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Conquistar gobiernos sin alcanzar poder: un freno para los cambios con acomodo a lo existente. Por Luis Osorio Olivares

Al concebir una sociedad como un espacio en el cual debe existir un estilo de convivencia beneficioso para todos, habría que imaginarse un grado importante de desarrollo en el cual se ponga de relieve al ser humano, atendiendo a características de cada persona y también a las formas de relacionarse en un colectivo, donde todos y todas son importantes. Una visión de este tipo haría del estado actual de cosas, algo muy diferente sin propagación de lo que se podría considerar como factores negativos, que se distribuyen en diferentes países, y dan pie a las políticas de seguridad, que han llegado a Chile, consecuentes con un problema del cual ya somos parte, y con responsabilidades que también nos pertenecen.

Situarse en un momento en que se propaga en el discurso la intención de una “sociedad mejor”, relativiza en demasía las condiciones existentes de las mayorías, ya que la realidad nos aleja de una sociedad con atisbos de algo justo para el colectivo, y el espacio para el anhelo discursivo que se pretende instalar, no se fundamenta en ninguna base, por el hecho de convivir en una sociedad sin ningún asomo a lo “justo”, y alejada de lo que transcurre en realidades más bien de índole y percepciones individuales, que otorgan visiones y percepciones de lo que ocurre en lo cotidiano desconectadas del diario vivir.

Así, se nos presenta algo no resuelto y totalmente equivocado, donde ni siquiera se puede transitar al sueño o la esperanza del mejor grado de humanización, que nos lleve a pensar en un futuro diferente, en la cual ya estamos ad-portas de una generación completa que nunca lo alcanzará a vivir. Lo anterior, en ningún caso aceptando la premisa que ese futuro diferente, podría ser mejor, se trata de un devenir incierto.

Inevitablemente los hechos pasan la cuenta y no ha existido el tiempo para elaborar y pensar en una reversa. Al ubicarse una vez más en la historia moderna del país poniendo un hito de partida el año 1970, y por supuesto agregando raíces que hacen retroceder siglos, con un poder concentrado en las elites. Si se plantea la conquista del poder popular en el período del hito inicial, y también ahora, generará la reacción inmediata de un grupo de detractores pertenecientes al otro signo del poder, el cual actúa con ramificaciones: el poder económico; el poder militar, con acceso al uso “legal” de las armas; el poder de los grupos religiosos extremos; y por señalar uno más, el poder doctrinario de la derecha. Se trata del poder “decente y respetado”, que tiene la “misión” de fijar las reglas del juego imponiéndolas por cualquier medio y costo. Es un signo de desequilibrio social y opción por los privilegios, junto al rol hegemónico radicado en un sector político totalmente identificado.

Sin entrar en un análisis del período 1970 al 11 de septiembre de 1973, es claro que la caracterización permite observar el intento de una transformación social de magnitud, sujeta a una oposición tenaz y con una marcada injerencia e intromisión desde los Estados Unidos. Se trata de un período precedido de un gobierno militar, que va sucediendo desde los medios que se utilizaron para la imposición de los fines. El tránsito del terrorismo de estado con violación extrema a los derechos humanos, que le da paso a la imposición de una sociedad que afecta a diferentes áreas propias de la convivencia de los seres humanos: educación, salud, vivienda, entre otras. Son los efectos del período dictatorial, que con posterioridad ya en los años 90 comienza a jugar con un concepto bastante manoseado y al cual se le llama “democracia”.

La primera convicción sobre democracia hace imaginarse “el lado opuesto a dictadura”, y que con su ejercicio la doctrina que guía la sociedad representada por una construcción al detalle de ésta, desaparecería y finalmente en un proceso constructivo emanado del pensamiento y la proyección clara y documentada, de algo diferente, permitirían una transformación profunda y un cambio sustantivo, tanto en las característica de la sociedad como en las convivencias entre las personas, de partida en un ámbito en que la justicia social y la no existencia de inequidades y desigualdades, serían las características de algo nuevo.

Lo anterior, es la representación de otro hito muy significativo y que invita a reflexionar sobre una interrogante ¿en qué momento finaliza la dictadura?

Al respecto, en una entrevista al diario financiero el ex ministro de Hacienda y de Interior en el gobierno militar, Carlos Cáceres, expresaba “…para mí en cierta medida estos primeros años fueron casi una sorpresa, porque yo pensaba que llegado al gobierno la Concertación primaría un pensamiento más socialista o socialdemócrata de la economía. Felizmente, eso no ocurrió”. Es la expresión clara de dos aspectos fundamentales, políticas de continuidad y ausencia de un proyecto de sociedad diferente al trazado en dictadura, que surgiera sobre una base de gran participación, discusión y acuerdos, de las mayorías ciudadanas.

No se trataba de algo inmediato en el período más temprano de post dictadura, pero un tiempo más que suficiente era que en el siglo XXI, desde el 2000 en adelante, ya se comenzaran a ver los primeros resultados, ello no ocurrió. Siempre fue ganando terreno el conservadurismo y una dictadura que dejo una huella presente hasta la fecha, resguardada desde los poderes dominantes.

Los acuerdos, que en su esencia deberían ser actos muy civilizados entre personas para avanzar en una forma de relacionarse beneficiosa para todos y todas, al carecer de un proyecto diferente, siempre van a operar con bordes provenientes de un sistema cerrado al cual hay que “pedirle permiso” para cambios mínimos, lo fundamental permanece en el abandono, en las carencias y en una democracia que no alcanza a superar las barreras que nos rigen por más de 50 años, sin lugar a dudas el resultado de todo lo que fueron los procesos constituyentes, tienen señales de un plan alternativo que tenía la derecha desde siempre ante situaciones conflictivas, en que sus ideales se pusieran en riesgo.

El dicho "verse la suerte entre gitanos" hace referencia a la práctica tradicionalmente asociada a los gitanos de leer la suerte o el futuro, por ejemplo, a través de la quiromancia (leer las manos). Cuando se dice que "no se lee la suerte entre gitanos" o "verse la suerte entre gitanos", se está aludiendo a que entre personas que se conocen bien o que comparten los mismos trucos o conocimientos, no tiene sentido engañarse o intentar sorprenderse mutuamente, seguimos en post dictadura.

Tanto la ciudadanía como los gobiernos deben juzgarse mutuamente, si el poder de los medios ejerce influencia, es porque el país fue construido así, en 35 años es más lo que falta que lo que sobra, falta proyecto sólido y una democracia verdadera, en que se haga caso a la expresión y su ejercicio sea más que concurrir a las urnas cada cierto tiempo.

No sólo ha sido un obstáculo alcanzar gobiernos sin tener poder, de igual manera lo es llegar al gobierno con un estrecho vínculo con el poder, una encrucijada que representa un impedimento para transformar, el sometimiento a la rendición de cuentas hace dudoso que a estas alturas y en lo inmediato se pueda revertir. Todo indica que mientras no se tenga un proyecto claro de futuro, el péndulo oscilara hacia la inercia.

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