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Chile hace historia: de la nueva izquierda a un nuevo progresismo. Por Gustavo Gac-Artigas

Cuando las necesidades de los pueblos no son resueltas, cuando la injusticia campea por los caminos de Latinoamérica, cuando la inequidad azota la conciencia y la riqueza producida por los pueblos se acumula en pocas manos, los gobiernos y sus propuestas no cumplidas son transitorios.

Cuando la distribución del agua, y sobre todo su saqueo por parte de industrias y terratenientes amenazan la madre tierra y sus frutos escasean y se vuelven inalcanzables para llevar a la mesa de los humildes; cuando se extraen los minerales y queda el hoyo mientras las ganancias van a las grandes corporaciones; cuando se ofende al que consideramos diferente; cuando la violación de los derechos humanos es pan cotidiano y sus víctimas son marcadas de por vida; cuando se exige un techo digno, salud, incluyendo la mental, educación para todos; cuando hay tantos “cuandos” sin resolver y se intenta dar soluciones transitorias sin realizar los cambios necesarios, un cambio de rumbo es imperativo.

Cuando se intenta jugar con las esperanzas de los pueblos y la corrupción avanza en los gobiernos, el fracaso de un modelo se acelera.

Tal fue el caso de lo que se llamó la nueva izquierda en Latinoamérica, marcada por la llegada al poder de Hugo Chávez en febrero de 1999, hasta el triunfo del social demócrata Álvaro Colom en Guatemala a fines del 2007, el exobispo Fernando Lugo en Paraguay en junio del 2008, todos gobiernos de izquierda elegidos democráticamente en un continente en que durante las dos décadas anteriores 14 presidentes fueron derrocados y no pudieron terminar sus mandatos.

Ola de esperanza.

Sin embargo, no basta con la esperanza, es necesaria la transparencia para impedir el saqueo de las arcas fiscales, el romper con las malas prácticas del pasado, el realizar, no reformas sino cambios profundos para cambiar el rumbo de la historia.

Fuimos testigos del fracaso de esa nueva izquierda, vimos algunos de sus gobernantes transformarse en autócratas, los vimos refugiarse en cargos políticos para evitar el peso de la ley, vimos y vemos sus pueblos lanzados por los caminos de Latinoamérica intentando escapar del hambre, de la falta de libertad, de la asfixia de un sistema el cual, por haber creído en él, hace su muerte más dolorosa.

Ayer Chile hizo historia y llegó al gobierno un nuevo progresismo, un gobierno que, al decir de su joven presidente, Gabriel Boric, (36 años), sabe que el camino no será fácil y que será un largo camino por recorrer más allá de los cuatro años de su gobierno, que no se trata de aplicar esquemas del pasado, de repetir errores del pasado.

Un nuevo progresismo camina por Latinoamérica dejando atrás los fantasmas del pasado, los modelos del pasado, los errores del pasado, la falta de diálogo y soberbia, el creerse los poseedores de la verdad, superiores, y no escuchar y mirar en menos desde nuestros hermanos hasta nuestros vecinos allende las fronteras.

Chile nos mostró que, para producir un cambio estructural, una refundación de la sociedad se necesita de sangre joven, mujeres y hombres que tengan la energía, la fuerza y la voluntad necesaria para emprender ese cambio, que tengan la fuerza necesaria para reconocer sus errores, puesto que errores habrá, pero que no intentarán ocultarlos, al contrario, los expondrán y buscarán junto a sus pueblos la solución.

Ayer Chile nos mostró no solamente un cambio generacional, nos mostró un nuevo camino en la construcción de un Chile más amable y justo, nos mostró que no bastan promesas de reformas, que se necesitan cambios estructurales, cambios en la forma de dialogar, en la composición del gobierno, un gobierno con mayoría de mujeres, esas que marcharon en las calles el 2019, esas que levantaron sus voces bajo la dictadura, esas que dicen basta a la violencia machista en los hogares.

Chile nos mostró que para cambiar se necesita cambiar la constitución y darse las herramientas para construir el nuevo Chile, esa nueva constitución que, incluyente, reemplazará la heredada de la dictadura, esa nueva constitución, herramienta del presente para construir el futuro.

Los miles y miles de chilenos que saludaron al nuevo presidente, que, sedientos de justicia bebieron de sus primeras palabras nos mostraron que, el nuevo gobierno no es el de Gabriel Boric, es el del pueblo de Chile acompañando el cambio, dispuesto a caminar y hacer un nuevo camino al andar.

Deseémosle buena suerte a Chile y su pueblo, a su presidente y sus pueblos, a las mujeres de Chile que hoy son parte preponderante del poder y acompañémosles en su camino.

Gustavo Gac-Artigas es escritor, poeta y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en los EE. UU.

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