Analizamos aquí las nuevas formas de lucha que surgen al incorporar al estudio del conflicto político el espacio virtual al que accedemos con dispositivos y equipos electrónicos. Con esto aludimos a las huellas y marcas que imprimen los poderes constituyentes que operan allí y que pasan a formar parte de su contenido y configuración. Estas huellas son expresión de su poder y están en relación asociativa o de competencia unas con otras. Se expresan con mayor frecuencia mediante textos, imágenes, videos o audios, pero pueden también adoptar formatos menos corrientes, estructurados de otra forma, para transferir e imprimir esos espacios con datos, códigos, información o desinformación. Es un hecho que no sólo los grandes poderes, sean empresas, partidos o Estados, operan intensamente en los distintos ámbitos de la realidad virtual participando por diversos medios y formas en sus disputas y enfrentamientos. Todos, de una u otra forma, participamos en ello en redes y plataformas, propias, selectivas, abiertas o públicas. Al analizar estas actividades trataremos de destacar los principales actores, los que imprimen con mayor fuerza estos espacios dejando huellas más profundas, de otros cuya gravitación existe, pero es menor. Esta distinción nos permitirá separar a los operadores más potentes y activos, que marcan los espacios de realidad de manera más consistente, profunda y duradera, de los actores principalmente pasivos cuyas identidades y roles están en gran medida determinados por los anteriores. En esto es también necesario incluir la consideración de los factores temporales propios de la política ya que son distintos los momentos de decisiones importantes marcadas por elecciones de autoridades de representación popular o plebiscitos en que se deciden cuestiones claves de política nacional o internacional, de otros momentos, por lo general más largos y duraderos, en que no hay decisiones trascendentes, períodos de relativa calma, en que la lucha baja de tensión y la sociedad entra en negociaciones institucionales entre las fuerzas opuestas que ya han formado mayorías y minorías, de alguna manera más flexibles, en las cámaras de representantes o entre los distintos poderes del Estado. Esta impronta configura realidades virtuales con formatos y patrones de mayor complejidad y riqueza en áreas acotadas del ciberespacio. Aquí nos interesan en la medida que estas actividades y sus resultados se refieren a nuestra sociedad, en tanto definen rasgos principales de interés social, político y cultural de los distintos protagonistas entre quienes se desarrolla el conflicto político y las luchas de dominio y poder. Los poderes que actúan sobre estos espacios pueden ser de diversos orígenes y estructuras. Pueden encontrarse medios de información y comunicación de masas, redes y plataformas de información, comunicación y relaciones públicas de carácter económico, comercial, financiero, político o institucional. Empresas, instituciones u organizaciones nacionales o internacionales. ONG, grupos o personas pertenecientes o no a alguna institución. Sus intervenciones, mensajes o marcas revelan en gran medida sus propósitos e identidad, aunque las tecnologías actuales están permitiendo cada día más fraudes y engaños sobre los verdaderos autores y objetivos de sus mensajes. Estas notas pretenden encontrar las marcas y sellos que estas actividades imprimen en los principales actores del conflicto social, por lo que nuestro trabajo no sólo consiste en identificar las huellas sobre los escenarios en que ellos actúan, sino también y principalmente en los sellos de identidad y de roles sociales que los grandes poderes imprimen sobre estos sujetos y los determinan en sus caracteres, ánimos, sentimientos, emociones y decisiones. Este interés se ha hecho relevante por los profundos cambios tecnológicos de los últimos años, en especial de aquellos que han desplazado una parte importante y a veces crítica de las actividades de personas, empresas e instituciones desde lugares y formas físicas y sensibles a formas virtuales e intangibles de trabajo, actividad y recreación. La política, la diplomacia y la guerra, entre otras, han seguido este camino. Una parte creciente de sus actividades se desarrolla en el ciberespacio, mediante equipos y comunicación electrónica, con medios y lenguajes de representación simbólica, de códigos y datos. La tecnología habilita y amplía esta nueva dimensión de la actividad humana, sustituyendo o integrando sus viejos modelos y paradigmas en formas híbridas cinético - cibernéticas. De forma creciente el espacio de toda actividad humana es multidimensional lo cual requiere conocer y ajustarse a las exigencias y formatos de las nuevas tecnologías. Esta realidad se viene incorporando al quehacer político, pero no siempre se abren por completo y a tiempo las nuevas habilidades en reemplazo o complemento de otras que pierden vigencia. Los frentes de lucha política e ideológica se van ampliando y se enriquecen con una amplia gama de nuevos escenarios. Cambian en profundidad los lugares de interés y lucha, actores, tramas y relatos. Cambian los discursos; cambian los imaginarios. El mundo físico y toda la geografía terrestre y espacial son revestidos, editados y reeditados, y en gran medida también enmascarados, con nuevas imágenes y representaciones, sellados y marcados diaria y constantemente con nuevos mensajes, discursos, textos y contextos, formatos y patrones, entramados, visiones, razones, símbolos, códigos y datos. Las múltiples dimensiones y capas se montan e instalan sobre la realidad natural o artificial ya constituida, se sobreponen como coberturas unas sobre otras cumpliendo funciones, que permanecerán mientras dure activo su sostén y no sean cubiertas y reemplazadas por otras de renovada identidad o distinta significación. La era de la información invade todos los espacios. No hay refugio. Todo espacio o lugar, toda persona o institución, todo instante es editado y reeditado miles y millones de veces por capas, con mantos de información o desinformación, códigos y datos, pixel a pixel, con sellos, huellas y marcas que como hojas barridas por el viento caen sobre la selva viva y social de ciudades, pueblos, calles y plazas, campos, minas, mares, selvas, ríos y desiertos. Nada escapa a la industria humana. No hay ya más naturaleza desnuda. No hay espacio crudo intocable. No hay ya ni persona ni un sí mismo inocente, distante, solitario, cuya imagen y alma no sean editados y reeditados una y mil veces por los medios que lo sellan con su marca indeleble y volátil, aún por los más distantes, en apariencia leves y lejanos. Todo poder dejará en ellos su marca de identidad, su huella digital sobre la piel suave de la persona, la membrana más resistente y rugosa del grupo o la institución, o la frágil o dura toponimia del lugar. Todo podrá y deberá pasar, pero quedará depositado como capas geológicas unas sobre otras que con el tiempo se irán acumulando, formando la memoria de lo que algún día fue nuestra sociedad. Cambian las relaciones sociales. La correlación de fuerzas se ajustará a los nuevos escenarios, al nuevo rol y a la fuerza actual de los protagonistas. Entran a gravitar en ellas nuevos contenidos. Se relevan nuevas fortalezas, recursos y habilidades. Surgen también nuevos impedimentos, tropiezos, atrasos y debilidades. Algunos grupos se adaptan con mayor rapidez y facilidad a los nuevos escenarios, aprendiendo más rápido a combatir en los nuevos terrenos con las nuevas armas. Se torna clave estudiar y aprender con máxima rapidez las nuevas tecnologías y los profundos cambios que acarrean en los distintos factores y variables. Se hace indispensable estar al día en el acelerado cambio científico y tecnológico que ocurre en todas partes. No se puede perder pisada, a riesgo de resbalarse, perder una oportunidad única o ver sepultado o postergado por largo tiempo los objetivos de una causa. Nada puede dejarse para más tarde o descuidarse. Un matiz puede ser motivo del éxito rotundo o de un profundo fracaso. Nada debe dejarse al azar. Todo debe cuidarse. Teoría y práctica son indispensables. El espacio social existe en las pantallas. Allí se manifiesta todo contenido que aspira a formar parte integrante de una sociedad. Si un suceso no llega a ellas no existe como dato social. No impregna el espacio en que todo lo social transcurre, fluye y se decide. No gravita, no pesa, no informa ni determina con sus palabras, códigos y lenguajes el espacio físico o virtual. Todo lo que llega a las pantallas niega contenidos anteriores cambiando sus formas. Las sustituye, aunque se mantenga su sentido, su interés y su intención. Tener vigencia en las pantallas es estar formando parte como manifestación de alguna fuerza que marca y pone su sello en algún pliegue, lugar o clave del sistema operativo de la máquina social. Allí no llega cualquier cosa, actriz o actor. Hay una elevada complejidad de los sistemas que controlan los flujos de información y comunicación, independientemente de su contenido de verdad o falsedad. Esta complejidad tiene un componente político de alto poder, alta sensibilidad, polaridad y exclusividad. Son aparatos ideológicos de Estado con funciones políticas estratégicas claves. Sabemos que pueden cambiar los gobiernos y los partidos gobernantes, pero los medios de comunicación hegemónicos, empresas siempre poderosas, normalmente se mantienen en las mismas manos que son los grandes capitales nacionales e internacionales. En las pantallas están los 5 sentidos, la mente y el corazón. Es por ello el lugar del alma humana, de la sociedad y de la civilización. Es también el lugar donde se decide el destino del Estado y de la Revolución. En la lucha de clases es clave prestar atención a la disputa por la presencia en las pantallas donde se observa la actuación de los más mayores poderes constituyentes, claves de movimientos y transformaciones en todo ámbito social. Esto obliga a desplazar recursos hacia este frente, reconociendo su alta significación, los secretos y medios que requiere una industria en que la actualización y los recursos son claves. El poder que se presenta en pantalla no es único ni ofrece de frente su poder. Las pantallas son solo terminales de instalaciones y redes de alto poder, enraizadas en lo profundo de la sociedad, enhebradas y coordinadas, fuertemente especializadas, con potentes nodos de acumulación, procesamiento y elaboración de datos, con alta densidad de trabajo especializado y respaldos de capital poderosos, normalmente asociadas a redes trasnacionales de alta cobertura y poder global, de cuidado diseño y constante monitoreo de eficiencia y resultados. Buscar un contrapeso a los medios hegemónicos que dominan en pantallas ha sido siempre y en todas partes un difícil desafío para los sectores populares. Se hace extremadamente difícil competir en una industria tan sofisticada, con requisitos de capital y trabajo tan enormes, con exigencias tecnológicas de alto nivel y en constante revolución. La gran burguesía sabe muy bien lo que tiene en sus manos cuando la domina y maneja. Conoce perfectamente la importancia crítica de sus armas. Les da preferencia siempre en su estrategia y su táctica, pero esconde, disimula y enmascara sus mejores recursos y su poder real. Son tecnologías blandas al fin y al cabo, pero reconocidas desde antiguo por su enorme eficacia. “La guerra es una contienda moral que se gana en los templos antes que en los campos de batalla”, gran verdad expresada por Sun Tzu, general, estratega militar y filósofo de la antigua China, ampliamente conocido y apreciado no sólo en el arte militar; también en diplomacia, información, economía y finanzas. La propaganda en la época digital exige conquistar atención, audiencia y espacios claves. Es la llamada economía de la atención que se ocupa del manejo del alma, tanto del cuidado de la propia para evitar la creciente vulnerabilidad a las tecnologías invasivas que maneja el capital, como para el trato entre amigos, eventuales socios y adversarios, también expuestos a los manejos de la nueva física, química y biología sociales. Han cambiado las leyes que operan en estos espacios. De leyes puramente naturales han pasado metafóricamente a ser leyes con vigencia en asuntos sociales. Verdad y falsedad, fe y credulidad, fidelidad, ánimo, adhesión, estabilidad, permanencia, caducidad, fragilidad son todos componentes claves del paisaje, la decoración y el mobiliario que encontramos en los secretos recintos de la economía de la atención, conceptos claves en la lucha social que han sufrido y siguen sufriendo cambios al ritmo acelerado de la revolución científica y tecnológica. Se hace necesario redefinir la distribución de fuerzas y recursos. Todo va cambiando; debe ser ajustado. La lucha en terrenos físicos y geográficos se ha desplazado integrando ámbitos imaginarios, haciéndose híbrida en muchos casos. Los adversarios corren con ventaja. Han incorporado parte importante de las nuevas tecnologías en ámbitos claves de la realidad social. Están más al día en tecnologías disruptivas, ciencia, educación y cultura. No obstante, es una situación que debiera cambiar. Para acortar la distancia hay que ponerse al día en todo lo necesario. Estudiar y comprender las nuevas formas, materiales y lenguajes que gravitan en las relaciones sociales, asumiendo que las formas de contacto e influencia hoy incorporan una amplia gama de dispositivos tecnológicos. Esto concierne a empresas, comercio y finanzas, a los medios de información y comunicación, y también a los dispositivos e instrumentos de emisión y recepción de señales y mensajes entre personas, organizaciones, colectivos y todo tipo de instituciones sociales. En estos escenarios el empleo masivo de redes y plataformas de internet es un ingrediente clave de la lucha popular, un factor que no se puede desconocer o despreciar, una herramienta que puede romper trabas, fronteras y obstáculos que han servido de tropiezo al avance del progreso social. Las sociedades actuales son esencialmente híbridas, imperando un nuevo paradigma de socialización, más intenso, denso, multiforme, universal y variado. Las personas, individuos y organizaciones están incluidos, conectados, invadidos, bombardeados con mensajes de forma permanente. La privacidad se reduce drásticamente. La intimidad desaparece. El ciberespacio en que todo se instala y edita constantemente es local y regional, pero a la vez universal y global. Al mismo tiempo, desigual, sesgado y asimétrico. Nunca hay identidades ni similitudes perfectas ni completas. No hay espacio social plano, liso, uniforme, homogéneo, equivalente. Cada punto del espacio y cada momento del tiempo está cargado con marcas y sellos de poder siempre cambiantes. Todo se mide, se ajusta y reajusta de forma constante. La topología social es siempre de clase. No hay ni espacio ni tiempo natural, virgen, neutral, crudo. Cada unidad social, por mínima que sea, siempre estará cargada y polarizada por fuerzas políticas, económicas, culturales, diplomáticas o militares, cercanas o lejanas, Inmediatas o mediatas, propias o ajenas. Todo tiene ya su impronta social, su marca personal o industrial, polarizada por intereses y decisiones visibles e invisibles. Detrás de cada instante o lugar, de cada existencia social, sujeto u objeto, definiendo su identidad, su rol y función social, hay siempre una o múltiples fuerzas que le sirven de sostén y respaldan su vigencia. Sin esa fuerza de sostenimiento, de orden y cohesión, que establece su identidad y sus relaciones con la totalidad, perdería su causa y razón de ser, el poder que la constituyó con la lógica y las coordenadas de operación de ese ámbito. La pérdida de vigencia y el inicio de caducidad de un ser social marca la pérdida del orden que lo definió y lo mantuvo vigente. Cae disuelto por una entropía social irremediable, convirtiéndolo en polvo, material disgregado, sin fuerza cohesiva ni densidad. Se habrá convertido en una forma espectral fantasmagórica, pasajera, volátil, sin sentido ni orientación, sin polaridad, perdiendo contacto con la tensión invisible que sostenía su vigencia a distancia manteniéndola como forma y parte de su espacio y su tiempo. Esta transformación alterará el equilibrio de la correlación de fuerzas en ese momento y lugar. Si no hay nueva intervención del sujeto retirado para reponer y reforzar su posición será conquistado por otra fuerza, asociada, contraria o distinta. Todo puede ser des-localizado en tanto objeto o sujeto por la realidad fluctuante de lo social y los medios de intervención cinéticos o cibernéticos. Las posiciones que se pretendían fijas y estables, que antes se dieron por firmes y sólidas, pueden ser intervenidas, impactadas, vulneradas, desgajadas de su medio o su suelo, desestabilizadas y descolocadas desde cualquier punto y por cualquier fuerza. La base firme y estable de una ciudad, una comuna, un barrio, un almacén, fábrica o territorio, aceptado por habitual y natural por la costumbre en la vida diaria es siempre un lugar social editado, una fachada, una representación realizada por medios diversos, industrias y tecnologías de manejo de la información, editado y reeditado de manera constante por diversos agentes y propósitos. El territorio y el contacto físico sufren impactos de influjo virtual, infiltrados por diversas fuerzas, modalidades y propósitos desde empresas y consorcios de alto poder que pueden contratarse para fines específicos pagando su costo. Lo social se transforma en una masa líquida, moldeable, una cera que de momento puede parecer virgen y original. En realidad, material espiritualizado, editado mil veces, siempre abierto y apto para recibir y asimilar, con placer o a la fuerza, nuevas formas y figuras, perdiendo gran parte de su rigidez y firmeza. La estabilidad social cambia cada día más, suave o bruscamente. La tecnología convierte en fragilidad toda convicción. Toda representación asume su papel como material editado, sujeto u objeto comprimido y modelado, fraguado en la argamasa social para ser amado u odiado, atractivo o repulsivo, amigo o enemigo, creíble o sospechoso. Lo permanente caduca con mayor facilidad a alta velocidad. Se hacen posibles y frecuentes los cambios bruscos de opinión. La comunicación masiva y el Bigdata hacen posible las decisiones y actuaciones modeladas desde fuentes distantes de acción inmediata. La inteligencia artificial refina el objetivo y el target de la presión modeladora todo lo deseado. Sólo se requiere disponer de los datos de propiedad de los grandes consorcios tecnológicos que dominan el mercado digital trabajando en su obtención y edición, la emisión de informes y la falsificación. Grandes poderes que venden y compran sus servicios sin perder de vista su objetivo estratégico, prestar servicios a quienes puedan pagar por mentalidades modeladas a la carta. Cambia la mecánica y la dinámica social. Será menos rígida y material. Menos de sólidos. Más fluida, de líquidos y gases. Menos firme. Más fluctuante. Espacios y tiempos pierden uniformidad, coherencia, semejanza, simetría, continuidad. Lo plano y recto abre espacio a lo curvo y chueco. Pliegues y repliegues se hacen dominantes. El reino del tiempo continuo, uniforme y suave acostumbrado deja lugar a lo contingente, la sorpresa y el sobresalto. Lo inexplicable ronda por doquier. La causalidad segura de todo acto u ocurrencia abre paso a la irrupción de lo incierto. La duda se abre paso quebrando tradiciones y confianzas. Toda acción humana tiene que adaptarse a riesgo de dejar de ser, de evaporarse en una nada intrascendente, de transformarse en residuo social, ser olvidada e ignorada sin velorio funerario, sin sombra de adiós. Cambian las formas de hacer política, sujetos, objetos, escenarios. Cambia la ingeniería de construcción y de destrucción social. Cambian los sistemas, reglas y leyes de equilibrio y estabilidad. Se redefinen fortalezas y debilidades. Lo sólido o frágil se redefine con nuevos instrumentos. La tecnología invade toda subjetividad. La economía de la atención pasa a tener un lugar privilegiado. Todo pasa a estar determinado por resortes y palancas intangibles y virtuales. Aumenta la gravitación de mensajes, códigos, palabras, imágenes, videos, flora y fauna de mundos imaginarios, representaciones de la representación mayor, lo social abstracto que se cuela y escabulle por los poros de la que fue alguna vez nuestra identidad. Cambian tiempos y espacios. La distancia, lo lejano se reduce o desaparece. Reina lo instantáneo, lo directo, lo inmediato. Todo se hace cercano. La forma física, dura, pesada, gravitante tiende a esfumarse en una levedad al alcance. Se lucha, se domina, se somete en espacios híbridos, con una amplia variedad de elementos y amarras. Se redefine dominios y servidumbres, influencias y liderazgos. Personas, cosas, lugares, instituciones, tiempos, instantes se reeditan y reinstalan cambiando relaciones, contactos, significados, roles, unidades, alianzas. En este mundo plástico en que nada ni nadie tiene permanencia asegurada cambian también los códigos que sellan y definen verdad y falsedad. La realidad fluye, corre, se expande, se contrae, se dilata, se tuerce, se levanta en un pliegue por un instante para ser abatida después desde otro lugar. No hay figura que permanezca incólume e intocada. Todo puede ser desbaratado como torres de piedra que pierden el soporte que las mantiene unidas, apretadas, cohesionadas y erguidas por una fuerza invisible, la fuerza de gravedad. Han llegado nuevas fuerzas invisibles, ubicuas, que operan desde cualquier lugar y en cualquier instante, que pueden ordenar su destrucción, desplazando el principio que las instituyó y las mantuvo vigentes y en pie. Viejos códigos y dogmas quedan obsoletos. La entropía social las derrite. Han perdido el piso sólido para sostenerse. Se disuelve la fuerza y el poder de ordenamiento del sujeto y la autoridad que las estableció y les dio vigencia al cambiar la realidad social, su respaldo y referencia. El pegamento que instituye y mantiene el orden social se debilita hasta desaparecer al sufrir el atentado corrosivo de la tecnología, acelerador implacable de la entropía social. Los sujetos son otros. Los objetos son otros. Las reglas son otras. Un nuevo principio las constituye y distribuye, las ordena y reordena con insistencia desde imaginarios y fines impredecibles. Nuevas dimensiones y sensibilidades definen y ordenan el espacio social. La sociedad digital transcurre en el ciberespacio transformándose en un cuerpo en movimiento, híbrido, elástico, modelado, editado y reeditado constantemente por vectores intangibles, cercanos o remotos, eficaces determinantes de sujetos, objetos, actores, espectadores, escenarios, tramas, relatos, historia y memoria. No hay forma de congelar lo social e impedir su envejecimiento acelerado, su corrupción, su otoño inevitable, el derretimiento de sus formas por tecnologías invasoras que avanzan sin permiso, en carrera acelerada y desplazamiento transfronterizo, con operación, legalidad y legitimidad otorgada de forma explícita o tácita por el mercado en todas partes. Los órganos, instituciones o lugares del espacio social sufren estos fenómenos de forma asimétrica, desigual, diversa y con distinta intensidad, dependiendo de su historia, su organización, su función, sus soportes visibles o intangibles, sus maniobras previsoras y anticipatorias. La forma y velocidad de adaptación tecnológica es variable. Depende de múltiples factores y condiciones, con consecuencias en la tasa de sobrevivencia de todo sujeto u objeto, de sus partes y componentes, esenciales o superficiales, de su aspecto o presentación, de las formas en que pierden o mantienen su imagen e identidad en la representación social, en su prestigio, su rol, su vigencia y la eficacia de su función. Todo este proceso rompe la lógica del paradigma anterior, creando nuevas plantas geológicas y topográficas, componiendo industrialmente una topología social en que todo se redefine en nuevas y raras formas de heterogeneidad. Todo debe ser revisado a la luz del avance tecnológico porque este ha irrumpido en profundidad, ha modificado todo el paisaje social, lo hace de manera heterogénea y está lejos de detenerse. Toda vigencia en distintas métricas ha caducado. Toda fuerza ha perdido o ha sido desafiada en su valor, sea por los cambios en sus propias condiciones o los ocurridos en sus competidores o adversarios. Nacen nuevas formas y metodologías de autoridad. El autor y el actor de hoy no son los de ayer. Su identidad está hecha de otros materiales. Sus relaciones se establecen por cuerdas y cordajes distintos. Un temporal en la sociedad de hoy como el de octubre de 2019 es distinto de los anteriores. Tal vez antes no era posible. El pegamento social con que se construyó Chile después de la dictadura no resistió. Hubo que empezar a construir de otra manera porque las creencias, vigencias y fidelidades en gran parte y profundidad caducaron. Las industrias de entretenimiento, de información y comunicación siempre han jugado roles importantes en la lucha de clases, pero han cambiado tecnologías, materiales, destinatarios, medios de formación y transformación. El modelado de la mente y la conciencia no ha resistido el paso del tiempo. Ha cambiado en profundidad logrando eficacia y eficiencia impensables. Se fabrican y modelan industrial y masivamente los escenarios donde sienten, piensan, actúan y viven los actores. Su actividad y pasividad se redefine diariamente. Se modela su alma para que opere en ellos y se conduzca de una forma útil, funcional, disciplinada, normalizada, en procesos livianos, sutiles, suaves, de preferencia intangibles. No existe país natural, inédito, crudo, inocente. Todo espacio, lugar o territorio, físico o virtual, está desde ya editado, modelado, producido, calculado para que en ellos se den las plantas sociales, para que florezcan y se reproduzcan, para que expandan su influencia, para que extiendan su contagio, para que este constituya y confirme con firmeza el tejido de todo, para que cueste menos reproducirlo y para que sea el territorio materno, la cuna acostumbrada, el lugar natural de la reproducción de los humanos y el espacio operativo del capital. Todo espacio es ya escenario social, teatro de actividad editada de sujetos y objetos modelados. Ha sido pasado antes, ahora y después por la industria de información y desinformación, por la fábrica que elabora y comunica el formato jerarquizado del espacio social, lugar ya nunca más espacio físico natural. Las leyes físicas y naturales que lo gobiernan y lo rigen han sufrido el montaje que las recubre con nuevos significados, un nuevo ropaje de sellos y lenguajes, señales de su insignia social. El espacio ha sido reapropiado y llevará ya siempre su marca de fábrica y una impronta de roles y clase social. Será siempre ya editado y reeditado, marcando sus caracteres sociales aprovechando sus raíces y bases naturales. A los objetos de destino – personas, organismos, instituciones – la industria los instalará ahí modelándolas constantemente con datos y códigos, medios de identidad, roles y funciones, subordinadas a distintas escalas a las instituciones y propietarios del sistema social. Toda topología será social y tendrá sello de clase. No habrá lugar crudo, neutro, no orientado ni polarizado por las fuerzas de dominación. Cada lugar y cada instante tendrán marca de fábrica y propiedad. El sentido social será impuesto por medios tangibles e intangibles con sellos de edición social jerarquizada. Ciudad, comuna, barrio, calle, plaza, negocio, colegio y país tendrán marcas de fábrica. Serán híbridos porque habrá muchas manos, fábricas, empresas y Estados que intervendrán. La impronta que marcará la selva social no permanecerá ya nunca quieta, firme, estable. Estará intensamente sometida a presiones de superficie y subterráneas, evidentes o clandestinas. Será siempre espacio disputado con ardor y pasión, de lucha y dominio, competencia igual o desigual por la propiedad, el uso y los frutos del trabajo y la ganancia del capital que se extraerán cada hora, día y año de cada lugar. Vivimos una sociedad acostumbrada que nos parece evidente y natural, sin sorpresas, con facilidades y tropiezos habituales, obra de todos y de nadie. No se conocen ni interesan los autores del registro y del sellado de todo: sujetos, objetos, espacio y lugar. Salvo excepciones, a nadie parece interesar ni reconocer autorías y ediciones. Actuamos como dormidos, soñando, representando roles asignados y sellados, marcas y códigos, representaciones, máscaras que nadie descubre ni distingue porque son comunes y parecen pertenecer a todos y a todo. Parecen no tener autor. Poco se notan las desigualdades, resistencias, marginaciones; los profundos abismos y fronteras que nos separan a unos de otros. La propiedad parece desaparecer con la pérdida de privacidad. Se desvanece con la sociedad de la información, la producción y la comunicación digital. No parece haber sospecha ni fraude. Nadie podría desconfiar de algo tan global, que abarca todo y parece funcionar con regularidad, con ruidos y fricciones normales a su complejidad y tamaño. Nadie parece interesarse en descifrar más allá de la apariencia, debajo o sobre lo que parece real sin más, el sello, la edición y su marca de fábrica. ¿Para qué y a quiénes podría interesar el autor, el ejecutor y la propiedad? Todo parece estar bien hecho. La industria humana parece haber aprendido muchas lecciones en su historia. Cuando la sociedad funciona en régimen las estructuras y funciones esenciales no interesan. Parecen pertenecer a su naturaleza, a su operación regular, al funcionamiento de una maquinaria ajustada por naturaleza, por nadie en especial. No cabría sospechar responsabilidades. Sólo en períodos de tensión revolucionaria se hace visible su estructura, los orígenes y fundamentos de cada sector, cada rol, cada función, el contenido de clase que sella todo instante y todo lugar. Se hace visible en esos momentos la verdad de su hechura, el origen y realidad de todo el ser social. De ahí también su fragilidad y lo posible de un cambio esencial.
Marzo 2024
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