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Darwinismo social versus justicia social y la solución a la crisis. Por Jaime Vieyra-Poseck

Mientras el desarrollo científico crea vida artificial; se estudian los agujeros negros; concluye la lectura del genoma humano, y la neuroquímica de la conciencia avanza, en ciencias sociales continuamos, después de un siglo, hablando de darwinismo social en la derecha chilena.

En dos palabras, el darwinismo social es una ideología (no una ciencia como plantean sus devotos) basada en la teoría científica de Charles Darwin expuesta en La evolución de las especies (1859). El darwinismo social aplica esta teoría en la construcción de la relaciones sociales que determinaría el ordenamiento social.

En efecto, el darwinismo social sostiene que la supervivencia del más hábil y fuerte, en perjuicio del más débil y vulnerable, se produce por una selección natural en la evolución social humana. El más fuerte obtiene el poder por una selección natural irreversible que articula el ordenamiento de la sociedad y la distribución del poder, produciendo y reproduciendo un orden social basado en la desigualdad de raza, de clase social, de riqueza, etc.

El darwinismo social fue “adoptado” por la derecha política y económica y se ha usado ―y abusado― para justificar el poder del más fuerte y poderoso contra el más débil y vulnerable en, a) la violencia imperialista; b) el aprovechamiento por los dueños del poder económico de las grandes mayorías sin poder alguno; c) el racismo supremacista; d) en la discriminación del hombre contra la mujer, etc. Toda esta barbarie cabe dentro del darwinismo social como un proceso inevitable e irreversible por (supuestamente) pertenecer a la condición humana.

El cambio socioeconómico favorable para los vulnerables es, en cierta derecha chilena darwinista social, inviable. Bajo esta premisa, la injusticia social pertenecería a la condición humana y es inevitable. En rigor, el darwinista social es un dogma propio de una ideología totalitaria. Los lugares comunes como “siempre habrá pobres y ricos” o “los pobres lo son por flojos e incapaces” se fundamentan en el darwinismo social.

Los movimientos sociopolíticos después de la Segunda Guerra Mundial en Europa lograron desarticular el darwinismo social de la derecha de entonces, creando el sistema de justicia social más exitoso de los hasta ahora conocidos, la Sociedad del Bienestar, que no es otra cosa que la justicia social; vale decir, la repartición de la riqueza y del poder en forma equitativa.

Esta sociedad ―con apoyo político transversal en Europa― se construye con un sistema impositivo solidario progresivo para financiar y así garantizar los derechos sociales básicos en salud, educación, pensiones y vivienda de calidad y universales. Este Estado social, que elimina la visión social darwinista de las derechas decimonónicas, debe poseer entre un 35-45% del Producto Interior Bruto (PIB) para financiar y garantizar los derechos sociales. El Estado chileno actualmente posee sólo un 22%.

La Sociedad del Bienestar ha creado riqueza, cohesión y, lo más importante, paz social en todos los países desarrollados europeos, con los nórdicos como primera referencia.

Chile es uno de los países más desiguales del mundo y es la razón del estallido social, el cual reclama una sociedad capaz de institucionalizar la solidaridad repartiendo la riqueza en forma equitativa; una sociedad cohesionada, segura de su futuro y con paz social.

En Chile la riqueza se ha creado bajo el neoliberalismo. Desde esta constatación estamos hablando de repartirla equitativamente. Esta verificación no resiste refutaciones si hacemos un análisis sin delirios y fanatismos ideológicos. Sin embargo, ya sabemos que el neoliberalismo por sí solo no produce una sociedad con justicia social; ésta la tiene que realizar el poder político apoyado por un movimiento social.

En Chile, en estos momentos tan dramáticos como históricos, se ha producido a la inversa: el estallido social está entregando las directrices políticas a la institucionalidad para que realice el cambio estructural.

Un Estado social que garantice los derechos básicos, es beneficioso para todos los agentes sociales, ―incluyendo la derecha política y económica―. La justicia social es el valor agregado en el proceso productivo en las sociedades desarrolladas, a la que aspira Chile. La sociedad con justicia social posee estabilidad política favoreciendo la simbiosis entre economía, política y sociedad civil, otorgando calidad en cohesión y paz social.

Mientras la revolución tecnocientífica envía un robot que fotografía Marte; mientras en ciencias sociales se sabe que una repartición justa de la riqueza otorga cohesión y paz social, necesarias para el desarrollo económico, todavía estamos lidiando con el darwinismo social en buena parte de la derecha chilena, empantanada aún en un discurso sociopolítico del siglo XIX que, en definitiva, ha producido el estallido social súper anunciado.

Para que el cambio que clama el estallido social se materialice, debe cambiar la derecha por una más moderna y social que, sin duda, la beneficiará a ella y a todo el país. Pero para eso debe abandonar rápidamente el lastre del darwinismo social.

Ya no hay más tiempo. Los segundos apremian.

Jaime Vieyra-Poseck Antropólogo social y periodista científico

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