"Nuestra justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la atmósfera irrespirable. Dura o inflexible para los de abajo, blanda y sonriente con los de arriba". Decía el poeta Vicente Huidobro en 1925, en su obra "El balance patritico". ¿Habrá cambiado la realidad en estos casi 100 años?
Al parecer nada cambia y, por extraña razón, parece empeorar. Recientemente un conocido empresario vitivinícola padre de un senador e importante dirigente político, fue condenado por reiterados abusos contra sus propias nietas y, a pesar de los testimonios con videos incluidos, la justicia no lo declara un peligro para la sociedad y lo manda a su casa para que siga con sus "fechorias".
La base de un Estado de Derecho son tribunales independientes, imparciales y probos, sin embargo muchos de los veredictos y actuaciones de la justicia chilena, parecieran contradecir eso. Basta ver los WhatsApp filtrados de otro caso impune (caso Hermosilla), para "sorprenderse" al ver como el lobby impudico, desvergonzado y descarado es la forma normada que tiene la clase política para colocar a los suyos e impartir justicia.
"Nuestra justicia está podrida y hay que barrerla en masa", decía Huidobro en 1925. De seguro hoy en día el aristocratico bate, dirigiría su pesada pluma contra los mismos de antaño o sus hijos, sus nietos y protegidos que siempre tienen iguales apellidos y comportamientos siniestros.
Los mismos que piden las penas mal altas para delincuentes comunes, pero que guardan vergonzoso silencio ante las tropelías y perversiones de sus parientes cercanos. Los mismos que mercantilizan hasta los hogares de menores desvalidos, como tal de ganar dos monedas de vergüenza.
Es tanto el descaro que se las arreglan para silenciar a su propia prensa, cuando un editor asqueado pretende relatar las atrocidades de sus "tatitas". Lo que sucede en Chile, ya ni siquiera da para sorpresas y lamentos, apenas para esbozar una mueca de cínica indolencia, ante historias tantas veces repetidas.
"¡Que mueran ellos, pero que no muera el país!", sentenciada el poeta Vicente, indignado por lo que veía en sus tiempos. ¿Qué poeta, qué autoridad, qué persona de bien, se levantará para decir las verdades verdaderas en nuestros tiempos?
Daniel Recasens Figueroa
Periodista