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Chile: ¿a la sombra de Pinochet? Por Tomás Reyes Sepúlveda y Thomas Villaseca Arroyo

El informe “Chile a la sombra de Pinochet”, presenta una inédita percepción de legitimidad a la dictadura militar chilena. Este dato, a 50 años del golpe de Estado, se presenta en un escenario donde la derecha tradicional y ultraderecha ganan votos y elecciones, con actores que participaron en la dictadura desde la esfera civil, la defendieron, y hoy defienden sus consecuencias.

A 50 años del golpe civil-militar, y a 33 desde el inicio de la transición a la democracia, el resurgimiento y avance del pinochetismo con triunfos electorales del sector que pretende avivar su legado, son un retroceso democrático sin precedentes desde el retorno a la democracia. Que no es de extrañar, considerando que el Estado de Chile no ha sido capaz de entregar políticas de reparación, memoria, verdad y justicia contundentes en las ventanas de oportunidad pertinentes.

Ahora bien, el resultado de esta encuesta opera como punto de inflexión en la batalla de y por la memoria, instalando las diversas ficciones discursivas construidas en el Chile posdictatorial en el marco memorístico, social, cultural, político e histórico contemporáneo, en tanto aproximaciones narrativas que aspiran no sólo a reconstruir nuestro convulso pasado reciente, sino que también el sentido de pertenencia a algún proyecto histórico que aspire a la (re)configuración de nuestra sociedad.

Por una parte, está el discurso republicano con una esencia pinochetista, que realza no sólo la figura de Pinochet, sino también las transformaciones modernizadoras neoliberales del país en dictadura. Y la visión de la derecha posdictatorial (UDI y RN), al calor del pinochetismo, pero distinta a la republicana. Pues si bien, rescatan las transformaciones neoliberales y sus ‘avances’, no aspiran a restituir la figura del ex-dictador, siendo distintivo esto respecto del sector del republicano: una identidad democrática y con miras a un proyecto-país que no mire al pasado, soterrando su agencia y adhesión a la dictadura. Finalmente, se halla la narrativa memorística del oficialismo graficada en la sólida respuesta del presidente ante los dichos de Luis Silva: Pinochet no fue un estadista, en realidad, fue un dictador corrupto, cobarde y antidemócrata, cuyo gobierno mató, torturó, exilió e hizo desaparecer a quienes pensaban distinto.

A 50 años del Golpe de Estado, marcado por la propuesta parlamentaria contra el negacionismo, por fin se comienza a librar la batalla por la memoria en el espacio público. Pero al mismo tiempo, crece de manera inédita la ola pinochetista capaz de imponerse en las elecciones y en la opinión pública. ¿Nuestra postura? La misma que Marta Lagos: hemos validado el pinochetismo al validar a sus actores en democracia, lo cual es un peligro para su propia sobrevivencia. Ante ello, es menester saber situarnos en este combate alrededor de nuestro pasado reciente, comprendiendo las narrativas que cada sector presente, sin darle (más) espacio a posiciones que atenten a nuestra ya frágil democracia.

Tomás Reyes Sepúlveda & Thomas Villaseca Arroyo
Observatorio de Historia Reciente de América Latina y Chile UDP

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