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Asfixiados por el océano digital: el timón de la comunicación a la deriva. Por Mariela López Medrano

El algoritmo digital se está convirtiendo en algo parecido a una huella dactilar en el acceso a la información, donde la ilusión de entrar a un mar de datos, en realidad es un pase a ciertas parcelas determinadas por la información personal consignada en internet. Un verdadero registro matemático de nuestros gustos, preferencias, nivel socioeconómico, estudios, religión, tendencias políticas, hobbies y hasta estados de ánimo, convertido en un laboratorio virtual que nos conduce rígidamente en base a lo que ya pensamos, reafirma nuestras convicciones, nos acerca a lo conocido, nos aleja de lo desconocido, de la comparación, de la reflexión y de tanto apretar la misma tecla, lo “extraño” se lo lleva el viento; navegamos con un horizonte limitado, pensando que estamos alcanzando el cielo.

En este sentido, tomando el ámbito de la política, la discusión se polariza en dos bandos tan extremos, empobreciendo los matices que llevan al debate democrático, debido a que cada ciudadano se enfrasca en su propia burbuja informativa. Los líderes políticos, mandatarios, responsables del discurso, leen esta tendencia, para ellos los votos se alcanzan con proclamas y propuestas de una nación en tono blanco y negro; para qué desgastarse en análisis más detallados, si ya existe un registro electoral en las redes sociales, donde cada votante está encerrado en la cárcel del convencimiento absoluto, donde las dudas y el cuestionamiento están encadenados a un centinela.

La vida se ve en cuadros tan sólidos que han convertido nuestra visión en un peligroso estado de confort. La prensa también cautiva el estado emocional actual; si la tendencia es la inseguridad, las editoriales de los medios teñirán la agenda con todo aquello que refuerce este miedo. Los intereses económicos seducen la pauta informativa y el contenido de la discusión pública. En período electoral se reducen las prioridades, se valora la solución rápida y efectista. Pero la sociedad no se divide en cuentos cortos, son tantos los capítulos que recoger que la liviandad no sostiene ningún programa redactado con argumentos pobres.

Nos sumergimos en “envases” y la ilusión del conocimiento a la mano, no es más que la suma de nuestras propias convicciones. La forma de comunicarnos con los demás, de informarnos, de tomar decisiones quizás no es tan libre como pensamos. La libertad de información debe ser digerida con todos los matices y miradas del conocimiento. Las ventanas de la ciencia y la cultura apremian ser desplegadas en toda su dimensión.

Mariela López Medrano Periodista

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