El discurso del crecimiento, como solución a todos los males de Chile, y la focalización para reducir la extrema pobreza, han estado siempre presentes en políticos y economistas, tanto de la derecha como de la Concertación.
Preocupa que el discurso del crecimiento, sin dirección, lo estén repitiendo hoy día los ministros de Hacienda, Economía y, también, la vocera del actual Gobierno.
Por ello, es conveniente algunas aclaraciones.
La tesis del crecimiento, en la estrategia neoliberal, fundada por Pinochet y los Chicago Boys, se mantuvo durante los gobiernos de la Concertación, lo que provocó profundas desigualdades, una elevada concentración de la riqueza y la extrema centralización del poder económico en Santiago.
La espontaneidad del mercado y “la neutralidad” del Estado han conducido a la consolidación de una estructura productiva en que prima la explotación y exportación de recursos naturales. Porque el mercado, sin regulaciones, favorece la explotación de las ventajas productivas naturales; o sea, en nuestro país, la producción intensiva de materias primas. Y, así se desincentivan iniciativas potenciales a favor de la producción de bienes de transformación.
De forma complementaria, la política internacional del país ha impulsado una apertura indiscriminada a la economía mundial, lo que ha amplificado los mercados para la exportación de recursos naturales y, en cambio, ha favorecido la destrucción de la industria manufacturera.
Así las cosas, el modelo neoliberal ha aumentado la riqueza de 1% de los más ricos de Chile, los que concentran el 50% de la riqueza nacional, mientras, por otra parte, se han cerrado las oportunidades de progreso a los pequeños empresarios, ha crecido la informalidad y la fuerza de trabajo se encuentra debilitada en sus posibilidades de desarrollo.
Por otra parte, el crecimiento, por derrame ha ayudado a disminuir las tasas de pobreza; pero, el derrame no se difunde a todo el país y tampoco es capaz de generar empleos, decentes y estables, que garanticen ingresos a mediano plazo.
Paralelamente, la focalización social intenta responder con modestos recursos públicos las urgencias básicas de los sectores de extrema pobreza. Pero, como la base del modelo económico se funda en una política fiscal restrictiva, y con limitaciones para aumentar impuestos a los ricos, los recursos para la focalización siempre resultan insuficiente,
Al mismo tiempo, la focalización excluye a los sectores medios y, por tanto, no cuentan con acceso alguno a la protección social y deben apelar a los servicios que ofrece el mercado, cuyo costo es inalcanzable.
Es preciso salir de la trampa neoliberal.
Por una parte, se debe apuntar a un tipo de crecimiento cuyo objetivo es conformar una estructura productiva y exportadora diversificada, que incorpore mayor valor agregado nacional a los bienes y servicios, lo que ampliará espacios de negocios a los pequeños empresarios, reducirá la informalidad y favorecerá un empleo de mayor calidad.
Por otra parte, hay que recuperar el principio de la universalidad en la política social, con ofertas sociales integradoras y de la misma calidad para los distintos sectores de la sociedad chilena. Ello exige un Estado distinto, más potente y eficiente, en que los sectores acomodados entreguen mayores recursos para la protección social de los vulnerables y desamparados.
En programa del presidente Boric apunta en esta dirección; pero, nos encontramos con dos problemas: una oposición política implacable en el Congreso, que bloquea universalizar la educación, la previsión y la salud; y, por otra parte, una limitada voluntad política para salir del crecimiento extractivista y avanzar hacia la industrialización.
En suma, es necesario terminar con esa obsesión del crecimiento, sin dirección. Y también terminar con la focalización inconducente, para impulsar políticas sociales universales.
9-7-2024