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Bernardo O’Higgins, ¿Y luego de la abdicación qué? Por Álvaro Vogel

Escribir sobre O´Higgins puede tener poco sentido cuando la cantidad de obras primarias, secundarias, visuales y afines pueden llenar con facilidad largos pasillos de bibliotecas. Sin embargo, resulta interesante realizar una nueva lectura de las fuentes a partir de una mirada actual. Este pequeño ensayo pretende justamente analizar los últimos seis meses en Chile desde el estado ánimo del propio O´Higgins a través de la lectura de sus cartas. Estas tienen un alto contenido político lo cual ayuda a esclarecer la animosidad de esos días. Luego de su salida nunca más volvió.

Antes de iniciar esta revisión epistolar es fundamental contextualizar brevemente los momentos anteriores al 28 de enero de 1823. Sin duda el acontecimiento central fue la abdicación que por cierto fue un tema doloroso para este Padre de la Patria, pero quizás necesaria para lograr un rumbo político y social distinto para el devenir de la historia. El Chile de O´Higgins no contaba con la madurez política, era un país joven e inexperto colmado de errores y de aprendizajes no logrados hasta bien avanzada la primera mitad del siglo XIX. Por consiguiente, O´Higgins no calzaba siempre con los designios de la época donde le tocó vivir.

La abdicación en definitiva es una suma de aspectos y decisiones mal tomados. O´Higgins no fue centralista y gobernó desde una mirada de provincia, esto provocó diferencias claras con la elite de Santiago que era celosa y conservadora. Además, se enfocó mucho en las guerras de la independencia sin lograr un equilibrio para ejercer el poder de forma pura. Esto lo suplió con medidas autoritarias muy estrictas que no fueron siempre respetadas, pues en la práctica Chile es un país de confianza excesiva en leyes escritas lo que no significó su respeto irrestricto a rajatabla, esto último pasa a diario en nuestros días. En materia religiosa, O´Higgins se saltó varias normas que causaron el descontento de la iglesia católica que tenía un poder considerable en muchos ámbitos, por ejemplo, el Sumo Pontífice Pío VII no admitió la independencia de Chile. Aunque O´Higgins fue un hombre ilustrado, su forma de transmitir estos conceptos a la aristocracia fueron muy rudos y pocas veces atenuados. En lo económico no logró cuajar un balance entre avanzar en un país nuevo y los enormes gastos de la guerra, en realidad la nueva nación era pobre y sin arcas fiscales. En síntesis, la figura de O´Higgins fue impopular tanto en el estamento alto como en el clero, panorama más que suficiente para fraguar una guerra civil que se aplazó con la abdicación. Esta imagen ha ido variando con los años y con las obras de historiografía.

Entremos en materia, desde su renuncia voluntaria al poder a fines de enero y su viaje a Perú hay un registro de 18 cartas donde podemos inferir su estado de ánimo, sus relaciones variables con el poder, los guiños a la logia Lautaro, su sentimiento de antipatía con la elite Santiaguina por incomprensión hacía su persona, su resignación y finalmente una mirada de esperanza en el país vecino. Resulta interesante destacar que no encontramos ninguna línea ni referencia implícita menos aún explicita sobre su hijo Pedro Demetrio que nace de su relación amorosa con María del Rosario Puga quien fuera su amante en pleno periodo donde más poder detento. Vivía a una cuadra de distancia con María Melchora, sus caminatas nocturnas fueron un comidillo que trató de esconder al igual que su hijo. Sabemos por otras fuentes que Demetrio viajo a Perú junto a su padre por medio de las presiones de su abuela Isabel, al parecer resulta una historia circular, los tres O´Higgins - Ambrosio, Bernardo y Pedro – tuvieron siempre una relación tormentosa entre ellos y con las mujeres.

En la primera esquela luego de su abdicación y considerando el duro revés de su situación, podemos entender la premura de buscar un lugar donde quedarse, pide ayuda a Ignacio Zenteno (Ex Ministro de Guerra de O’Higgins), la forma de solicitar auxilio es una engañosa sensación de humildad y conformidad que se diluirá hasta pasar a un enojo compresible. Ese mismo día le escribe a Ramón Freire con pocas esperanzas y así fue, Freire ya con aires del futuro caudillo que llegaría a ser, si bien lo visitó y apoyó tímidamente al comienzo luego lo fue ignorando de forma paulatina pues a fin de cuentas fue opositor a su gobierno. Seis días después en una tercera carta, O´Higgins nombra como apoderado a Miguel Zañartu pues sabía que sería requerido por la ley ante el nuevo director supremo el ya mencionado Freire. Bernardo se negaba a un juicio de residencia más que nada por un tema de actitud pues lo consideraba un oprobio y se nombró a sí mismo textualmente como el primer padre de la patria argumentado ser el liberador de Chacabuco, creo que se repite la misma tendencia cuando tenía el poder, es decir, O´Higgins estaba más pendiente de la gloria militar que de ser un buen gobernante, esto produjo momentos cruciales en su pensamiento, lo militar o lo político ¿A qué ámbito le dedicaba mayor importancia? Sin duda a lo militar descuidando involuntariamente el gobierno, esta actitud se ve claramente como uno de los motivos que lo llevaron a la abdicación.

Sin embargo, con la evolución de sus escritos, O’Higgins abrigó la esperanza de que el tiempo y la historia lo juzgara de buena manera y volvería a Chile. Aunque finalmente logró la aprobación y autorización para retornar a Chile bajo decreto presidencial, esta no se concretó pues el fantasma de su mala salud nunca lo abandonó incluso en esos seis meses debió aislarse por severos problemas a la vista. Le escribió a su gran amigo el Argentino José de San Martín, donde se aprecia en la carta un tono de autocomplacencia y no se deja entrever una autocrítica, más bien el argumento gira en torno a su sacrificio de trece años de luchas a favor de Chile y la causa independentista americana, lo cual es cierto nadie lo duda, pero de todas formas quedaron en la retina sus últimas actuaciones algunas de ellas muy cuestionadas, sobre este punto los chilenos de antaño y los de hoy no diferimos mucho, juzgamos por lo que pasa al final. En su relato a San Martín le cuenta sus proyectos de pasar a Perú para luego viajar a Inglaterra.

Redacta unas líneas a Antonio Rodríguez (un gran representante del O´Higginismo) en el mismo tono que a San Martín, de lamento e incomprensión. Nuevamente le escribe a Freire, lo felicita por ser el nuevo director supremo, pero le recalca algunas ideas buscando dar continuidad a su obra, lo más relevante es que le recuerda que ambos son miembros de la logia Lautaro, no lo dice de forma directa, pero si le advierte que ponga a la patria encima de todo. Estas logias eran sociedades secretas instrumentales que tenían como fin último apoyar los procesos de independencia en América. O´Higgins fue fiel a su participación logial hasta el final esto lo podemos estudiar en una segunda carta donde hace referencia a los lautarinos, esta vez a José María Rozas, ¿quizás con esto lograba detener su exilio concitando apoyos? Nunca los sabremos, al menos se jugaba todas las cartas posibles esperando el juicio que no llegará.

A San Martín le vuelve a caligrafiar y son las ideas más pesimistas que expresa por escrito, llegó a reconocer que era mejor la muerte que la situación por la cual estaba atravesando. Además, podemos observar en su pensamiento una dicotomía: de su amor a la patria pese a todo en contra y por el contrario visualizar la dimensión humana de un prócer derrotado. En su nota a Simón Bolívar se ve con más claridad que nunca su análisis de la política chilena y a su vez su gran mal, “Mi vida ha sido más gustosa en el campo del honor: mi corazón no es amasado para mecerse en la política insidiosa con que puede sostenerse un Estado enfermo de envidia, de partidos y facciones. Es este un mal casi necesario en los gobiernos nacientes, que se crían y se forman a sí mismo; siempre el hombre tiene repugnancia a reconocer un superior en su igual, aun cuando lo haya elegido” (A Bolívar 10 abril 1823). En el mismo escrito abre por primera vez una puerta a su retiro para así fraguar un futuro ofreciendo sus servicios a la causa de cualquier país de América que abrace la idea de la independencia, ahí noto un punto de inflexión en O´Higgins cuando logra entender que la vida sigue más allá de chile y que pese a todo es una figura respetada en América.

Luego redacta trazos sencillos de felicitaciones conforme van nombrando a las nuevas autoridades, al final, prima la costumbre republicana del respeto a las jefaturas cerrando también con este cambio de actitud su estancia en Chile y pensando en Perú… ¿Cómo llegar y como financiar el viaje? Comienza a mover las piezas del ajedrez luego de tantos años de buenos contactos como el que tenía con Simón Bolívar quien en definitiva le abre las puertas del naciente país y una vez confirmada la bendición del viaje le escribe de forma muy clara a San Martín contándole que ya tenía su equipaje en el barco y partía rumbo al puerto de Callao, tan feliz estaba que le manda un cargamento de cigarros. Su última carta es al presidente de Perú con agradecimientos, aunque le recalca que viaja en calidad de ciudadano y no de militar ya que iría de paso porque nunca escondió que su objetivo que era llegar a Inglaterra y soñando acaso a Irlanda.

Estas dieciocho cartas muestran una mirada distinta del prócer que va más allá del sentimiento humano de frustración de perder el poder lo cual es comprensible. Se ve a un hombre que sigue aferrándose a su obra, a su legado, pensando que la historia lo absolverá y con ello lograr el perdón de su exilio, de sus torpezas, pues al final del día pensó que tantos sacrificios inicialmente junto a los Hermanos Carreras, al alejarse de su hacienda para servir al país, a relevar al mando a José Miguel en el ejército, a redactar una carta constitucional, a firmar el acta de la independencia, a luchar sin claudicar para que la emancipación fuera reconocida y al final tantas jornadas de batallas y trabajos podrían borrar para siempre sus errores. Murió en Perú, nunca volvió, su enfermizo estado de salud fue su lápida y fue repatriado cuando la memoria nacional comenzaba a mermar el recuerdo.

Han pasado 201 años desde la abdicación, en estos dos siglos su figura aún genera incansables debates a favor o en contra donde el centro siempre ha sido su enemistad con Carrera que tiene mucho de cierto, pero también bastante de mito. Hay periodos de la historia donde su recuerdo es más palpable que en otros, pero al final es reconocido por todos. En altar de la patria ocupa un lugar destacado, paradójicamente frente a Carrera, ¿Importa la rivalidad hoy? No tanto, lo que necesitamos es volver a tener en el país hombres como ellos.

Álvaro Vogel. Historiador.

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