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Chile quiere un «Contrato Social» y no un acuerdo nacional de la clase política. Por Juan Pablo Pezo Dalmazzo

La pandemia está demostrando que jamás hemos sido un oasis en Latinoamérica, sino más bien un iceberg, en donde a simple apariencia todo es hermoso del agua hacia arriba, pero en el fondo se encuentra toda la basura de la injusticia social del modelo.

El 18 de marzo pasado el presidente de Chile Sebastián Piñera aseguró en cadena nacional que nuestro país estaba más preparado que Italia para enfrentar la pandemia. Sin embargo, casi dos meses más tarde, el 17 de mayo ha declarado que Chile tampoco estaba preparado. Justificando toda la negligencia de su gobierno frente al virus, excusándose que incluso los países más desarrollados no la vieron venir.

Así, considerando su primera declaración fanfarrona, posteriormente, la segunda dando excusas para justificar su mal manejo a la cabeza del Estado, es para cuestionar a quienes asesoran a este presidente. Tal vez, este hombre no escucha a nadie, no prepara sus entrevistas ni sus discursos, habla más de la cuenta, siempre la termina embarrando y ejemplos hay de sobras.

Su excusa no se justifica, porque tuvieron dos meses para prepararse. En marzo la pandemia estaba causando un enorme desastre sanitario en Europa, ya habían contagiados en Chile, por tanto, el hambre que están sufriendo las familias más vulnerables es responsabilidad del actual gobierno por su falta de planificación para ayudar a quienes no pueden darse el lujo de hacer una cuarentena. Se sabía que un sector importante de la sociedad chilena no tiene las condiciones económicas para confinarse, porque esta pandemia esta demostrando que jamás hemos sido un oasis en Latinoamérica, sino más bien un iceberg, en donde a simple apariencia todo es hermoso del agua hacia arriba, pero en el fondo de encuentra toda la basura de la injusticia social del modelo.

Muchas familias viven el mes a mes, con salarios bajos referente al alto costo de vida, pagando la educación de sus hijos, comida, transporte o la hipoteca. La triste realidad de la mayoría de nuestros compatriotas es trabajar para sobrevivir y pagar deudas. La mayoría de los adultos mayores reciben jubilaciones que no dan para tener una vida digna y feliz en las últimas décadas de sus vidas. Entonces, con toda esa precariedad es imposible hacer una cuarentena sin una ayuda potente del Estado, asistiendo directamente a las familias más proclives para disminuir el contagio del coronavirus.

El arte de gobernar es el ajustamiento del pensamiento a la historia, la base de la racionalidad política necesaria para que la República resista a la furia de las armas, preservar la libertad republicana para asegurar la estabilidad del Estado y garantizar la eficacia del gobierno (Maquiavelo, “El Príncipe” 1513). En consecuencia, si nos apegamos a la definición maquiavélica, podemos constatar que este gobierno es especialista en el arte del desgobierno, en la indolencia, en la ineficacia, en la falta de empatía y en el espíritu antidemocrático que se cristaliza a los largo de su mandato desde marzo del 2018. Porque hay que estudiar la historia para no reproducir los mismos errores de gobiernos pasados, porque se necesita una racionalidad política para no acudir a las armas para reprimir al pueblo, porque esa represión se vuelve en odio e insurrección, porque simplemente un gobierno eficaz garantiza estabilidad, armonía y libertad para la sociedad.

Nuestro país, estuvo dormido, espero por mucho tiempo la promesa de la alegría ya viene, una sociedad anestesiada por la sociedad del consumo, en donde las migas fueron para la mayoría y el pan entero para la avaricia de un pocos. En el país donde se termina la tierra, al fin del mundo, la injusticia reina y es hora de hacer un −Contrato social−, pero no cualquiera, ni acordado entre gallos y medianoche por una clase política totalmente deslegitimada por el mundo social.

El Contrato Social (Rousseau, 1762) es el acto por el cual un pueblo es un pueblo. En esta simple fórmula, encontramos un enigma que es el «es»: el acto por el cual un pueblo «es» un pueblo. El acto por el cual una multitud, individuos con cada uno su propia voluntad, se convierte en un pueblo. Esta es la base de cualquier sociedad justa, la idea es que cualquier Estado, cualquier República regida por leyes, debe necesariamente basarse en el consentimiento, la promesa, el acuerdo de todos los individuos que decidan juntos asociarse. El contrato social es un acto de asociación, no es en absoluto un pacto de sumisión en el cual el pueblo tiene jefes, amos o un rey…

En lo concreto el−Contrato Social− es la esencia de una República, enmarcada en una Constitución, en la cual el único soberano es el pueblo vía la voluntad general. La de Chile, esa impuesta por una dictadura, ratificada por un plebiscito viciado, con ideólogos civiles ultraconservadores se parece más a la teoría contratista de Thomas Hobbes descrito en el Leviathan (1651), en la cual el soberano no es el pueblo sino el legislador. Para Rousseau la voluntad general pieza es clave para un Contrato Social y la define como: «A menudo hay una gran diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general; la primera corresponde a los intereses privados; y la segunda corresponde al interés común » «Cuando el nudo social comienza a aflojarse y el Estado a debilitarse; cuando los intereses particulares comienzan a hacerse sentir, el interés común se altera y encuentra opositores, la unanimidad ya no reina en los votos, la voluntad general ya no es la voluntad de todos»

Ahora bien, esta Pandemia está mostrando al mundo las grietas del modelo social y económico chileno. El gobierno para distraer la atención de su responsabilidad en la horrible gestión de esta crisis sanitaria, está convocando a la clase política a un gran “Acuerdo Nacional”. Nuevamente, este gobierno acude a los partidos para salir del paso y éstos acuden al llamado como si la ciudadanía les tuviera la confianza necesaria para legitimar sus pactos.

Definitivamente, no escucharon nada de lo que el país en su mayoría les estaba comunicando en los meses precedentes a la llegada del virus: Estamos cansados de ustedes, queremos una Asamblea Constituyente para redactar nuestra Constitución, basta de abusos empresariales, basta de injusticias, basta de privilegios para quienes han vivido por décadas de la política, basta de extractivismo, basta de la democracia de los acuerdos, etc. Esta semana pudimos observar como otra vez el Senado, fuente de riqueza en recursos económicos y simbólicos votaron en contra del límite de mandatos retroactivos para no tocar sus intereses, seguir viviendo de la política con suculentos sueldos.

En conclusión, Chile quiere ser un pueblo soberano, en donde el sentido común prime en la voluntad general de la ciudadanía, no en los intereses de unos pocos empresarios y partidos políticos. En estos momentos en donde la pandemia está causando un gran dolor en los sectores sociales más desprotegidos, el país no necesita acuerdos entre la clase política, sino reales medidas, que den un sustento contundente a las familias que no tienen los medios para hacer un estricto confinamiento e inyectar todos los recursos necesarios en nuestros hospitales públicos para impedir que sigan falleciendo más de nuestros compatriotas.–El Contrato social– se hará cuando el pueblo sea legítimamente soberano redactando su propia Constitución.

Juan Pablo Pezo Dalmazzo
Licenciado en ciencias políticas en la Universidad de Lyon 2, Maestría en ciencias políticas y Master en sociología de las instituciones políticas en la Universidad Panteón Sorbona de París

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