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¿Chile se quedó sin inteligencia?

PUNTO DE VISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS DE LA COMPLEJIDAD SOCIAL CON REFERENCIA A LA CRISIS DE OCTUBRE DE 2019

Chile vive una crisis institucional, social, ética, política y cultural, cuyo punto de inflexión se presentó en la tercera semana de octubre de 2019, pero que sin duda se ha larvado durante muchos años, quizás décadas. La crisis institucional, tiene una profunda y prolongada raíz, se expresa, con todo su drama, en el momento en el que se sintetizan y explotan tensiones y conflictos de complejo origen y salida. «» Nuestro país es el que más ha crecido en América Latina desde la década del “80, pero a la vez acompañado de la vergüenza de ser uno de los países más inequitativos del planeta. Chile es poseedor de una riqueza que se ha incrementado notablemente, pero ha existido incapacidad, de mejorar las condiciones de vida de los chilenos.

Múltiples son los ejemplos de aquello. En la educación se lucra, y la gratuidad, es frágil e insuficiente; la salud muestra buenos indicadores, pero los viejos se mueren esperando atención; las pensiones condenan a la pobreza en la ancianidad; las viviendas alcanzan precios de usura y comprometen a las personas para toda la vida; sectores de empresarios se coluden para manejar los precios, los salarios son insuficientes y mantienen a muchos en la pobreza. El Estado no es capaz de recaudar lo que le corresponde, ni de definir una política de impuestos que contribuya a mejorar la cuestión; muchos políticos se hacen financiar sus campañas por empresarios inescrupulosos que capturan su decisión en el Congreso. Todo ello en un país atemorizado por la delincuencia, la criminalidad, el narcotráfico y las malas prácticas.

Las Instituciones Públicas, las privadas, las religiosas muestran serios déficits éticos que los sitúan en la zona de pérdida de legitimidad, confianza y credibilidad.

Se ha abandonado, en nuestra vida cotidiana, la noción de solidaridad, amistad cívica, prójimo, conciliación y acuerdo. Chile dejó de ser un país de gente cortés, amable y hospitalaria. Por el contrario hoy es un grupo humano de gente desconfiada, insensata y temerosa. Decenas de estudios académicos, de organismos internacionales, de grupos de reflexión, de entidades de distinta índole alertaron sobre estas realidades, ¿Por qué líderes y autoridades no fueron capaces de comprender que se estaba en situación de alto riesgo?

Después de varias semanas de movilizaciones que han demandado legítimamente un cambio radical, aún sin construir una agenda de transformaciones, se dio a conocer el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” firmado en el Parlamento por los Presidentes de partidos políticos, que fija un procedimiento para llevar adelante las tareas que permitan alcanzar una nueva Constitución para Chile en el año 2021

Es pertinente señalar que dicho Acuerdo es valorable tanto por su significado, como por la voluntad demostrada. No obstante será necesario ajustar aún más sus premisas por cuanto varios elementos lo pudiesen perfeccionar, por ejemplo: No se incluye una fase ciudadana deliberativa, que permitiría que los constituyentes considerasen las propuestas ciudadanas; el plebiscito de entrada debería incorporar el voto obligatorio. Los quórums impuestos por los partidos tienden a relativizar la soberanía del cuerpo constituyente, además ante la ausencia de acuerdo, debería llevarse a cabo un plebiscito ratificatorio sobre dichas materias. En paralelo no parece pertinente mantener el sistema de elección de los asambleístas basado en el mismo mecanismo que la elección de los diputados, si se aspira a la participación real de la sociedad.

El Acuerdo no significa olvidar que la responsabilidad fundamental de la crisis es de una élite política que no ha sido competente ni para anticipar y resolver los problemas, ni para escuchar las demandas ciudadanas.

Por otra parte, es claro que la tarea no termina allí. Los chilenos ansían un cambio constitucional creando nuevas opciones de representación política y de participación social institucionalizada, aspiran reconstruir la economía en un modelo de mercado con una clara orientación al bienestar. Avanzar en el cambio profundo de la cultura individualista, en el contexto de una revalorización de lo público, del cuidado del medio ambiente y de la búsqueda de una sociedad pluralista, tolerante y con una nueva vocación ética.

En suma, se requiere una reconstrucción colosal. La crisis, de la cual aún no se ha salido, es muy profunda y el conflicto no se puede eternizar. Hay que ponerse a trabajar. Se requiere más inteligencia política y más inteligencia emocional y menos guerra, amenazas y no más pérdida de vidas y de mutilaciones.

Todo ello sobre la base de un pacto político liderado por el Congreso, y los actores gubernamentales e institucionales con participación formalizada del movimiento social.

Se está en presencia de una tremenda oportunidad real para hacer de este territorio efectivamente un caso de desarrollo ejemplar. A menos que se convenga en que Chile se quedó sin inteligencia y que el tiempo se acabó.

SANTIAGO, noviembre, de 2019.

Contacto: Justo Eduardo Araya Director Académico

+ 56 9 9233 4026

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