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Covid-19: El futuro de Juan Verdejo. Por Gustavo Gac-Artigas

Exacto, ¿quién diablos es Juan Verdejo?

Nos llegó la tan temida guerra del fin del mundo, pero una exterminación masiva no llega, se prepara, tiene causas, tiene consecuencias. Se prepara, vivimos una época de gran bienestar, un siglo de oro, en que creíamos que las fronteras de lo imposible habían retrocedido hasta aparecer solamente para estimular una nueva y arrogante respuesta.

La ciencia, se creía, era todopoderosa, hasta la frontera natural de la muerte comenzaba a desaparecer en el horizonte, y si se mantuvo, fue por egoísmo, por lo que la vejez cuesta cara. A veces conlleva sabiduría, pero el costo y el espacio no justifica que la vida se mantenga cuando es inútil e improductiva. El momento en que el 50% entre utilidad y costo se atraviesa es el momento de la peste.

Las fronteras de la comunicación franquearon alegremente la barrera del sonido; en fracciones de segundos nos transformamos en ciudadanos del mundo, en un segundo fuimos testigos de una tragedia, la realidad asaltó las pantallas. Quedó solamente una distancia a explorar y esa se encontraba fuera de nuestro mundo, pero aún así se sabía que estaba al alcance de nuestras manos, que era cuestión de tiempo, y el tiempo nos pertenecía. Eran los tiempos del bienestar, Midas extendió sus manos sobre el mundo, de papal bendición hizo arrodillarse a los súbditos, ¡nunca antes habíamos vivido tiempos de tanto bienestar!

Comíamos hasta saciarnos, despreciamos el hambre, la frontera de los estómagos vacíos desapareció del mapa, nuestro mapa. Creamos una sociedad invencible, el bienestar no tenía fronteras, nos cobijaba, nos adulaba, “¡son globales!”, nos decía, “¡el mundo os pertenece!”, nos decía, “¡podéis crearlo a vuestra imagen y semejanza!”, nos decía. Y nos la creímos.

La credulidad ocultó la incredulidad, la perfección ocultó la imperfección. La sociedad global llevaba escondida las fronteras, la sociedad global llevaba escondida el nacionalismo, esa fiera lista para saltar a la primera oportunidad, aquella que sale del fondo de los closets y del miedo ancestral para cerrar la puerta al ser diferente mientras el temor a lo desconocido se desliza sigiloso por la chimenea. La arrogancia conllevaba la destrucción de la sociedad que construimos.

Los señores de la guerra campearon por las planicies, los desiertos. Bañaron sus cuerpos en petróleo y riquezas, se deslizaron sobre las casas, sobre los cuerpos, sobre las imágenes de miles de infelices que aterrados miraban impotentes al invasor.

El defensor de la fe y del statu quo, el combatiente contra la herejía, montó en sus tanques y piloteó sus drones apretando desde la distancia el botón de la muerte.

Tras la guerra del fin del mundo, los sobrevivientes tendrán que construir otra sociedad, quizás aquella en que Juan Verdejo existirá sin temer a la guerra del fin del mundo. Si sobrevive.

* Escritor y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, residente en Nueva Jersey, EE UU.

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