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Chile: frente a una nueva constitución o una vieja política. Por Gustavo Gac-Artigas

A días de aprobar, o rechazar el proyecto de una nueva constitución me encuentro frente a una disyuntiva: soñé que en mi lejano Chile se abrían los muros, las leyes que nos encerraban en el pasado, que perpetuaban un statu quo en el país en que la desigualdad era más que una simple estadística, era hambre en algunos hogares, humillación en otros, pueblos postergados, culturas negadas. Soñé que los muros de las cárceles que un día habité dejaban pasar la luz, escapar el horror, liberaban las frases de amor una noche escondidas, soñé que estaba soñando.

O quizás soñé que el sueño escapaba de mis manos, ese país amable, ese país en que un día los muros cantaron, en que cada rincón se transformó en un escenario de vida y esperanza, ese país cuyos sueños fueron asfixiados por el odio irracional, ¡como si existiera un odio racional!

A días en que ese lejano pueblo que es mi pueblo decidirá si aprueba o rechaza un proyecto de nueva constitución, a días de decidir si se acompaña el sueño o se le detiene, o se le limita, se le pone egoístas fronteras para preservar, preservar, no cambiar, para impedir que las nuevas generaciones fijen metas y sueños, a pocos días, decía, los silencios, las frases ponzoñosas, el odio irracional, la ambición desmedida, el querer preservar un orden social caduco, o intentar establecer otro orden social, también caduco, amaneceremos y nada será igual.

El 5 de septiembre aprendamos del pasado, aprendamos de nuestros errores, no busquemos culpables o cantemos loas a los vencedores, el 5 de septiembre separemos la paja del trigo, el análisis del panfleto, el vendedor de promesas del que trabaja por un mejor futuro.

El 5 de septiembre cerremos nuestro oídos a las risas de odio, felicitémonos. Sea cual sea el resultado, despertaremos en un país que está en marcha, por un camino no exento de baches, un camino con un gran letrero que nos dice: ojo, curvas peligrosas, no se desbarranquen, avancen, pero avancen con cuidado, sin descanso, avancen.

Quizás soñé que en el Ágora predominaba el discurso democrático, que se hablaba de una constitución para normar y facilitar el desarrollo del país, no para atizar diferencias o crear incertidumbre o estar pensando —minorías pescando en aguas revueltas— en una política populista, sea esta de izquierda o de derecha, al fin y al cabo, no hay gran diferencia entre ellas.

Expulsemos del foro democrático a los nostálgicos de las dictaduras, sea esta de derecha o de izquierda, a los recalcitrantes, a los que sueñan con ejercer un poder ilimitado, a revivir esquemas ya superados, a los que agazapados esperan el resultado para saltar sobre la presa, ese país que piensan saldrá debilitado, cuando el ejercer un acto de democracia fortalece, no debilita.

Queda la espina dorsal, un pueblo que mayoritariamente cree en un cambio.

¿Rechazo?, ¿apruebo?, Chile comenzó un nuevo camino y en el referéndum sobre la nueva constitución no hay perdedores, habemos ganadores, por más que insidiosos fomenten el odio, habemos ganadores, mayoritariamente se sueña con un futuro mejor.

El autor es escritor, poeta y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en los EE. UU.

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