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Cuidar: un desafío urgente para construir un país más seguro y justo. Por Rossana Carrasco Meza

El cuidado no es solo una actividad personal o familiar, sino un pilar fundamental para el funcionamiento de la sociedad. Este, en su sentido más amplio, es esencial para la sostenibilidad de la vida humana, no solo en términos biológicos, sino también en la preservación de las relaciones sociales, la estabilidad económica y la cohesión política. Joan Tronto, en su obra Caring Democracy, subraya que el cuidado no puede ser reducido a una tarea aislada o privada; al contrario, es una práctica social y política clave para el bienestar colectivo. Según Tronto, cuidar implica un compromiso ético con las necesidades humanas fundamentales, que van desde la atención a la salud y la educación hasta la creación de un entorno social que permita a las personas desarrollarse con dignidad y autonomía¹.

 

Este concepto de cuidado no solo abarca las necesidades físicas y materiales de los individuos, sino también un ámbito más amplio donde las condiciones socioeconómicas y políticas juegan un papel crucial. Así, el cuidado se inserta directamente en un debate sobre justicia y equidad. La necesidad de priorizar las políticas de cuidados es cada vez más urgente, especialmente en sociedades que envejecen y en contextos de cambios en las estructuras familiares. Organismos internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), han enfatizado la importancia de integrar el trabajo de cuidados en las políticas públicas y la medición del bienestar económico. En 2018, la OIT destacó que los cuidados no remunerados, mayormente realizados por mujeres, representan una proporción significativa del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, pero siguen siendo invisibles en las estadísticas económicas, por lo que no reciben el reconocimiento que merecen².

 

 

El cuidado: un pilar de justicia social

 

En Chile, esta visión más amplia del cuidado se refleja en políticas públicas que buscan dar respuesta a estas necesidades. Un ejemplo de ello es la propuesta de creación del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, Chile Cuida, que no solo atiende las necesidades de personas mayores, personas con discapacidad y niños, sino que también reconoce el rol central de quienes cuidan, principalmente mujeres. Este sistema se enmarca en los esfuerzos internacionales por reformar las políticas de bienestar social, como la Agenda 2030 de la ONU, que promueve el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 5: lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas. Según la ONU, un paso crucial para alcanzar este objetivo es redistribuir el trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado, garantizando que las mujeres tengan acceso a recursos y apoyo para participar plenamente en la vida económica, política y social³. Esto se alinea con las propuestas de Nancy Fraser, quien afirma que las economías modernas deben integrar el trabajo de cuidados en el centro de sus estructuras para superar las desigualdades de género y asegurar una redistribución más justa de los recursos⁴.

 

 

Garantizar una seguridad colectiva para todas y todos

 

La seguridad también forma parte del cuidado colectivo, entendida no solo como la ausencia de delitos, sino como la posibilidad de disfrutar espacios públicos accesibles, seguros y diseñados para fomentar la vida en comunidad. Saskia Sassen sostiene que el espacio público es fundamental para la interacción social y la construcción de ciudadanía, ya que ofrece un terreno común donde se promueven vínculos sociales y se fortalecen las redes de apoyo⁵. En este contexto, el concepto de "seguridad humana" de la ONU cobra relevancia, pues no solo aborda la protección contra amenazas físicas, sino también la seguridad social, económica y ambiental de los individuos.

 

En Chile, diversas iniciativas impulsadas tanto por los Gobiernos Regionales como por el nivel central han contribuido a recuperar y revitalizar los espacios públicos. El programa Quiero Mi Barrio, por ejemplo, ha promovido la regeneración de barrios vulnerables mediante la mejora de plazas, áreas verdes e infraestructura comunitaria, fortaleciendo el sentido de pertenencia y la cohesión social. A través de su enfoque participativo, el programa involucra a las comunidades en el diseño y priorización de intervenciones, asegurando que los espacios respondan a sus necesidades. Además, iniciativas como los Espacios Públicos Seguros, liderados por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU), se han enfocado en mejorar la iluminación, accesibilidad y mantenimiento de parques y zonas recreativas. Estas acciones no solo fomentan el uso cotidiano de los espacios por parte de familias, niños y adultos mayores, sino que también reducen los factores de riesgo asociados a la inseguridad. Por su parte, proyectos como los Planes de Seguridad Comunal han permitido a los municipios coordinar estrategias que combinan mejoras urbanas con acciones de prevención del delito, como el patrullaje comunitario y la instalación de sistemas de videovigilancia.

 

Estas iniciativas, junto con programas emblemáticos como Barrios Prioritarios, que trabajan en comunidades con altos índices de criminalidad, mejorando la presencia policial, promoviendo actividades comunitarias y reforzando la infraestructura urbana para reducir factores de riesgo, fortalecen un enfoque integral en la recuperación de entornos urbanos que favorecen el cuidado colectivo. Estas acciones se alinean con el enfoque de seguridad humana de Amartya Sen, quien destaca la importancia de abordar no solo las amenazas físicas, sino también las vulnerabilidades sociales que perpetúan la inseguridad⁶.

 

¿Estamos cuidando a las personas mayores?

 

El cuidado también implica garantizar la tranquilidad económica a lo largo de la vida, especialmente en la vejez. La reforma al sistema de pensiones ha sido largamente postergada, lo que ha debilitado el cuidado de nuestras personas mayores. Esta espera prolongada —como se ha reiterado en diversas instancias políticas y sociales— significa no atender las necesidades urgentes de quienes han contribuido toda su vida al desarrollo del país y que merecen mejoras ahora. Economistas como Thomas Piketty han señalado que los sistemas de capitalización individual perpetúan desigualdades estructurales⁷, y en el caso chileno, han demostrado ser insuficientes para garantizar pensiones dignas. Superar esta situación requiere mayor solidaridad social, donde las generaciones activas contribuyan al bienestar de los mayores. Una pensión digna no solo asegura el bienestar material, sino que también refuerza la dignidad y autonomía de las personas mayores, valores esenciales en una sociedad que busca la justicia social.

 

Por esta razón, el cuidado no debe entenderse de manera fragmentada ni limitada a enfoques sectoriales. Como sostiene Tronto, el cuidado es un marco ético y político que orienta la organización de la sociedad, abarcando dimensiones que van desde lo individual hasta lo colectivo. Es crucial que estas tareas de cuidado sean visibilizadas, priorizadas y asumidas desde una perspectiva integral, reconociendo su transversalidad en áreas como la seguridad, la salud, la educación y el bienestar social.

 

Más que nunca, se requiere una mirada de Estado que trascienda los ciclos políticos y garantice la continuidad y sostenibilidad de las políticas públicas orientadas al cuidado. Promover un enfoque integral en estas materias no solo responde a una deuda histórica con quienes han sido invisibilizados o marginados en esta labor esencial —en su mayoría mujeres—, sino que también fortalece la cohesión social, reduce desigualdades estructurales y establece bases más sólidas para el desarrollo sostenible del país.

 

Reconocer el valor del cuidado beneficia a todas y todos, ya que garantiza condiciones de vida dignas, fomenta el apoyo mutuo entre generaciones, fortalece el tejido social y promueve un desarrollo más justo e inclusivo. Si logramos integrar el cuidado como una política de Estado, no solo estamos cumpliendo con una responsabilidad ética, sino también invirtiendo en el bienestar de cada persona y en el futuro del país. Esta visión de cuidado no solo mejora la vida de quienes más lo necesitan, sino que contribuye a una sociedad más cohesionada y solidaria para todos.

 

Referencias:

 

1 Tronto, Joan. Caring Democracy: Markets, Equality, and Justice. NYU Press, 2013.

 

2 Organización Internacional del Trabajo (OIT). Caring for the Future: Trends and Challenges in Care Systems. 2018.

 

3 Organización de las Naciones Unidas (ONU). Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 2015.

 

 

4 Fraser, Nancy. Fortunes of Feminism: From State-Managed Capitalism to Neoliberal Crisis. Verso, 2013.

 

5 Sassen, Saskia. The Global City: New York, London, Tokyo. Princeton University Press, 1991.

 

 

6 Sen, Amartya. Development as Freedom. Oxford University Press, 1999.

 

7 Piketty, Thomas. Capital in the Twenty-First Century. Belknap Press, 2014.

 Rossana Carrasco Meza

Cientista Política UC. Magíster en Gestión y Desarrollo Regional y Local U. de Chile.

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