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Construir un mercado sano: desafíos para el vino y el pisco chileno. Por Alex Ibarra Peña

El vino y el pisco son productos nobles que adquieren un carácter nacional provenientes de una herencial colonial, son hijos mestizos de nuestra tierra que han adquirido una identidad criolla. El vino es un fermentando de uvas que en su origen se produce por una fermentación natural, práctica que sigue siendo realizada como parte de un trabajo campesino que mantiene y recupera un quehacer con conciencia agroecológica, tenemos varios productores que custodian esa tradición y un movimiento enológico alternativo crítico a la gran industria que, en general, utiliza malas prácticas perjudicando la nobleza de los mostos, trayendo además una homogenización del vino que le es impropia, apartándolo de su dimensión más natural. Por otra parte, el pisco es también un buen vino, que abierto a los misterios de la alquimia no deja de ser un producto natural a pesar de la mayor intervención técnica que requiere su fabricación, no es trivial comprender a este destilado como el espíritu del vino.

Considerando esos vinos y esos piscos elaborados con rigurosas buenas prácticas en la elaboración como en el respeto al cuidado de la vid y la tierra que la sustenta hay poco de divulgación y de conocimiento. La información generalmente controlada por un mercado que es terreno de las grandes corporaciones, habitualmente monopólicas y fraudulentas, que escapan a los controles que debería ejercer el Estado termina asfixiando a los pequeños productores, y entre éstos a aquellos que convencidos en su práctica vital y existencial donan vinos honestos.

Para estos productores que podríamos mal llamar “alternativos”, ya que sería más preciso llamarlos originales o coloquialmente “de verdad”, es muy difícil sobrevivir en el mercado, esto en parte porque nuestra economía está regulada por esa visión económica del neoliberalismo en su versión de los Chicago Boys que apoyaron un modelo económico a favor de ciertos intereses a favor de mercaderes corruptos apartados de principios éticos colectivos y sociales, protegido constitucionalmente hasta hoy. El mercado para los pequeños productores tendríamos que considerarlo con unas reglas de juego especiales diferenciadoras de las demandas que impone el gran mercado, por ejemplo, una rebaja de impuestos, una protección del Estado que supere el pésimo criterio de la mera asistencialidad de técnicos no siempre capacitados para comprender este ámbito de producción en donde, a veces la ayuda termina siendo un obstáculo o un problema.

Los recursos del Estado no están ausentes en estas producciones, lamentablemente no tan bien utilizados, el cuidado del uso de los recursos implica no sólo gastarlos sino que aplicar buenos criterios para un mejor beneficio sostenible en el tiempo. Tengamos el caso de los piscos que hoy cuentan con la categoría de Denominación de Origen, dicha noción es elevada más por los pisqueros, y muchas veces huérfanos del Estado como sucede en los recurrentes litigios en el plano internacional con el producto peruano.

Hay un gran desafío para estos productores pequeños, forzados a jugar con las reglas favorables al mercado de las corporaciones. Los relatos y las reflexiones del vino no sólo incumben a cuestiones relacionadas a su origen o historia, tienen más sentido cuando pensamos en su destino. El destino del vino y el pisco en Chile, se mantiene por la fuerza de las familias que heredaron estas prácticas, por profesionales conversos que desde una concientización optaron por una comprensión más radical a favor de la identidad más noble de la vid y sus frutos, utopistas que se entregaron con pasión a lo genuino, siempre buscando aquí una forma de vida o de sobrevivencia.

Tenemos aquí signos de los tiempos, usando un lenguaje escatológico, que desafía esas prácticas convencionales de un mercado en crisis que no favorece el desarrollo económico democrático que nos reclaman vías de mayor creatividad que permita una participación pública con objetivos, visiones y reglas diferentes a las convencionales “amarradas” y “custodiadas” a favor de unos pocos, que no respetan tradición, historia, patrimonio, a pesar de que se llenan de retóricas que finalmente resultan vacías siendo parte de una ideología que impide un desarrollo sano del mercado.

Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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