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Congregarse en torno al vino chileno. Por Alex Ibarra Peña

Congregarse es una palabra religiosa que designa la reunión de una comunidad de creyentes que comparten una fe desde la revelación de un misterio. Podemos tomar esta palabra para usarla en reuniones entre personas que comparten un credo, una creencia, una convicción. Una extensión de este concepto sirve para referirnos a otras prácticas alternativas a las exclusivas de las prácticas religiosas, que no por eso se escapan a una cuestión casi mítica, en cuanto que nos sentimos convocados a participar de un misterio que nos ha sido revelado.

Varias ferias de vinos que se vienen realizando, la aparición de algunos bares de vinos y la composición de cartas de vinos en algunos restaurantes, muestran que está vigente un circuito de lugares en los cuales podemos juntarnos a compartir nuestra convicción por la calidad de los vinos chilenos ofrecidos por los pequeños productores que han ido tomando conciencia a favor de una elaboración de los mostos sin o con escasa intervención. Los y las protagonistas son de orígenes y formaciones vitales distintas, cada cual con sus historias singulares pertenecientes a distintos valles del país.

Una de las buenas ferias son las que vienen convocando la pareja de sommelieres Alan Grudsky y Camila Mosca, desde el año pasado en lo que hoy es su espacio llamado De Culto Wine Bar, en Avenida Nueva Costanera. Un lugar que cuenta con una variedad notable de vinos en su carta y que incluso pueden ser degustados por copa accediendo a los consejos que aportan ellos mismos o los distintos productores y enólogos que aparecen por ahí cada semana.

Otro de los aportes significativos que han logrado realizar son las Tiny Tasting, experiencia que reúne a varios productores a la vez en un ambiente de diversión en el cual no falta la comida, ni la música y tampoco el baile junto a otras expresiones artísticas. Convirtiéndose en un verdadero templo que nos recuerda que el vino es cultura. El fin de semana pasado se realizó una nueva Tiny que como siempre nos permiten el diálogo con productores conociendo más relatos que contribuyen a la construcción de nuestra historia vitivinícola acrecentando la memoria para este hacer tan propio de nuestro campo reuniendo sabiduría y conocimiento. Es una fiesta celebrativa poder reencontrarse con amigos que son referentes como Sergio Amigo, Javiera Ortúzar, Ricardo Lowick, Gonzalo Matta, etc.

En esta oportunidad tuve la suerte de conocer al respetado enólogo Rodrigo Romero empezando una conversa que quedó abierta y sin cerrar, cumpliendo la expectativa de los mitos que nunca se cierran abriendo siempre más preguntas, de su propia mano pude probar dos de los vinos que motivaron el trabajo realizado en Viña Trapi del Bueno que son uno de cepa Chardonnay y otro de Pinot Noir provenientes del sur, ambos de esos mostos perfumados y que perduran en boca. Especial atención me causaron las conversaciones en el puesto de la Viña Itata Paraíso con la buena orientación de José Covarrubias y María Fernanda Devia mostrando varias etiquetas con un exquisito Carignan que es de los más queridos por su productor Cristóbal Ramírez. Otro vino que me pareció notable fue el País Pipeño que presentaba Daniela Tapia de Estación Yumbel.

Estas ferias que vienen congregando a los amantes del vino chileno son siempre una hermosa posibilidad de encuentro que no cesa de encantarnos. Se valoran estos testimonios que son los que estimulan la tarea de seguir contando parte de las historias del vino, reuniendo sabidurías que mantienen una importante historia que merece un reconocimiento más popular como parte de nuestra cultura y expresión de nuestra identidad.

Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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