En los años 90 un gran desafío en políticas sociales era lograr disminución de las tasas de embarazo adolescentes junto a índices de fecundidad razonables serían muy buenas noticias y naturales de un país en vías de desarrollo. Se trataba de enfrentar una compleja situación de embarazo de adolescentes con series consecuencias en una población infantil con grados mayores de vulnerabilidad social.
Hoy también la baja tasa de natalidad en Chile nos está advirtiendo de cambios esperables, pero sin capacidad de respuestas. En los últimos 20 años, Chile ha experimentado una transformación significativa de su estructura demográfica poblacional, convirtiéndose en uno de los países con la tasa de natalidad más baja de Latinoamérica. Un factor indudable es la buena noticia que los chilenos chilenas viven más con una población envejecida. Junto a ello la disminución de las tasas de fecundidad con un evidente retraso de la edad del embarazo que naturalmente reduce el número de nacimientos.
Los datos del INE que evidencian una caída abrupta en el número de nacimientos en el país son un asomo del iceberg en implicancias- Algunas cifras el año 2024, se registraron solo 135.000 nacimientos, una cifra que, comparada con los 273.764 nacimientos de 1994, representa una disminución de casi el 50% en 30 años.
Este fenómeno, lejos de ser exclusivo de Chile, responde a una tendencia global. Países como Japón, Italia y España han experimentado un declive similar en sus tasas de fecundidad, enfrentándose a los desafíos que esto implica para el futuro de sus sociedades. La pregunta es: ¿qué está ocurriendo en Chile y qué consecuencias traerá este cambio en la estructura poblacional? Chile ha transitado desde una sociedad de familias numerosas en la segunda mitad del siglo XX a una en la que tener hijos es cada vez menos frecuente. En la década de 1960, una mujer chilena tenía en promedio 5,4 hijos; hoy, ese número ha caído a 1,2 hijos por mujer, por debajo del nivel de reemplazo generacional de 2,1 hijos. Chile ha transitado desde una sociedad de familias numerosas en la segunda mitad del siglo XX a una en la que tener hijos es cada vez menos frecuente.
Esto viene a reflejar el dejar atrás el baby boom que marco la generación nacida post 2da guerra. Luego vendría la generación X, que marcaría el inicio de un derrotero de una mayor introspección vital en el desarrollo personal, profesional y laboral. Esto viene a coronarse con un escenario de altas incertidumbre que más allá de conflictos bélicos, muestran grados crecientes de expectativas y frustraciones de hombres y mujeres que enfrentan sus vidas con menor dependencia del Estado y de las propias familias.
Chile registra solo 135 mil nacimientos en 2024 claramente se distancian de los 174 mil de 2023, pero además se acerca al número de defunciones al año 2025. Está pasando de manera tan acelerada y brusca este fenómeno que tendrá como resultante una transformación muy fuerte de la pirámide demográfica chilena Sumado a esto el envejecimiento poblacional es otra variable demográfica, que, aunque constituye un signo de desarrollo de la sociedad chilena. Por ende, el desafío en políticas publica constituye un enorme esfuerzo institucional de seguridad social en específico. Según estudios del INE, la esperanza de vida de las mujeres chilenas es de 84 años y la de los hombres 78 años, con proyecciones que indican un aumento continuo, esto significará que, en las próximas décadas, la población mayor de 60 años representará un porcentaje significativamente mayor, alterando también la estructura demográfica.
Esta doble situación demográfica da cuenta entonces por una parte de la tremenda magnitud de población de más de 60 años viene escalando fuertemente y por el otro lado la población infantil que está disminuyendo con la presencia de tasas de natalidad en regresión.
Mirado en una perspectiva histórica diremos que, en el pasado, las tasas de natalidad eran bastante altas, con familias numerosas y poca diferencia de edad entre los hijos. Sin embargo, desde la década de 1980, con la llegada de los métodos anticonceptivos y un cambio cultural y también social, con la progresiva incorporación de la mujer al trabajo en la población chilena, la tasa de natalidad ha disminuido considerablemente.
Otro antecedente en la sociedad chilena es el hecho de la baja Tasa Global de Fecundidad (TGF), que grafica el número de hijos promedio que tendría una mujer durante su vida fértil (15-49 años), y que en 2019 fue de 1,44 hijos, bajo el nivel de reemplazo generacional estimado de 2,1 hijos promedio por mujer. Mirado en perspectiva esto se traduce que en Chile existe una fecundidad de 1,3 hijos por mujer. Esta es la más baja desde que se tienen registros estadísticos en Chile.
Una de las mayores complejidades uniendo estos antecedentes nos plantea un desafío en términos de cuidado y la asistencia para los adultos mayores. Muchas personas mayores dependen de sus hijos para recibir apoyo en su vejez. Sin embargo, con los antecedentes que hoy vemos demográficamente es que las familias más pequeñas y un aumento de personas sin descendencia, cada vez habrá más adultos mayores sin redes de apoyo cercanas. Es por ello que constamos y a muchos jóvenes viviendo solo y sin soporte de ayudas familiares de su entorno. Esto tuvo su mayor impacto con la pandemia y esta tendencia se agudizó hasta su punto mínimo histórico, sobre todo durante el primer año de pandemia.
Cambios en los patrones socioculturales de la sociedad chilena evidencian una actitud hacia la maternidad y paternidad muy distinta, que las prioridades en las nuevas generaciones han cambiado. Sin establecer juicos al respecto las parejas jóvenes establecen otras escalas de prioridades y esto es un reflejo de lo que esta aconteciendo más aceleradamente en países desarrollados .Pero un factor relevante son los fenómenos de inseguridad en el trabajo, una muestra de ello es los porcentajes altos de informalidad, y pese a que las políticas de salud en nuestro país han mejorado integralmente las políticas de maternidad y cuidados infantiles, entre ellas el Chile Crece Contigo, los factores socioeconómicos en un clima de incertidumbre de lo que ayer era mas certezas de los ciclos laborales también es un factor crítico.
Es por ello que nuestra primera responsabilidad es dar confianza en todo lo que impulse una maternidad segura junto s una política de la infancia que pudiese ser el desafío país de un “Compromiso con la Infancia”. Junto a ello una política del Adulto mayor revisando críticamente las políticas del Adulto Mayor que parece ser que no están dando cuenta del fenómeno del envejecimiento en soledad y precariedad de muchos adultos mayores.