En kioscos: Abril 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

Convención Constituyente: convencer en vez de vencer. Por Jaime Vieyra Poseck

El concepto político, izquierda/derecha, nace en la Revolución Francesa por la posición geográfica que tenían en la Asamblea Nacional los que debatían el poder que tendría en la nueva Constitución la vencida monarquía absolutista: los a favor de mantener el statu quo monárquico con derecho a veto, estaban ubicados a la derecha del Presidente de la Asamblea Nacional; y los que habían hecho la Revolución y querían la abolición de todos los privilegios de la monarquía, estaban ubicados a su izquierda. El impacto universal que tuvieron esas dos posiciones geográficas nos acompaña hasta el día de hoy. Se ha hablado mucho del “triunfo de los independientes”, pero como todo fenómeno nuevo, presenta interrogantes: ¿Cómo se definen políticamente?; ¿no son militantes de partido político?; ¿son apolíticos?; ¿son anti stablishment?; ¿son de izquierda o de derecha?

Si ser independiente es no militar en un partido político, no impide que no sean de izquierda o de derecha. Si se clasifican como apolíticos, estamos frente a una contradicción tragicómica: no hay nada más político que escribir una Constitución por ser en sí misma la quintaesencia de lo político. Hasta ahora, no se conoce Carta Magna sin tendencias políticas (donde están, sin duda, también los independientes), más bien, las mejores reúnen las dos tendencias en una simbiosis del mejor arte de hacer política de consensos Durante toda la década de los 60 hasta 1973, ser político y pertenecer a un partido político otorgaba prestigio social, y ser independiente o apolítico se consideraba una mezcla perversa de ignorancia y estupidez. Hay que buscar las explicaciones de tamaña diferencia. Vale decir, se vivía en lo contrario a lo de ahora. Pero como ningún fenómeno sociológico/político nace en un vacuo sociocultural, los dos polos opuestos tienen una explicación.

El enorme desprestigio de la política y de los políticos, no es un fenómeno exclusivo de Chile, y se debe al gigantesco poder del mercado privado autocrático neoliberal en detrimento, en términos absolutos, de la política. Si bien es cierto que el neoliberalismo ha creado, reconozcámoslo, mucha riqueza, y por eso estamos debatiendo en Chile su mejor reparto, esta escuela económica deja al Estado, que captura para sus intereses corporativistas, anoréxico de recursos económicos, y sin recursos financieros los políticos no pueden responder a las exigencias de la ciudadanía. El mercado neoliberal, más poderoso económicamente que el Estado, transforma el sistema democrático, sus instituciones y sus administradores (los políticos), en sus perros de Pávlov. La deliberada descapitalización del Estado chileno lo mantiene con sólo un 22% del Producto Interior Bruto (PIB); para que el arte de hacer política sea viable se requiere de por lo menos un 30-35%.

Así, la debacle de la política y los políticos, y en primera línea, la derecha chilena, está radicada en la política económica neoliberal. Esta hecatombe, tiene efecto dominó: ha terminado erosionando gravemente el sistema democrático, especialmente a partir de la crisis financiera de 2008. Es en este escenario económico-político donde entran los “independientes", los cuales se aprovechan de la crisis de representación, en forma oportunista, para declararse “independientes” sabiendo que con ello tienen garantizado el triunfo.

Por otra parte, el binomio izquierda/derecha en una Constitución debe alcanzarse si se trata de una constitución plenamente democrática, y este pareciera ser el caso. La nueva Carta Magna debe tener la más alta representación de la ciudadanía a la que servirá, y en esa ciudadanía siempre habrá, después de la Revolución Francesa, derechas e izquierdas, aunque sean independientes.

En consecuencia, los héroes o valientes en este estallido electoral, no son los “independientes”, sino son los que contra viento y marea continúan perteneciendo a un partido político porque saben que es la única forma de administrar la democracia y, en medio del rechazo total, continúan comprometidos responsablemente con un proyecto que es colectivo. Ser “independiente” en el escenario político actual, es lo más fácil, es lo que está “in” y lo que otorga prestigio social. Lo valiente es ir contra la corriente cuando todo el mundo te rechaza. La democracia no funciona sin partidos políticos; Chile tiene una vivencia traumática de lo que sucede cuando desaparecen. 17 años y medio con sólo apolíticos e independientes que practicaron la autocracia política total afirmando que eran apolíticos e independientes.

Por lo demás, los que ganaron las elecciones no fueron los “independientes”, sino las mujeres. Por vez primera son elegidas más mujeres que hombres y, para cumplir con la paridad de género consensuada, por primera vez en la historia de la humanidad, y este lenguaje no se excede, las mujeres tuvieron que ceder puestos a los hombres. Este no es un triunfo coyuntural como el de los independientes, sino estructural, y lleno de futuro.

Con ellas en la Convención Constituyente, el fructífero diálogo está garantizado. Conocen y dominan mejor que los hombres las artes del diálogo, en este caso político, por la larga y dura lucha contra la violencia del patriarcado. Para ello, las mujeres practican desde siempre la fórmula: es mejor convencer que vencer.

Compartir este artículo