“La memoria no es un privilegio heterosexual” decía el lienzo con el que irrumpió en la marcha por el Día por la Memoria en Argentina, la Coordinadora Antirepresiva LGBTTTIQP de La Plata, que durante el año 2015 organizó una marcha alternativa a la oficial. Este hito fue un impulso en las discusiones de las organizaciones de la diversidad/disidencia sexual, de género y afectivas del Cono-Sur respecto a nuestras Memorias en relación a las dictaduras recientes de las cuales fuimos víctimas.
En torno a ello, se puede señalar que las diversas comisiones e informes oficiales en relación a las violaciones a los Derechos Humanos en Chile, en contexto dictatorial, excluyen de sus reflexiones, conclusiones y recomendaciones a las personas de la diversidad/disidencia. En estas instancias no se han considerado las opresiones que vivimos como manifestación de una violencia estructural por parte de agentes del Estado, en esa y otras épocas, las que se han materializado a través de figuras legales como la falta a la moral, aún vigente en el Código Penal chileno. El abordaje de esta problemática significa un desafío metodológico a la vez que la aplicación de criterios amplios de reflexión.
En un ejercicio de rescate de esta historicidad, podemos encontrar hechos como el “escándalo de la calle Huachaca” ocurrido en Antofagasta el 15 de junio de 1969, en el que se detuvo a 24 personas que participaban del cumpleaños de una travesti, y fueron maltratadas y abusadas por agentes del Estado. O bien, lo que ha sido documentado como “La revuelta de las locas” ocurrida el 22 de abril de 1973, considerada como la primera protesta travesti registrada en Chile. Esta tuvo lugar en la Plaza de Armas de Santiago, siendo una manifestación en contra de la violencia policial de la época contra las travestis. ¿Cuál es la comisión que investigaría esto? ¿En qué informe estaría su reconocimiento y las consecuentes recomendaciones de garantías de no repetición?.
La visibilización de estas situaciones, por una parte, contribuiría a dar luz a estas violencias específicas y sus características, permitiendo ampliar el marco de análisis respecto de la violencia estatal, mientras que, por el otro, aportarían a fortalecer la justicia social, demostrando que esta puede ser efectivamente para todos, todas y todes. Develar esta Memoria Disidente, además, sería un ejercicio de recuperación de aquellas piezas que intencionalmente se han dejado a un lado en cuanto a la Memoria Política dentro de nuestro país.
Necesitamos, igualmente, que en este proceso sean nuestras voces las que relaten las violencias vividas y construyan sus propias categorías, como la planteada por Giuseppe Campuzano en el prólogo de su libro Museo Travestí del Perú (2007) en donde indica la necesidad de una historia propia, ensayando una arqueología de los maquillajes y una filosofía de los cuerpos, para proponer una elaboración de metáforas más productiva que cualquier catalogación excluyente. En este sentido, la memoria como un ejercicio político también debe ser reparadora de toda la exclusión vivida, siendo, por tanto, un ejercicio de reparación de la propia existencia.
Celebramos aquí aquellos trabajos comprometidos y que desde integrantes del colectivo de la disidencia sexual y de género se han planteado, desde el ámbito artístico, el traer al presente estas Memorias que han sido desplazadas, cuestión que puede verse en el documental Las Locas del 73, la obra de teatro Yeguas Sueltas, la iniciativa Museo Di, entre otras tantas. Creemos, en torno a ello, que los esfuerzos que provienen desde las artes, los colectivos y las comunidades para abordar esta temática, son fundamentales.
En medio de un clima caracterizado por discursos que promueven la profecía del olvido y de un perdón que favorece a unos pocos, nosotrxs nos preguntamos ¿Dónde están las travas, marikas y lelas torturadas, desaparecidas y asesinadas por la Dictadura de Pinochet?. Es una pregunta que nos hacemos a cincuenta años del Golpe y que será la consigna con la que caminaremos en las diversas conmemoraciones, junto a lxs compañerxs de las organizaciones de Derechos Humanos, ya que nuestra disputa no es con ellas, al contrario, es en alianza con sus años de lucha y de organización. Nuestra disputa es, entonces, contra el olvido y silencio del Estado, o en palabras de Marlene Wayar -activista trans de Argentina- frente al juicio histórico de lesa humanidad por el caso “Pozo Banfield”: nuestro ejercicio siempre fue olvidar, esto nos invita a hacer memoria para sanar.
Diego Lagos Garrido
Abogado
Integrante Colectiva Disidencia Aquí y en la Quebrá del Ají, Temuco.
Susana Solis Gómez
Trabajadora Social
Integrante Colectiva Disidencia Aquí y en la Quebrá del Ají, Temuco.