Hoy, días después de la eliminación de Chile de la Copa América 2024, comenzamos a oír reiterados comentarios en radio, televisión, redes sociales y en las conversaciones más cotidianas, sobre los motivos (lugares comunes) de dicha eliminación. Los más ‘conspiranoicos’ hablarán de los árbitros e incluso del imperialismo político y económico desde el que explicar que Canadá, ahora, y otro país del norte, en anteriores ocasiones, tuviera que ganar en detrimento de Chile. Otros, menos osados, hablarán de la falta de recambio generacional y del final definitivo de la generación dorada del fútbol chileno. Hablarán “pestes” de Alexis Sánchez y de sus actitudes en esta Copa América. Los más optimistas argumentarán que ha sido pronto para que Gareca pueda haber materializado el nuevo proyecto deportivo, pero que estaremos listos para la clasificación al próximo mundial.
Lo que pocos y pocas suelen decir es que los constantes fracasos de la selección chilena (las dos Copas América ganadas son dos excepciones, maravillosas excepciones, por cierto) son la consecuencia natural de la inexistencia de un proyecto político, económico, deportivo y formativo ligado al deporte en general y al fútbol en particular.
La organización de los juegos panamericanos y toda la infraestructura creada para dicho magno evento nos hizo creer que los problemas del deporte chileno comenzaban a solucionarse. Nada más lejos de la realidad. Terminados los juegos panamericanos todo sigue igual. Comienzan a aparecer conflictos asociados al uso de las instalaciones deportivas creadas[1] y denuncias de racismo en la selección de deportistas[2].
Pero más allá de esos dos conflictos particulares, son muchos los problemas evidenciados en Chile en relación con la cultura deportiva y/o cultura relacionada con la práctica regular de actividad física. A continuación, mostramos algunos de ellos, antes de entrar de lleno en el ámbito específico del fútbol base en el país.
· Escasos espacios gratuitos para la realización de actividad física.
· Oferta deportiva pública poco diversa.
· Inexistencia de una cultura del ocio y tiempo libre que impide a las familias acompañar a los hijos e hijas a la práctica deportiva.
· Altos niveles de violencia en los estadios de fútbol.
· Especialización deportiva temprana, cuando toda la literatura científica nos señala la importancia de que dicha especialización sea en el periodo de 12-14 años. Antes de ello, cuanta mayor diversidad de actividades deportivas, mejor.
· Discriminación de género a la base de la realización de actividad física entre la población.
· Falta de un código ético que nos permita saber que el centro del desarrollo deportivo son los niños/as y jóvenes, porque son sujetos de derechos, y no los intereses económicos de los clubes deportivos que ven en la carrera deportiva un ingreso económico determinado.
· Falta de formación de entrenadores, directivos y familias y falta de espacios formativos. Una formación con poco respaldo científico y muy centrada en la experiencia previa de familias y/o grupos determinados que controlan la lógica formativa que sustenta a cada deporte.
· Racismo aún presente en los deportes.
· Alto niveles de sedentarismo en los niños, niñas y jóvenes chilenos y chilenas.
· Porcentajes elevados de obesidad infantil.
La lista podría continuar, pero centrémonos ahora en la lógica del fútbol joven en Chile.
Lo primero que nos encontramos, y que llama poderosamente la atención, es la existencia de dos campeonatos diferentes. Un campeonato dependiente de la ANFP (Asociación Nacional de Futbol Profesional) en donde están los “cadetes” de los equipos profesionales y otro campeonato dependiente de la ANFA (Asociación Nacional de Futbol Amateur) en donde encontramos los llamados “equipos de barrio”. Esta separación lo único que consigue es ir en contra de un principio básico del desarrollo deportivo de los jóvenes, me refiero a la especialización tardía. Los niños (y sus familias) quieren estar, pronto, en el alto nivel, y eso significa abandonar los equipos de sus barrios para ingresar a los “cadetes”. Y no lo hacen por ambición sino porque saben que estar en dichos cadetes desde muy pequeños facilita la trayectoria al interior de un club profesional determinado. Una vez el niño/a o joven consiguen su sueño anhelado, -ingresar a un club cadete-, el chico(a) ya queda imposibilitado de jugar en su club de barrio. Los equipos argumentan que ello tiene que ver con que el niño “es nuestro” y se puede lesionar. La evidencia nos dice que cuantas más experiencias motrices (tiempo de juego y hablo de juego no de ejecución técnica repetitiva de ciertas habilidades técnicas realizadas fuera del contexto real de juego) tenga el niño mejor será para su desarrollo. Pero esto pareciera no importarles a los clubes deportivos de fútbol.
Además, ingresar a un club cadete conlleva tener que adecuarte a unos horarios de entrenamiento que, en muchos casos, hace que los chicos tengan que decidir entre el fútbol y los estudios (ocurre alrededor de los 15.16 años en algunos clubes). Los más dichosos consiguen terminar sus estudios de enseñanza media en alguna institución online. ¿En qué piensan aquellos que deciden poner esos horarios? ¿En qué piensan aquellos que obligan a otros a elegir entre fútbol y estudios? ¿Qué responsabilidad ética tienen aquellos que hacen esta atrocidad? Y después nos quejamos de conductas indebidas de nuestros futbolistas chilenos: que no saben hablar, que no controlan impulsos primarios, que son machistas, etc. Cuanta más educación exista mayor y mejor será el fútbol de un país. ¿Cuesta tanto entender una ecuación tan simple? Lo peor es que esta situación va en contra de algo tan básico como es el derecho de todo joven a educarse. Y, además, parte de la premisa que para jugar bien a fútbol solo hay que practicar ese deporte. Practicar un deporte, cualquier sea, no sólo consiste en ejecutar ciertas habilidades técnicas, sino que se requiere la comprensión de la lógica interna del deporte que se está practicando y ello conlleva cierta complejidad cognitiva desde la que ejecutar ciertas habilidades deportivas específicas.
¿Qué pasa cuándo algún niño, con 11 años, es querido y/o requerido por otro equipo de mayor nivel? En algunas ocasiones observamos como algunos clubes ponen impedimentos a esos niños y sus familias, pues se guían por lo que ellos llaman los intereses formativos y la respuesta a la pregunta, ¿qué pasa con lo invertido? ¿Es el bienestar deportivo del niño y del fútbol chileno lo que le interesa a los clubes o sólo sus propios intereses económicos?
La especialización temprana provoca, entre otras cosas, que muchísimos jóvenes que han hecho toda una carrera en esos equipos profesionales desde los 9 o 10 años finalmente, y estando a punto de debutar en los primeros equipos, deserten. Sería muy interesante que los clubes deportivos no pudieran entregar esos datos y hacerlos públicos.
Otra temática-problemática interesante tiene que ver con quién está cargo de la entrenar-formar a esos niños(as) y adolescentes. En los equipos ANFA, no existen exigencias profesionales para aquellos que dirigirán los equipos. Sólo las ganas y el entusiasmo son suficientes. En los equipos ANFP existen algunos requerimientos de titulaciones determinadas otorgadas por el INAF (Instituto Nacional del Fútbol, Deporte y Actividad Física) ¿Puede un entrenador joven vivir de este trabajo? Lo habitual es que se vean obligados a tener un trabajo con el que vivir y desde donde asumir dicha dirección técnica como un hobby. Lógicamente eso hace que sea imposible preparar de manera pertinente y profesional lo que plantean en los entrenamientos que dirigen. Y si no son jóvenes profesionales, pues entonces nos encontramos con exjugadores profesionales que ahora vierten sus experiencias previas con los jóvenes. Se nos olvida otra premisa básica: saber jugar a algo no significa, directamente, saber enseñarlo ni entender cómo funciona ese algo. Sólo a modo de ejemplo: es habitual saber usa toda la tecnología disponible a nuestro alcance, pero ello ocurre sin conocer los elementos en los que se basa dicho funcionamiento.
Y qué decir de la lógica de los entrenamientos y los procesos selectivos. Sabemos que en el futbol joven chileno hay un elemento que prevalece sobre otros y que tiene que ver con la corpulencia física. Cuanto más grande sea el niño para la categoría en la que esté, mayores facilidades tendrá de seguir avanzando. Dicha corpulencia posibilita que niños(as) puedan destacar en categorías menores. Muchos otros, con muchas condiciones tácticas y técnicas para el deporte, son descartados porque no cumplir con dichos criterios de corpulencia. Pero cuando el desarrollo asociado a la adolescencia hace acto de presencia y se comienzan a igualar ciertas características físicas, nos damos cuenta de que hemos dejado en el camino a muchos jóvenes con altas habilidades para el fútbol. Después de la corpulencia, el otro elemento considerado como prioritario es el técnico, entendido como la mayor habilidad para conducir el balón y generar regates que puedan permiten marcar goles. Lo individual asociado a lo técnico hace acto de presencia. Y desde aquí observamos a niños(as) que creen que hacerlo bien individualmente ayudará al equipo, pero olvidan la lógica colectiva que define al deporte del fútbol. Es desde aquí que vemos entrenamientos donde lo técnico es casi el elemento exclusivo de dichas sesiones. Dicho elemento es acompañado, en algunas sesiones, por algo de preparación física.
La dimensión que queda prácticamente excluida del aprendizaje en estas edades es la táctica, aunque sabemos que es gran elemento para practicar en el fútbol joven, pues es la dimensión que nos permite comprender el juego en sí y que ayudará a un funcionamiento colectivo del deporte. Responder a las preguntas, ¿cuáles son las opciones que tengo ante una situación de juego determinada? O ¿por qué no puedo hacer lo que sé que es correcto hacer? Son cuestionamientos excluidos de la práctica del fútbol joven. Es por esto que si tú preguntas a entrenadores, jugadores y familias del fútbol joven por principios como amplitud ofensiva, profundidad defensiva-ofensiva, superioridad numérica, equilibrio defensivo-ofensivo, cambios de ritmo, desmarques de apoyo, desmarques de ruptura, ayudas, temporizaciones, desdoblamientos, apoyos, creación de espacios, progresión en el juego, vigilancias ofensivas, marcajes por zona, mixtos o individuales, repliegues, pressing, permuta, cobertura, temporizaciones, basculaciones, desdoblamientos, reducción de espacios, ayudas, vigilancia defensiva, etc., es poco lo que podemos escuchar como respuesta. A lo más se nos comenta que eso lo aprenderán cuando sean más grandes. Sin duda que la conceptualización de estos principios se irá aprendiendo a lo largo de años de práctica y entrenamientos, pero todos ellos se basan en un principio básico de la táctica que se resumen en una pregunta, ¿por qué y para qué hago lo que hago y no otra cosa?
Los invitamos a ver, e intentar disfrutar, de un partido de fútbol joven, ya sea en los clubes de barrio o en los cadetes de algún equipo profesional. Lo que mayormente encontramos es un futbol tosco, de mucho balonazo hacia delante, de alguna acción individual destacable y de mucha lucha física. Es poco lo que uno puede observar con relación a la comprensión táctica del deporte.
Con todo lo descrito, qué podemos esperar del fútbol chileno. Pues nada más y nada menos que lo que tenemos.