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Chile en la geopolítica de la entropía latinoamericana: ¿Hacia una entropía negativa? Por José Orellana Yáñez y Sebastián Sánchez

Contexto latinoamericano

Alrededor de 3.8 millones de personas han fallecido en el mundo por Covid-19. El continente americano en su conjunto es el que más ha aportado en el número de muertos a nivel mundial con más de 1.8 millones de decesos[1]. Pero si desglosamos esa cifra, nos daremos cuenta de que América Latina y el Caribe es la región con más muertes per cápita del mundo. En el pasado mes de mayo, tuvo los peores datos del planeta con respecto a la pandemia, donde la región suma más de un millón de fallecidos por el Covid-19, siendo Brasil, México, Colombia, Argentina y Perú los países más azotados sumando el 89 % de las muertes[2].

Pero más allá de estas cifras desalentadoras, ya hemos planteado que Latinoamérica sufre una tendencia entrópica, es decir, una situación que hace que la pandemia sea doblemente devastadora como generadora de caos y desorden. En este sentido, la Pandemia del Covid-19 convive y acentúa procesos socioeconómicos y políticos que develan las precariedades en las que se encuentran estos países[3].

En otras palabras, entendiendo la entropía como la tendencia natural a la pérdida de orden en un sistema, geopolíticamente hablando, se puede plantear que los escenarios sociopolíticos y económicos de la región, sumados al contexto pandémico, están favoreciendo una “entropía latinoamericana”, exacerbando el desorden que históricamente se presenta en esta área geográfica.

 La región debe enfrentar la pandemia arrastrando problemas históricos estructurales de desigualdad y pobreza. De hecho, según datos de la CEPAL, la pandemia ha provocado un aumento en los niveles de pobreza sin precedentes en las últimas décadas e impacta fuertemente en la desigualdad y el empleo[4]. Según datos de esta misma entidad hemos retrocedido 12 años en los índices de pobreza y 20 años en la pobreza extrema.

La cruda realidad sanitaria y socioeconómica, también se ve afectada por la entropía política, donde gran parte de los países de América Latina sufren inestabilidad o ingobernabilidad y los contextos eleccionarios actuales no ayudan a moderar esta situación.

Chile y su realidad

Chile no es un país ajeno a las problemáticas estructurales de la entropía latinoamericana, pero se nos presenta geopolíticamente como un país diferente. La aparente excepcionalidad del caso chileno analizada históricamente en distintos ámbitos, parece, nuevamente presentarse en el contexto pandémico, sin perjuicio de que existen fundados análisis que opinan lo contrario, sobre todo cuando del tratamiento y gestión de los derechos humanos se refiere, sea en la protesta[5] e inclusive en la gestión de la misma pandemia.

Como plantea una publicación reciente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), desde el ámbito socioeconómico, Chile presenta una estructura productiva con salarios muy bajos y alta rotación del empleo. A esta situación se suma una alta concentración de los ingresos y la propiedad, que se intensifica por un insuficiente aporte de los impuestos de los grupos que más concentran la riqueza del país. Esta situación hace que las transferencias y la seguridad social sean ineficaces para moderar la desigualdad. Uno de los mejores ejemplos en este sentido es el sistema educativo, que aspira a igualar oportunidades, pero no lo logra. Además, desde el punto de vista político se evidencia sobrerrepresentación de los grupos de mayores ingresos en los espacios políticos[6]. En suma, todos aquellos elementos son los que generaron el llamado “estallido social” en el país sudamericano, con su comentada geografía de la multitud, la cual como proceso y acto político también se ha proyectado hacia la región Latinoamérica[7].

Pero si bien, esta realidad no es muy distinta a la de la región en la que se encuentra inserto el país ¿qué hace aparentemente excepcional al caso chileno? Planteamos que una posibilidad podría ser su tendencia histórica a la institucionalización, a los pactos y el apego a la normatividad, los que se presentan como elementos que contribuyen a la entropía negativa. En suma, una cultura política tendiente al orden, pero no por eso ajena a ciertos vicios políticos sobre la misma, que bien retrató Diego Portales en su célebre frase “el Peso de la Noche” y popularizada por Jorge Edwards en su novela del mismo nombre[8].

Ciertamente, los estallidos sociales también se presentan en el resto de América Latina, siendo un caso particular y reciente el colombiano. Pero la diferencia de Chile radicaría, hasta el momento, en la institucionalización del estallido social y su geografía de la multitud por medio de un Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución[9].Paradójicamente, una muestra de descontento social emanada desde la ciudadanía, sin ningún tipo de orquestación partidaria, fue encauzada por el sistema de partidos, el que, además, era uno de los elementos institucionales más criticado dentro del proceso. Es esta una paradoja interesante, que si bien, en más de una oportunidad, busca ser deslegitimada, por algunas expresiones políticas formales e informales, incluidas algunos integrantes de la convención constitucional, cuyo proceso emana de ese mismo acuerdo, continúa su avance de instalación y legitimación (este 04 de julio, se instaló, proyectándose en la complejidad que implica esta expresión política).

Incluso se podría pensar que Chile dio la solución más larga e institucional a los problemas que incentivaron el estallido o revuelta social. El sistema de pensiones y los bajos ingresos –base de la desigualdad en Chile– no se solucionarán automáticamente con una nueva constitución, aunque generará el marco para legislar sobre esas temáticas. Chile logró entropía con su estallido social y geografía de la multitud asociada, pero también generó neguentropía al encausarla de la manera más institucional y ordenada que se pueda imaginar, proyectándose un “nuevo contrato social” a través de una nueva constitución, que escribirán las y los 155 representantes que involucran paridad de género (única expresión mundial) e inclusión de los pueblos originarios. A todas luces, un proceso nunca visto en la historia política del Chile republicano y popular.

Desde el punto de vista sanitario, ciertamente Chile enfrentó y enfrenta la pandemia con un gobierno deslegitimado, con significativas brechas entre la salud pública y privada, y con deficitarias herramientas institucionales para enfrentar la crisis sanitaria (contrario sensu a la nacionalización de hospitales privados que realizaron países como España o Irlanda[10]). Conviene indicar que, en este contexto sanitario, una dimensión específica de salud que demostró posibilidad estratégica, pero a la vez una precariedad debido a su crisis de financiamiento fue la atención primaria de salud (APS). Además, la estrategia nacional, centrada en camas hospitalarias, respiradores y otras, no contempló desde un inicio la cobertura de la APS, en el aspecto de trazabilidad e identificación oportuna de los casos, cuestión que dificultó una mejor reacción sobre este aspecto[11].

Sin embargo, aparentemente y sin perjuicio de las precariedades enunciadas y otras, la tendencia institucional de Chile hizo eco en un punto clave de la pandemia: la vacunación. Chile es el tercer país con la mayor tasa de vacunación en el mundo, tomando comparativamente la inoculación cada 100.000 habitantes[12]. ¿Cómo un país sudamericano en vías de desarrollo puede explicar esas cifras, aparentemente, alentadoras en materia sanitaria? La explicación vendría por una tendencia histórica a la entropía negativa en materia sanitaria (vacunación), a pesar de la mercantilización global de la salud. En Chile existe una cultura de la vacuna como elemento de salud preventiva, contando con vacunatorios en gran parte del territorio nacional y con el personal para administrarlo, que, aunque disminuido producto de la jibarización de la salud pública igualmente no ha perdido ese eje estratégico central de la prevención.

Sumado a esto, se podría indicar que hubo un acierto prospectivo por parte del gobierno y comités asesores de la sociedad civil (colegio médico, expertos y otros) de asegurar vacunas cuando éstas aún estaban en fase de pruebas. También se hicieron acuerdos para que Chile fuera un país de ensayos clínicos de las vacunas que hoy están inoculando a la población. El rol que tiene la inserción chilena en el plano internacional y la imagen de socio confiable a nivel económico (a contrapelo de un modelo de desarrollo neoliberal que explica la desigualdad endémica e institucionalización de esta en injusticia social), no debería minimizarse en este aspecto, lo que podría leerse también, aunque de forma contradictoria, en una tendencia chilena a la entropía negativa.

Otras sumas de elementos podrían explicar que Chile modere su entropía en la pandemia. Por ejemplo, no tuvo un presidente “negacionista” como Jair Bolsonaro en Brasil o uno que la minimizara como López Obrador en México. Tampoco se dejó llevar por curas populistas, pero con escaza efectividad clínica como la hidroxicloroquina[13].Ciertamente, tampoco tuvo que enfrentar la pandemia con las arcas fiscales disminuidas como Argentina o Venezuela. Lo anterior, hay que consignarlo, gracias a una consciente y legitimada sociedad civil que concurrió responsablemente a los espacios formales que abrió el ejecutivo, y si no los abría, exigió abrirlos, relevándose el quehacer del colegio médico, sociedades de expertos en salud, y de forma muy asertiva, concurriendo, nuevamente a la escala local por medio de las diferentes asociaciones de municipios del país. Por lo tanto, el ejecutivo, tuvo que estar receptivo a todas estas orientaciones provenientes desde la sociedad civil y local, determinando sus definiciones.

Por el momento, no se han vivido escándalos como el de los vacunatorios VIP de algunos países de la región. Por el contrario, Chile ha seguido, hasta el momento, una normatividad y un orden con respecto a las prioridades de la vacunación, dando cobertura primera a su personal de salud y adultos mayores, pasando por el personal crítico del Estado. Lo anterior, sin perjuicio, de la constatación de la inconsistencia formal de un comité técnico COVID-19 del gobierno, el que, entre otras cosas, no tenía actas formales que dieran cuentan de los participantes y los acuerdos llevados a cabo, suponiendo una validez técnica de la toma de decisión, que termina no siendo tal (en voz del Álvaro Erazo, existe una mesa social y un consejo técnico asesor del ministerio, los que si institucionalizan sus procesos) [14]. Otra opacidad estuvo en los contratos que logró el gobierno con Espacio Riesco, lugar administrado privadamente que se habilitó para acoger personas contagiadas de covid-19. No hubo transparencia en su habilitación y gestión prioritaria, transformándose en una crítica política e institucional concreta[15].

Políticamente, por muy tensionado que se encuentre el gobierno de Sebastián Piñera, Chile enfrentó la pandemia con un sistema político resiliente, no observándose una seguidilla de mandatarios (con sus respectivos escándalos) como en el caso de Perú o Bolivia. Tampoco el cúmulo de elecciones del año 2021 que incluye las de constitucionales, gobernaciones regionales, alcaldesas/es, concejalas/es, consejera/os regionales y presidenciales, ha generado inestabilidad política y tampoco se vislumbra dificultades en la gobernabilidad del país, sin perjuicio de los significativos niveles de abstención.

Pero ciertamente conviene consignar, que la crisis sanitaria-económica, según indica otra evidencia, también se explica por la ineptitud o mínima empatía que tuvo el gobierno para entender la necesidad que tuvieron y tienen las familias chilenas para gestionar más adecuadamente las medidas sanitarias, a propósito de las ayudas económicas que debían transferirse a las mismas, las cuales, junto con aumentar gradualmente con variadas dificultades, y derivar las mismas, desde la estrategia de la focalización a la condición de universal, encontró en la oposición política, representada en el Congreso, la ecuación que atemperó de forma importante, los potenciales estallidos sociales, que podrían haber derivado desde la crisis sanitaria – económica (ingresos familias de emergencia, coberturas al empleo y empresariado), no siendo el gobierno de Sebastián Piñera su promotor más perfilado en tipo y cobertura[16], ello, sin perjuicio de la comparación positiva (pero engañosa) que busca con el contexto latinoamericano, donde las entregas han sido escasas y tardías v/s las chilenas, las que según estudio de la CEPAL, han contenido la intensidad en pobreza con más eficiencia relativa que en la región, las que necesariamente deben proyectarse, según dicha recomendación[17].

El gobierno, por otra parte, en cuestionable conducta, permitió que la/os chilena/os, capearan la crisis por medio de sus propios ahorros previsionales vía los retiros de sus fondos de pensiones (aunque consignara que no), en tres oportunidades, provocando una seria dificultad a futuro respecto de las jubilaciones. En ambas dimensiones, tanto las ayudas económicas y los retiros de los fondos de pensiones, fueron gestionados desde la oposición política institucionalizada en el Congreso y en el sistema de partidos, en esta condición de aparente resiliencia político institucional del sistema político (deslegitimado y todo).

Todas las tendencias a la entropía que ha tenido Chile parecieran ser, se institucionalizarían, por ejemplo, el fenómeno migrante que vive encontraría en la nueva ley de migraciones (Nº 21.325)[18], una oportunidad de ser canalizada, sin perjuicio de la profunda crítica que ha recibido desde diversos actores sociales y políticos nacionales y migrantes avecindados en la patria, ello, por colocar en el centro la criminalización de la migración, relativizándola como un derecho humano. Medidas como las deportaciones concretadas hace unos días en el marco de la nueva ley, son una muestra de dicha institucionalización, sin perjuicio del cuestionamiento indicado. Esto fue más una muestra simbólica/marketing político, más que una deportación masiva, pero marcó un antes y un después al proceso migratorio, quedando la duda razonable de la efectividad del cuerpo legal y sus medidas concretas. En fecha reciente se reportó el fallecimiento de una migrante venezolana de setenta y más años en la frontera norte con Bolivia, evidenciándose las dificultades de este régimen migratorio.

Ciertamente, Chile tampoco es ajeno a las complejidades del narcotráfico, las que causan estragos en las poblaciones más vulnerables del país. Sin embargo, el problema de seguridad interior que presenta, no es comparable a las dificultades que deben enfrentar países de la región como México y Colombia, por nombrar algunos, cuestión que bajo ningún punto de vista es igual a no tener un máximo seguimiento del fenómeno, ya que, se han reportado sistemáticas muestras de comercialización de drogas, en función de organizaciones de narcotráfico, internaciones de cargamento de cocaína por la frontera norte, entre otros nuevos fenómenos a estudiar.

Sin embargo, hay una contradicción vigente y coloca en cuestión la hipótesis de la institucionalidad/gobernabilidad interna del país, cual es, la problemática de los pueblos originarios, siendo la expresión mapuche la más estridente, en cuanto visibilidad e influjo sobre el sistema político y sociedad en general, la cual, desde la perspectiva de la institucionalidad, tiene una importante representación en la convención constitucional (de los 17 escaños reservados, 7 son mapuches) con su primera presidenta en la persona de Elisa Lincón. Más allá de la política pública interna explicita desde la recuperación de la democracia, existe una permanente actividad desde grupos rebeldes mapuches, los cuales se despliegan sobre el territorio de la novena región, prioritariamente, siendo acusados como actos terroristas, por una parte, mientras, por otros, como legitimas reivindicaciones ante el sistemático despojo de tierras (con encarcelamientos asociados), sin perjuicio de las cedidas por la política pública implementada. A esta situación se agrega el no reconocimiento político institucional como nación autónoma, buscando canalización institucional y política vía Convención Constitucional.

Chile y su proyección internacional

En este sentido, el ordenamiento político administrativo y una cultura política apegada a la legalidad y la normatividad (aunque hay que reconocer, que la gestión de los retiros de los 10% de los fondos de pensiones, siempre se realizaron con dudosa técnica legislativa-constitucional, pero en legitimidad política y social), harían de Chile depositario de una tendencia a la entropía negativa, no siendo la misma, lo suficientemente puesta en valor, en cuanto proyección internacional. Lo anterior, es importante de consignar, ya que, una de las tendencias entrópicas en América Latina se encuentra en su atomización, de hecho, se observa la precariedad de las instancias de integración regional, donde han sido tenues los afrontamientos “regionales” a la pandemia. No se observan pronunciamientos y gestiones sustantivas para el abordaje del tema desde cooperación regional a nivel económico, ni menos político, hecho que,sin perjuicio de entenderse producto del contexto de pandemia, termina profundizando la acción de los países de forma unilateral[19],escenario muy distinto de lo que ocurre con la Unión Europea, la que igualmente, ha visto cómo han operado unilateralmente los estados en la responsabilidad política que les cabe, pero con mayores oportunidades conscientes de integración .

Ciertamente, esta situación se explica en parte porque no existe un liderazgo asertivo en la región, dado que los “gigantes regionales” como México y Brasil han sido los más golpeados por la crisis sanitaria. Este aspecto, devela, además, cómo geopolíticamente hablando, los países de la región se encuentran lejanos no sólo de integrarse, sino de proyectarse consistentemente en el contexto regional y mundial, como actores relevantes para el concurso de la política mundial.

Chile, como país con una inserción internacional razonable, a su escala económica y organizacional que lo caracterizó desde la recuperación de la democracia en adelante, con un modelo de desarrollo de apertura económica global (neoliberalizante) podría, entonces, fortalecer su poder blando, planteándose como un referente en el manejo de la pandemia, siempre y cuando exista una articulación política a nivel del ejecutivo que tenga en miras fortalecer esa aparente posición de liderazgo, con todas las dificultades que implica. Sin embargo, esta inserción se realizó, fundamentalmente, por medio de un modelo de desarrollo de apertura económica neoliberal, el cual, hoy por hoy, se encuentra deslegitimado sociopolíticamente y hasta socioculturalmente, en cuanto explicaría los altos niveles de desigualdad socioeconómica y otras en contexto interno.

Si bien, junto con una escamoteada Cancillería, que hoy se encuentra al debe respecto de coordinaciones que permitan una política pública que recoja este rasgo descrito (más otros errores, como por ejemplo, señalar que el estallido – revuelta social se había superado dada la institucionalización en la convención constitucional y adicionando otros aspectos como el manejo de la pandemia[20]), la misma es testigo de un proceso constitucional en marcha, el cual tiene por principal propósito redefinir el pacto social nacional, el que busca superar los aspectos fundamentales que logró la constitución de 1980, que concretó, un modelo de desarrollo económico, que hoy se espera superar, impactando de esta forma la proyección nacional en clave de política exterior. Es decir, la política exterior del estado chileno necesita una redefinición, la que deberá esperar las definiciones de cuál modelo, cuál Estado y cuál inserción internacional debiese desarrollarse tras el resultado de esta Convención, antes de formalizar la descripción de la contingencia que logra el MINREL por medio del documento, ya consignado y titulado como “A UN AÑO DEL 18-O: EL CAMINO DEMOCRÁTICO E INSTITUCIONAL DE CHILE”, firmado por su ministro Andrés Allamand.

Todas las medidas deberían basarse en la cooperación internacional, fortaleciendo la imagen país a nivel regional y global, pero con vocación latinoamericanista, a través de una proyección de un modelo democrático y solidario emanado desde la convención constitucional, que muestre un proceso de humanización, valorando la dignidad de las personas como sujetos democráticos en un sistema de derechos y deberes. Chile no es el “oasis” de la entropía latinoamericana y lucha también por generar entropía negativa. Pero sin dudas, la voluntad institucional hacia el orden democrático puede marcar la diferencia, ya que, a mayor y mejor democracia, pueden canalizarse mejor las tendencias entrópicas generando un proceso de perfeccionamiento del sistema de derechos y deberes y del proceso de humanización.

José Orellana Yáñez

Geógrafo. Doctor en Estudios Americanos por una Universidad de Santiago de Chile con especialidad en Estudios Internacionales. Magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile. Profesor de la Escuela de Ciencia Política y RR.II, UAHC y Académico Colaborador de Estudios Contemporáneos.

 

Sebastián Sánchez

Historiador. Candidato a Doctor en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago de Chile con especialidad en Estudios Internacionales. Master en Historia Contemporánea, Universidad Autónoma de Madrid.Director de Estudios Contemporáneos.


[1] https://es.statista.com/estadisticas/1107719/covid19-numero-de-muertes-a-nivel-mundial-por-region/

[2] https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20210522-am%C3%A9rica-latina-y-el-caribe-superan-el-mill%C3%B3n-de-muertes-por-covid-19

 

[3]Véase: Orellana, J y Sánchez S. “Sudamérica y su entropía geopolítica en pandemia” https://www.elquintopoder.cl/internacional/sudamerica-y-su-entropia-geopolitica-en-pandemia/ y “¿Entropía Geopolítica en Norte y Centro América?. https://www.elquintopoder.cl/internacional/entropia-geopolitica-en-norte-y-centro-america/

[4]https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin-precedentes-ultimas-decadas-impacta

[5]Existen sendos informes que dan cuenta de la vulneración de derechos, entre ellos el referido a naciones unidas, encargada por la Alta Comisionada para los Derechos Humanos Sra. Michelle Bachelet https://www.ohchr.org/Documents/Countries/CL/Report_Chile_2019_SP.pdf

[6] PNUD (2018). Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile. https://www.cl.undp.org/content/chile/es/home/library/poverty/desiguales--origenes--cambios-y-desafios-de-la-brecha-social-en-.html

[7]https://www.elquintopoder.cl/internacional/sudamerica-y-sus-geografias-multitudinarias-algunas-coincidencias/

[8]https://www.elquintopoder.cl/politica/la-geografia-de-la-multitud-el-peso-de-la-noche/ y https://www.academia.cl/comunicaciones/columnas/incertidumbre-nueva-constitucion-v-s-el-peso-de-la-noche

[9]https://www.bcn.cl/procesoconstituyente/detalle_cronograma?id=f_cronograma-1

[10]https://www.pagina12.com.ar/255559-irlanda-estatiza-los-hospitales-privados-para-enfrentar-el-c

[11]https://www.elquintopoder.cl/salud/nuevamente-en-el-2020-la-atencion-primaria-de-de-chile-siempre-heroe/

[12]https://es.statista.com/estadisticas/1196443/vacunas-contra-covid-19-administradas-por-cada-100-habitantes-por-pais/

[13]https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/myth-busters?gclid=CjwKCAjwoNuGBhA8EiwAFxomAw7Zl8etjc7JO9W7UtRzagokbsxD6xw6kSVc8X-hS-pgNplUtqW_tRoCgmYQAvD_BwE

[14] https://fb.watch/6Xcz9lQZvI/

[15] https://www.ciperchile.cl/2020/03/27/espacio-riesco-covid-19-y-la-falta-de-transparencia/

[16] https://www.ciperchile.cl/2020/05/24/la-politica-economica-frente-al-covid-19-en-chile-y-el-mundo-una-invitacion-a-ampliar-las-fronteras-de-lo-posible/

[17] https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin-precedentes-ultimas-decadas-impacta; https://www.cepal.org/sites/default/files/presentation/files/version_final_panorama_social_para_sala_prebisch-403-2021.pdf

[18] https://oig.cepal.org/sites/default/files/2021_ley21325_chl.pdf

[19] https://nuso.org/articulo/que-pasa-con-la-cooperacion-regional-en-salud/

 

[20]https://www.minrel.gob.cl/minrel/site/docs/20201103/20201103162445/el_camino_democratico_e_institucional_de_chile__4_.pdf

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