Tras el aplastante triunfo del rechazo al texto para una nueva constitución propuesto por la asamblea constituyente los diferentes analistas y “opiniólogos” de Chile y del mundo se preguntan ¿por qué perdió el apruebo cuando la gran mayoría quiere una nueva constitución, y cuáles son las consecuencias de ese fracaso?, para luego esbozar una explicación.
Y en el fondo todos tienen algo de razón cuando con, o sin buena intención, emiten su veredicto:
⎯fue un rechazo al gobierno de Boric. Cierto, en parte fue un rechazo al gobierno de Boric que al ser partidista dio pie a que se confundiera nueva constitución con nueva forma de gobernar.
⎯fue el miedo. Cierto en parte, la derecha desató una fuerte campaña de desinformación y del miedo, antigua treta para ocultar la desigualdad.
⎯fue la falta de claridad del texto propuesto y el confundir el rol de una constitución, ley de leyes, referente al que se acudiría para dirimir una consulta acerca de la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley, con el rol correspondiente a leyes enfocadas a lo contingente, problema o proyecto.
⎯fue el confundir el rol del gobierno, del legislador, con el del constituyente, y cada uno intentar asumir el rol del otro.
⎯el ofrecer soluciones de acuerdo a mis convicciones y no al del sector implicado, en una actitud colonizadora digna del pasado: yo pienso por ustedes. Propuestas, sea dicho de paso, que fueron rechazadas por la mayoría de los concernidos y es evidente que estoy hablando aquí de los pueblos originarios, aunque a decir verdad en una visión global se perdió en todo el país.
⎯actitudes extremistas de minorías que pensaron que podían imponer su voluntad sobre la mayoría.
⎯el querer sacarse la espina de tantos años de sufrimiento, de tanto fracaso y pensar que había llegado el momento de imponer su punto de vista con respecto a la gobernabilidad del país: vivimos un momento histórico y es mi momento, tengo que aprovecharlo.
⎯actitudes revanchistas que llevaban como trasfondo experiencias donde una constitución no se vota, se aplica, y al que esté en desacuerdo, duro con él, y es evidente que me refiero a individuos de uno y otro extremo; en el fondo una dictadura de derecha y una dictadura de izquierda son hermanas gemelas.
⎯en los análisis se busca la razón de la sin razón: por qué los agricultores de Petorca que no tienen agua y dependen de los camiones repartidores para tener el agua necesaria, que saben que sus paltos necesitan agua en medio de una sequía votaron rechazo mayoritariamente cuando el nuevo texto buscaba declarar el agua un derecho humano, bien común inapropiable.
Y aquí está la madre del cordero, no se estaba pensando en una constitución, se estaba pensando en una ley, en una fracción y el texto propuesto no se pensó como un todo, se pensó como suma de votos: si pongo esto, tengo a estos votando por mí. Se pensó electoralistamente y no constitucionalmente, se invirtieron los roles, en vez de pensar por todos para todos se pensó en me daré el gustito, me sacaré la espina que tengo clavada en mi corazón, rescataré el pasado, impondré, como a mí me impusieron.
Tras el triunfo del rechazo se arriesga caer en lo mismo, cambiar el rol de un constituyente por el de individuos que buscan cómo imponer sus ideas, cómo reglamentar hasta el más mínimo detalle en un aparente ejercicio libertario cuando en realidad buscan crear una constitución coraza.
No, no son los agricultores y las paltas en Petorca, no es la Araucanía y los pueblos originarios, no son los pescadores artesanales, no son los estudiantes, no es la salud, y a la vez son todos, todos esperando leyes que den solución a sus problemas, a sus aspiraciones, y es tarea del gobierno dar solución a sus aspiraciones, a sus problemas.
Al mismo tiempo es una mayoría la que espera una nueva constitución, una que garantice los derechos de todos y que en ese todos se garanticen los derechos de las minorías, una en la cual los intereses de una minoría no se opongan a los de la mayoría, una que en lo individual garantice mi derecho a pensar, que garantice mi derecho a dialogar, mi derecho a la palabra, que garantice mi derecho a disentir, que garantice que en el futuro, si fuera necesario, se pueda cambiar y que mis derechos avancen sin negarme mis derechos.
En fin, una nueva constitución que sobrepase la pregunta del porqué se perdió o se ganó. Eso es pasado y en el presente no caigamos en las trampas del pasado, no confundamos constitución con políticas públicas y sobre todo no traten de reglamentar mi vida para dominarme.
Si continuamos con la política de triquiñuelas, de zancadillas, de repartija del poder, de intentar imponer, de intentar que prime la premura a la calma, la improvisación al diálogo y razonamiento, de tapar hoyos en vez de construir un camino, de sacar réditos, de decir yo estoy dispuesto al diálogo, pero murmurando en el pensamiento: siempre que acepten que están errados, que mi palabra representa la palabra del pueblo de Chile, que mi posición es la que defiende los intereses del pueblo de Chile, que al fin y al cabo reconozcan que yo soy el pueblo de Chile.
Y si continúan con declaraciones y luego excusas, como para remachar el daño, si se piensa primero en número y distribución política de los constituyentes y no en el rol que deben jugar, si se piensa en plazos y no en tiempos de reflexión, si se piensa en reglamentar no para facilitar el trabajo de los constituyentes sino para amarrar al constituyente, podemos terminar con otro rechazo o apruebo que puede abrir las compuertas a una dictadura, esas donde no se vota, se impone e impera el silencio.
Estamos cerca de las fiestas patrias, por favor no apuren la cueca que puede terminar en refalosa.
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El autor es escritor, poeta y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en los EE. UU.