia natural” del mercado (la derecha)?

 Décimo, ¿en la incorporación creativa y responsable de las nuevas tecnologías de la comunicación que hoy amplían las posibilidades de generar sentidos (la izquierda) o bien coartando, trivializando, censurando y privatizando en muy pocas manos hasta la más íntima y humana posibilidad de decir (la derecha)?

 Décimo primero, ¿en la defensa de los derechos de los consumidores, de los niños y de otros grupos etarios (la izquierda), y en sus limitaciones, omisión o despreocupación (la derecha)?

 Décimo segundo, ¿promoviendo las empresas B, incentivando la sustentabilidad en las empresas, problematizando el lucro, el Estado regulador del mercado y la valoración del Tercer Sector productivo y asociativo, solidario y sin fines de lucro (la izquierda) o bien fetichizando al todopoderoso “mercado” que hoy más parece un “neo Estado orwelliano” que protege el reino del consumo pre-programado por unas pocas empresas oligopólicas y transnacionales?

 Décimo tercero, ¿reflexionando y viviendo una nueva ética de la coherencia entre el decir y el hacer en la vida cotidiana (la izquierda) o bien auto mintiéndose día a día con una moral que separa lo público y lo privado, el decir y el hacer (la derecha)?

En fin, ¡son tantos y tan complejos los nuevos temas y desafíos que surgen ante los ojos sorprendidos y confundidos de hombres y mujeres que asistimos a esta encrucijada que es el cambio de época! Es cierto, estamos confundidos; de ahí que muchas veces las actitudes antes estos temas varíen incluso aun contradictoriamente en una misma persona. En este cambio de época, igual que ayer en la transición desde la Edad Media a la Modernidad, "todo lo sólido se desvanece en el aire" otra vez según la feliz expresión del viejo Carlos Marx . Sin embargo, cuando lo sólido se desvanece, lo hace gestando otro aire. Y tal vez el secreto o el simple nexo con la Historia consiste en tener los ojos y los oídos bien abiertos para descubrir y construir las nuevas brújulas que nos orienten en el aire nuevo. Recién escribí, "tal vez" las izquierdas y derechas del futuro se constituirán en polaridades o matices en relación a los nuevos y viejos temas culturales. Sí, tal vez, porque nadie puede hoy profetizar si mañana habrá izquierdas y derechas con el peso de identidad política que tuvieron en la modernidad.

Otra cosa, sin embargo, es intentar recuperar el elan constitutivo de la Izquierda. Ese espíritu presente en la humanidad desde antes incluso que los honorables revolucionarios franceses se sentaran a la izquierda de ese salón parisiense.

Ahora, y en un paréntesis, pues hay que decirlo: la Izquierda nunca ha sido portadora de contenidos absolutos. Sus contenidos se han caracterizado por la historicidad: cambian en función de cada presente como Historia. Lo mismo ha ocurrido, como lo vimos, en la derecha. Es cierto que en la época moderna la Izquierda, en sus distintas variantes y en distintas coyunturas, enarboló la libertad, la igualdad y los derechos humanos -al menos en su expresión de 1ª generación, los derechos políticos e individuales-, como los ejes de sentido de su accionar. Pero hoy esos valores son una feliz herencia de la época moderna que hay que resignificar a la luz de los actuales desafíos históricos. Hay que asumirlos como logros históricos de la humanidad, resignificarlos y en especial abrirse a nuevos desafíos de la especie como lo son algunos de los antes reseñados.

He hecho este paréntesis antes de finalizar con una pregunta crucial: ¿cuál es el elán o identidad constitutiva de la Izquierda? Este ha sido la conciencia crítica cuyo deseo es cambiar la vida -como lo sugirió el moderno Rimbaud y tantos otros poetas- o el deseo de cambiar el mundo -como lo querían los modernos Voltaire y Marx y tantos otros pensadores de la Historia-.

Así de simple: aspirar no al cambio por el cambio ni a la novedad por la novedad, sino a un bello gesto de rebeldía ante lo existente cuando nuestra conciencia y coherencia vital lo ha considerado o considera injusto, inviable e invivible. Ese gesto es una actitud ética que asumió la especie desde sus orígenes.

Ese gesto y esa voluntad histórica es la única que podrá recuperar lo mejor de la modernidad y de la racionalidad ilustrada la confianza en el ser humano y el sueño de libertad, igualdad y fraternidad , junto a los nuevos valores culturales. El futuro será ecológico, será masculino y femenino, será plural y diverso, será planetariamente fraterno, será socialmente justo, será económicamente sustentable, o no será. Y que pueda llegar a serlo -si hemos de hacer caso a la experiencia histórica acumulada-, por ahora pasa necesariamente por la recuperación del poético gesto de cambiar el modo de vida que alguna vez tuvo la Izquierda.

1) El corpus principal de este ensayo corresponde a un texto publicado en Revista Canelo en 1996. De ahí las referencias a conflictos, artículos y diálogos de esos años, que, no obstante, aún tienen vigencia.

www.hernandinamarca.cl

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