Los paradigmas vienen cayendo en completa inutilidad al momento de definir la naturaleza institucional de un país o las ideologías que sustentan los partidos y movimientos políticos y sociales. La propia dicotomía entre dictadura y democracia parece no encontrar distingos claros al momento de catalogar muchos regímenes de la Tierra. Del mismo modo que declararse socialista, liberal, conservador o progresista no sirve de mucho ante una realidad tan compleja y abigarrada como la que existe.
La propia lucha por el “retorno a la democracia” en Chile y otras naciones que tuvieron regímenes castrenses expresó muy distintas intenciones. Hubo quienes se sintieron en democracia cuando pudieron votar para elegir a sus autoridades, mientras que otros hasta hoy prefieren llamarle posdictadura a lo que vino después de Pinochet, advirtiendo que mientras no tuviésemos una nueva Constitución no podríamos dar por alcanzada la soberanía popular.
De lo que no hay duda es que persisten en Chile estructuras y rasgos autoritarios que fueron heredados de la Dictadura, así como conquistas que siguen pendientes para poder asumir que parlamentarios y gobernantes realmente representen al pueblo y no sean meros productos de la millonaria propaganda electoral, de las insanas componendas, como de la inobjetable influencia que ejercen los medios de comunicación que, en algunos casos, exhiben menos diversidad y pluralismo que antes. Todo lo cual se traduce en que el voto ciudadano no es suficientemente libre e informado como ocurre en países de mayor nivel cultural y espíritu cívico.
La misma composición partidaria del gobierno de Gabriel Boric se muestra como una extraña amalgama de izquierdistas de los más distintos pelajes, además de comunistas, liberales, socialistas “democráticos”, pasando por socialcristianos, ecologistas verdes y otras expresiones. Se habla que todos ellos están cruzados por “dos almas” diferentes que tironean al Ejecutivo para distintos lados, aunque en la práctica parece ser que las decisiones de La Moneda atienden mucho más a las demandas de los derechistas y opositores. Compuestos también por quienes fueron acérrimos partidarios del gobierno de Pinochet y por otros que ya no gustan de ser cómplices siquiera pasivos de los horrores cometidos durante 17 años de autoritarismo
En efecto, las reformas económico sociales que Boric y su círculo más cercano prometieron si llegaban al gobierno hoy apenas subyacen debajo de la agenda de seguridad reclamada e impuesta por la derecha ante la evidencia de que se ha desbocado la criminalidad, la penetración del narcotráfico y otras lacras. En los últimos días, el Ejecutivo viene poniéndole sordina a sus grandes ofertas, como la reforma de los sistemas previsional y tributario. Al mismo tiempo que se abandona la idea de una profunda transformación de las policías, allanándose solo a la posibilidad de hacerle pausadas reformas, aunque, por de pronto, se admite darles más armas y atribuciones para reprimir a los inconformes con el estado actual de la economía, la educación y la salud.
Concretamente, para reprimir las manifestaciones callejeras, las vindicaciones históricas de los mapuches y emprenderlas contra la inmigración de quienes se sindica ligeramente como los principales responsables de los delitos y criminalidad que campean de norte a sur.
Incluso en un año de gestión la famosa promesa de paridad, ya ha sido vulnerada con la incorporación al gabinete ministerial de un hombre en reemplazo de una mujer, lo que rompió con la correlación de sexos.
Para los ciudadanos que deberán emitir su sufragio en los comicios venideros de verdad resulta imposible distinguir hoy el ideario de los social cristianos, comunistas, socialistas, radicales y ese cúmulo de denominaciones y emblemas que todavía se añaden a los rostros de los millares de candidatos. Como también costaría mucho trazar una línea divisoria entre los UDI, los republicanos, los militantes de Evópoli y de Renovación Nacional. También parece muy difícil saber qué representan aquellas expresiones nuevas como el Partido de la Gente, el Partido Regionalista Verde y otras colectividades.
Por todo esto es que lo que prevalece hoy en Chile, y también en otros países cercanos, es la masiva desconfianza hacia toda la clase política. Más aún cuando se comprueba que los referentes y líderes nuevos terminan comportándose en el poder como todos sus antecesores, en cuanto a sus abusos de poder, desfalcos, nepotismo y otros vicios que, por cierto, se visualizan mejor, todavía, en los más de 350 municipios del país, con múltiples alcaldes y concejales imputados y hasta prófugos de la Justicia.
Hace tiempo que la política no se constituye en un servicio público sino más bien en una atractiva posibilidad de acceder a un cargo bien remunerado. De allí que los partidos, ahora tan disminuidos en el número de sus militantes, luchan con dientes y uñas para acceder a los miles de puestos que se ofrecen las administraciones nacionales y comunales. Dada la flagrante inconsistencia ideológica, en los últimos días se discute en el Parlamento la posibilidad de cesar en sus cargos a diputados y senadores que desobedezcan las órdenes de partido o cambien de militancia y bancada. Los ejemplos llueven al respecto, y el fenómeno se asocia a la posibilidad de alcanzar ventajas personales como la de asegurarse la reelección a través de otra tienda o conglomerado.
En el pasado, lo que ocurría en el mundo tenía su correlato en la política nacional, especialmente en los tiempos de la guerra fría. Hoy sorprende que tanto el gobierno izquierdista actual como en anterior de derecha hayan demostrado tanta coincidencia en cuanto a someterse al influjo de los Estados Unidos. Sin remilgo alguno y en plena complacencia con todas las infamias perpetradas por la Casa Blanca contra la paz y el respeto a la libre determinación de los pueblos.
Llama la atención, sin duda, que quienes abogan tanto por la democracia y el respeto los Derechos Humanos, “donde sea se vulneren”, nada digan respecto de una nación como China que todavía se declara comunista y cuyo régimen dista mucho de parecerse a alguna de las democracias occidentales. Seguramente en resguardo de las exportaciones de Chile a este país, comercio que tanto favorece a los grandes empresarios chilenos, quienes, en esta materia, demuestran plena complacencia con las posturas del oficialismo. Mientras que en otros países de la región se adopta una posición de neutralidad y pro paz hacia el conflicto ruso ucraniano, aquí se le ofrece tribuna al presidente Volodímir Zelenski para expresar vía streeming su posición ante nuestro Congreso Nacional en pleno. Transmisión que contó con la asistencia masiva de parlamentarios. Ciertamente que, con Rusia, Chile no ha alcanzado un intercambio comercial relevante que justifique siquiera considerar las opiniones del presidente Putin.
Como en el tango, nada o muy poco queda de identidad y solvencia ideológica de nuestra política y sus principales actores. Realmente, ya da lo mismo ser de izquierda o de derecha. Lo mismo que de centro derecha o centro izquierda. Liberal o librepensador. “Da lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, pretensioso estafador… Los inmorales nos han iguala´o. De los cambalache se ha mescla´o la vida…”