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Crisis de la vía electoral a la democracia. La urgente reconstrucción de los proyectos hegemónicos. Por Alex Ibarra Peña

El daño a la democracia es ya una cuestión indesmentible. Aquellos políticos en los que muchos confiaron acudiendo a las urnas para elegirlos no han tenido ningún pudor en traicionar al pueblo que sigue padeciendo una situación de dominación a partir del estado de vulnerabilidad establecida por la permanente violación a los derechos humanos y a los derechos políticos. En un diagnóstico como éste, encontramos el apoyo para la sentencia de que la vía electoral fracasó en los distintos gobiernos democráticos que se arrodillaron, ya no frente a la bota, sino que se hincaron frente a la billetera. Los políticos se transformaron en funcionarios del capital y los partidos políticos se adormecieron frente a esta situación, de hecho varios partidos políticos se dedicaron a levantar líderes inescrupulosos. De ahí que sea justificado el rechazo de la ciudadanía a la clase política, que lamentablemente trajo consigo un rechazo a la acción y a la teorización política. En esta columna evitaré dar los nombres de los principales traidores, o si se prefiere, de los principales corruptos, ya que el listado sería enorme.

Como siempre la demagogia de la derecha y de sus principales apologetas, títeres y no tanto, en tono de solemnidad catedralicia pregonan que todo se debe al evidente fracaso de la izquierda que siempre actúa irresponsablemente. Seguramente la izquierda latinoamericana tiene que hacerse un profundo mea culpa en torno a su responsabilidad política, en este análisis no habría razones para incluir a la digna Bolivia plurinacional. Una de las razones principales en el análisis culposo para la izquierda está en la ausencia o pérdida de un proyecto hegemónico. El ideal político integrador y unificador se encuentra dislocado, cuestión lógica para las sociedades donde la teorización y la acción política quedó en las manos, ya bastante manchadas, de los partidos políticos. Hoy resulta problemático llamar a la formación de nuevos partidos políticos, dado al daño, casi irreversible, causado por los partidos políticos que participan del duopolio. Sin embargo, no se puede negar el florecimiento de nuevas fuerzas sociales y políticas que comienzan a ir más allá del engaño político que administran los dueños del mercado a través de sus siervos bien pagados que vendieron su alma al diablo y que la seguirán vendiendo, en eso consiste ese pacto tan antigüo.

Eso que la demagogia, siempre guiada por su interés ideológico de dominación, ha llamado el fracaso de la izquierda en momentos históricos como los que hoy vivimos requieren de otras lecturas más motivadoras. No hay un fracaso total y absoluto de la izquierda, ya que éste no es posible mientras el capitalismo que atenta contra el ser humano víctima del sistema siga estando presente, y más aún cuando determina el total de la vida social. La izquierda no fracasó, sólo se encuentra en crisis, pero las crisis son el momento necesario para la generación de las revoluciones. Siguiendo a Gramsci, podríamos aceptar que la revolución debe operar por lo menos en tres niveles: económico, político y cultural. Es compleja la imbricación de estos tres elementos, pero si consideramos que la superación de la crisis sólo es posible con la invención de un nuevo orden moral e intelectual, el aspecto cultural es relevante.

Podemos hablar de que se ha perdido una batalla cultural, razón por la cual las fuerzas de la izquierda que llevan varios años recuperándose del golpe deberían comenzar una ofensiva, con el fin de restablecer un proyecto hegemónico de izquierda. El comienzo de las movilizaciones de nuevas fuerzas sociales que reclaman en las calles por sus demandas sin duda son un insumo que hay que saber leer e interpretar para la construcción de la urgente defensa que la izquierda debe seguir desarrollando frente a las fuerzas del capital. La clase política que tanto nos enfada, ya eligió estar del lado del capital. La defensa política y humana frente a la depredación sin control aumentada por el neoliberalismo, sólo puede ser hecha desde un proyecto que surja del descontento de las principales víctimas del sistema. Estamos a tiempo de no aceptar ninguno de los candidatos políticos que se nos quieren imponer y de levantar un candidato popular que sea un agente de transformación proveniente del movimiento de nuevas fuerzas políticas. Los habitantes de Valparaíso lo acaban de hacer en las elecciones municipales pasadas. La sociedad chilena fue y sigue siendo modelo ejemplar para el mundo entero en la instalación de gobiernos populares a partir de la vía electoral. No nos dejemos engañar por esa prensa que atenta, junto a los políticos de derecha, frente a esa proyecto histórico relevante en su momento, duramente combatido por el capital extranjero.

Mi crítica a la vía electoral es a la del duopolio, esa que nos acaba de engañar una vez más con este gobierno en ejercicio, pero también por el anterior de Piñera y la derecha internacional que ahora engaña a los vecinos argentinos que recién comienzan a dimensionar el daño a la democracia que hacen los gobiernos de derecha. La vía electoral sigue siendo un proyecto político vigente para la transformación social si es que entra en juego una representación política novedosa que se levante desde los movimientos sociales emergentes que están en la calle luchando por la recuperación de la dignidad del ser humano. Varios chilenos ya estamos cansados del maltrato al pueblo mapuche que no reconocido como nación autónoma, a los estudiantes que piden educación gratis. Cansados de la mantención de una Constitución ilegítima, que favorece el lucro desmedido y fomenta el genocidio. Los chilenos están tomando conciencia de que se merecen una vida mejor y que para eso es necesario proponer una nueva forma de orden político. Hay crisis de la izquierda, también se perdió una batalla cultural, pero mientras el capitalismo siga atentando contra la dignidad humana no se puede abandonar ni la acción ni la teorización política. Por suerte, los jóvenes chilenos siguen dando lecciones de que una mala política debe ser combatida desde la reconstrucción de nuevas fuerzas políticas.

Alex Ibarra Peña.
Colectivo de Pensamiento Crítico “palabra encapuchada”.

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