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De los murales, grafitis y rayados, a la obra Constituyente. El otro estallido pausado por la pandemia. Por Nicolas Camerati* y Caiozzama**

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Caiozzama “Obra Eco-Constituyente” 8 de marzo de 2020.

La variedad y la cantidad de expresiones contestatarias y artísticas que aparecieron en las ciudades de Chile durante el estallido social no dejaron de sorprender al mundo.

Desde el viernes 25 de octubre de 2019, cuando en Santiago, la capital de Chile, se juntaron más de un millón y medio de personas en protesta a 40 años de desigualdades, las ciudades del país, no sólo se convirtieron en escenarios de múltiples y diversas formas de manifestaciones sociales, sino que también, tomaron un rol determinante en la aparición de múltiples y variadas formas de expresión artística: performances callejeras, sátiras teatrales, eslóganes animalistas, murales figurativos o abstractos, grafitis contestatarios y miles de rayados en rechazo al gobierno y al Presidente Piñera, contra las desigualdades sociales, contra las Fuerzas Armadas, contra la Iglesia, contra el Congreso y demás instituciones del Estado, contra la violencia policial, el acoso sexual y por los derechos de la mujer.

Ciertamente, debido a la amplitud y las implicaciones del fenómeno que estoy exponiendo, mi ambición, no será aquí, la de abordar una larga discusión sobre la importancia de la ciudad y del espacio público en las revueltas sociales o el ascendiente del arte en las múltiples revoluciones sociales de la historia de Occidente. Tampoco argumentaré cómo las diversas prácticas artísticas son, a fin de cuentas, las formas de expresión social que cristalizan de mejor manera las fuerzas subterráneas de los fenómenos masivos.

Mi discusión, más bien, se focalizará en comprender, pero también en homenajear, el rol que jugaron, y seguramente jugarán después de la pandemia, los murales, grafitis y rayados que se hicieron durante el estallido social en Chile. Por el momento quedémonos con la sabia idea de la escuela sociológica de Chicago que nos decía, que es en la geografía, en el territorio y en nuestros muros reales de hormigón y de ladrillo donde a fin de cuenta se enraíza y se representa más claramente el espíritu de la ciudad (de la Polis).

Si bien, hoy muchos hablan y creen que el estallido social chileno nació y tuvo lugar en los muros de Facebook o en otras redes sociales, nacionales o internacionales, yo estoy convencido que fue en nuestros muros de piedra y de ladrillo donde se vivió y experimentó, más claramente, la antropología del presente, donde estuvo, en fin de cuentas, representada de mejor manera una auténtica antropología de la disidencia. De hecho, fueron los murales, grafitis y rayados hechos en los muros de concreto armado de las ciudades de Chile, de la plaza de la Dignidad y de sus alrededores, donde efectivamente se expresó de la manera más evidente el clima, la meteorología y la tectónica del estallido social chileno. En este sentido, es bastante ingenuo subestimar las fuerzas de nuestros muros hechos de piedra y de ladrillo, los cuales de manera más o menos violenta -ya volveremos sobre el tema- tienen un eco casi instantáneo, cotidiano y forzado sobre las personas que viven y deambulan por nuestras ciudades y barrios. Fue el mismo Banksy quien dijo que "una pared es un arma muy grande. Es una de las cosas más desagradables con las que se puede abofetear a alguien”.

¡Ahora bien! Al mismo tiempo que los murales, grafitis y rayados pueden entenderse como elementos antropológicos del presente, como expresiones artísticas contestatarias o como verdaderas obras de arte, también se debe mencionar que existe una serie de representaciones sociales vinculadas a los murales, grafitis o rayados que los entienden bajo los términos de "suciedad", "contaminación", "obscenidad", “vandalismo” u otros. En efecto, sin ir muy lejos, podríamos nombrar la columna ¿Viva la muerte? (blog de El Mercurio) del poeta Cristián Warnkén, quien, a partir de una sensibilidad muy particular, y una observación restringida trató a los murales, grafitis y rayados de la ciudad de Valparaíso como formas de lenguaje poco digno, regresivo, tribal, o peor aún, los catalogó como “feos y malvados”. Efectivamente estas formas de expresión son vividas y sentidas por muchos y en particular, por los especialistas de la higiene, por los cuidadores de la propiedad privada o por quienes viven en lo alto del Olimpo en la residencia blanca e hibernal de Apolo, como simples expresiones de violencia, de vandalismo y de peligro.

Aquí tocamos el punto que nos interesa: la polaridad de interpretación y sensación que se puede tener acerca de los murales, los grafitis y los rayados que aparecieron en las ciudades de Chile.

Yo puedo entender esta polaridad y hasta aceptarla, pero única y solamente antes del 18 de octubre de 2019, antes del estallido social. Puedo entender, que dentro de un contexto democrático estable, los murales, grafitis y rayados sean expresiones artísticas de difícil aceptación, pues históricamente son acciones de carácter contestatario impuestas en el espacio público. También podría considerar que si éstos se hacen sin autorización y participación ciudadana podrían ser condenados como una violación a la comunidad que los recibe o incluso juzgados como un atentado a la mismísima propiedad privada. Es más, hasta feliz me sentaría a discutir con el Consejo de Monumentos de Chile o con quienes crean que la ciudad debe tener una piel lisa e inmaculada, para tratar de darles un nuevo punto de vista sobre la evolución del arte urbano. Pero si hay algo que no pude soportar, es que en medio y durante el estallido social los murales, grafitis y rayados fueran tratados como simples expresiones de violencia o vandalismo.

En efecto, durante el estallido social no estuve de acuerdo que los medios de comunicación tradicionales solo se referieran a los murales, grafitis y rayados cuando éstos eran violentos, terroríficos o tocaban un monumento de antaño. Fue impresionante la parcialidad con que fueron tratadas en la prensa tradicional todas las obras hechas en Chile, en la plaza de la Dignidad y sus alrededores. Sólo fueron visibilizadas cuando reforzaban la imagen de una ciudad vandalizada, rayada o quemada, donde su único valor era colaborar a la puesta en escena mediática e ideológica de una metrópoli destruida, desolada y en guerra. Que se me perdone por esta afirmación, pero estoy convencido que los medios de comunicación tradicionales pecaron de una falta de sensibilidad histórica, científica y artística aterradora.

En todo caso, para bien o para mal, los murales, grafitis y rayados que se hicieron en las murallas de piedra y de ladrillo durante el estallido social, son mecanismos de expresión social dignos de ser respetados y observados, pues perpetúan la realidad social del presente y por lo mismo son objetos sociales de admiración. Dicho etnográficamente los murales, grafitis y rayados son acciones organizadoras de un inter-conocimiento gráfico, en torno al conflicto social en Chile.

Es de nuestra responsabilidad mesurar lo histórico, lo significativo, lo revelador y no dejarnos invadir solo por lo ¡Horrible, Terrible, Monstruoso o Escandaloso! que tanto les gustan a los medios de comunicación tradicionales y a sus editores. Por tanto corresponde darle las gracias y homenajear a los artistas que pintaron y representaron en las paredes de Chile el estallido social, quienes tomaron los riesgos de persecución y violencia, a pesar que, a menudo trabajaron en medio de del gas lacrimógeno, para continuar haciendo arte y poder cristalizar ese momento histórico de Chile. ¡Admiración digo! por todo el arte urbano y callejero, que durante todo el estallido social estuvo presente con las marchas, representando los imaginarios de millones de chilenos que se levantaron y salieron a las calles, a pesar de su estigmatización y de lo efímero y gratuito de su obra. Gracias por: el “Negro Matapacos”, por las banderas mapuches, por los símbolos feministas, por los gráficos de crecimiento atravesando lo humano, por los símbolos de paz, por los eslóganes por la educación, por los ángeles constituyentes, por las mujeres insurrectas, por todos los colores y por los miles de ojos ganados en nuestros muros. Gracias por acompañar gráficamente la lucha de millones de chilenos en las calles de nuestras ciudades, representando un nuevo Chile que se levantó.

Para terminar, quiero visibilizar y homenajear el mural que llamaré “Obra Eco-Constituyente” o “Obra 0”’ Aquella obra urbana que se terminó el 8 de marzo de 2020, al frente de la Fuente Alemana, en la llamada y estigmatizada “Zona 0”, y que reúne en un mismo y único movimiento, la fuerza del pasado, el espíritu del presente y la esperanza en el futuro. Es el momento de comenzar a visibilizar todo eso que nos hizo latir el corazón, todo eso que nos hizo llorar y reír en medio de esa gran revuelta social, pues estoy convencido que no hay nada mas grande que el grito del pueblo vencedor y en este caso plasmado en un muro. Chile por una nueva constitución ecológica 2021.


* Doctor en sociología, Paris V, Sorbona. Master de investigación en modos de vida y políticas públicas, Paris 8. Licenciado Universidad Alberto Hurtado. Consejero de gobierno y consultante en desarrollo territorial.

** Muralista y fotógrafo chileno, activista y autor de inmensidad de obras urbanas en distintos países del mundo y de Chile alrededor de las desigualdades sociales y la revuelta social. https://www.instagram.com/caiozzama/

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