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“Con las riendas del poder” La derecha tras el plebiscito. Por Tomás Ignacio Reyes

Con un lapidario resultado, el plebiscito constituyente del domingo 4 de septiembre significó un balde de agua fría al avance de transformaciones estructurales a la Carta Magna pinochetista. La derrota no sólo se tradujo en esos términos, pues este martes el presidente Boric realizó un cambio de gabinete que giró hacia el centro político, con el retorno concertacionista, a fin de convocar una mayor adhesión política al conglomerado gubernamental en aras de impulsar las reformas propuestas. En este mismo proceso, Nicolás Cataldo (PC) había sido nombrado como nuevo Subsecretario del Interior, pero a minutos de su oficialización, el gobierno decidió mantener en el cargo a Manuel Monsalve (PS).

Fue la derecha la que presionó por desechar el nombramiento de Cataldo, debido a unas declaraciones en redes sociales sobre el desmedido accionar de Carabineros en las manifestaciones del 2011 y del 2021. Sin ir más lejos, en este último se refirió a la violencia en la Araucanía como la “crisis de Wallmapu”, por sobre denominaciones como la Macrozona Sur, tan profesada por la derecha. Evidentemente, tras el resultado del domingo la derecha sabe que tiene el sartén por el mango, en tanto logró recoger en su narrativa histórico-política a ese Chile profundo que aboga por un Chile unido (y único), lejos del comunismo y del mundo indígena; es decir, la derecha en particular y el Rechazo en general, se acercaron a aquellos estratos que apelaban por una ciudadanía (neo)liberal en el país, al punto de centrar su argumento, tal como lo hizo Felipe Kast, al valorar los treinta años posdictatoriales.

La reacción conservadora a la revuelta de octubre fue más fuerte de lo pensado, al punto de hacer resurgir una narrativa pinochetista. Ello porque, en cierta medida, la campaña del Rechazo se definió por un relato similar, pues estableció, al igual que como lo hicieron con el período de la UP, un estadio de caos y destrucción basada en la permanente amenaza roja que significó el Estallido, a lo cual se le añadió un elemento que, a su vez, moldeó el relato dictatorial: la exacerbación del nacionalismo, en tanto se comprendió la plurinacionalidad con un afán divisorio, proliferando un discurso de unidad nacional y social que la clase política ha tratado de recoger en aras de una Constitución que -fantasiosamente- nos una.

La pregunta es qué tan posible puede ser la unidad en un Chile que aún vive los resabios dictatoriales y que no ha logrado quebrar el consenso posdictatorial. Podríamos seguir los lineamientos del pinochetismo y dejar de mirar el pasado, pero es imposible mientras sigamos conviviendo con él. No sorprendería que la propia derecha deje intacta la actual Constitución o que la adorne con alegorías que no generen aquellas transformaciones por las que el Chile del 2019 tanto abogaba, por lo que, tal como ocurrió en el 2005, parece que las cosas cambiarán para que nada cambie, en un contexto donde la derecha vuelve a tener las riendas del poder aun sin estar en la Moneda.

Tomás Ignacio Reyes
Investigador del Observatorio de Historia Reciente de América Latina y Chile, UDP.

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