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De viajes a través de mares y vientos junto al cielo de la Mistral[1]. Por Ricardo Espinoza Lolas

A mi querida Constanza la de los ojos bien abiertos...

  Los distintos mares nos llevan por distintos lugares y nuestras Barcas los surcan gracias a los vientos que son sus mejores aliados, aunque hay vientos de tormentas que a veces ennegrecen a algunas Barcas. Y así es como todos nos fuimos rumbo a Valparaíso, porque allí, en esa gran Bahía, están los mejores vientos para recorrer los mares chilenos, pues no son ni vientos tenues que no nos moverían, ni vientos tempestuosos que nos hundirían en los abismos marinos, como lo son los vientos de Magallanes. El Caleuche desde el Muelle de las Almas nos llevó a Valparaíso de modo veloz por la noche, pero, a la vez, la sensación era viajar en el mismo barco de un modo en que el tiempo no transcurría, pues el pasar de las horas era muy lento. En nuestra navegación cantamos, el Toro es un gran tenor y sabe de muchas canciones de todo tipo: míticas, griegas, romanas, italianas, orientales, clásicas, americanas, chilenas, de pueblos nativas, populares, pop, de Sinatra. Todos estábamos alegres, bebimos brebajes muy extraños que nos dieron los marineros, es como si al beber te embriagabas y luego se te quitaba el efecto de la ebriedad; son brebajes mágicos. Y comimos muy rico, son muy buenos cocineros de Pulmay, con toques excéntricos, por ejemplo, usan varios tipos de especies orientales. Según los marineros este tipo de cocina lo aprendieron del Buque fantasma holandés, que suele viajar por Oriente y nos enseña de sus aventuras cuando nos encontramos por azar en algún mar y hacemos truque de nuestras sabidurías. Y pasaban las horas cuando viajábamos, y se sentían como días, pero nunca amanecía y seguíamos cantando de modo muy entrañable, algunas canciones eran de Violeta Parra, la más grande cantante. Los marineros eran músicos y los de la pandilla también, hicimos rápidamente buenos arreglos musicales de Violeta y lo más bello era ver tan amigos a Neruda con Huidobro, y ambos, además, eran fans de la Violeta aunque el Nicanor le de celos, es así. No me da celos, dijo, el Nicanor. Entonces prosigo con mi cuento. Sí, hazlo, me dijo malhumorado el Parra chico y me mira de reojo.

 

La sensación era que llevábamos días en el barco, pero fue solamente un viaje que duró de una noche al amanecer. Y al salir el sol, estábamos en el famoso puerto de Valparaíso. Nos despedimos rápidamente, el Caleuche no puede ser visto por humanos, solamente humanos y nos dijo con su bella voz: Espero que les gustara navegar con NosOtros debemos volver a nuestro Chiloé de inmediato. Uds. continúan sus aventuras en Chile, luego volverán a La Puglia, pero no nos olviden, porque en estas tierras se les quiere y ya son partes de sus entrañas. Y por lo que hemos visto los poetas son sus mejores amigos y con ellos siempre estarán bien acompañados; escucharlos es la mejor música, como la de las aves, una música que les permite ser ligeros y construir todo tipo de Barcas para rejuvenecer a los humanos nihilistas neurotizados que viven en esas ciudades de muertos que se creen vivos. Neruda y Huidobro, después que habló el Barca, al unísono gritaron: Eterfinifrete... Los marineros rieron, como la pandilla y el Toro. Y el Mago añadió: El Toro y sus amigos permiten que nuestros poemas generen Manifiestos de Alegría en tiempos de agobio y sin sentido para los humanos. Ellos van construyendo diversos tipos de Chile que posibilitan formas de vida en el amor y la diferencia.

 

¿Qué haremos ahora? ¿A dónde viajaremos? Preguntó, el Sátiro a los poetas, que son muy amigos, al contrario de lo que se piensa y ellos contestaron: Deben ir al norte a conocer a la más grande, la Mistral, este país debiera llevar su nombre. Viajen al Valle del Elqui. El Caleuche se reía y los marineros se despedían como delfines saltando al mar y se desvanecían mientras pasaban los minutos y la luz del sol despejaba la Bahía en su inmensidad. El Toro Blanco y la pandilla saltaron de la cubierta de la Barca cuando se estaba desvaneciendo y quedaron cerca de la Playa Las Torpederas, en Playa Ancha. Floro no quería ir al Valle, creo que no le gustaba mucho esa llamada Mistral y le dijo a Kiko: Quedémonos en el puerto, aquí lo pasaremos bien. No tiene sentido que tú viajes para allá. No podrás darle mensaje alguno a la poeta, a ella no quiere saber nada de la muerte. La Sirena, en cambio, la quería conocer, sabía de ella, desde hace años y le intrigaba mucho y persuadió al Sátiro para que los acompañara. La Estatua no sabía qué hacer. Estaba agotada de tanto viaje y se quedó con Floro y Kiko porque intentaría viajar escondida en uno de los barcos de carga que estaban en el puerto y así volver a Polignano a Mare por medio de Nápoles o Bari.

 

Nonno solo indicó que iría al Valle del Elqui si alguna humana los acompañara, porque ir al encuentro con la poeta de Chile era algo fino entre lo fino, por tanto, era un matiz de lo sutil que solamente una mujer podría apreciar y permitiría una conexión real con todos ellos. El Toro Blanco le dio la razón al Nonno, lo vio tan evidente y él ya tenía en su mente con quién podían ir de viaje al norte. Eran como 500 kms de distancia y debían preparase para la aventura. Los poetas se despidieron y se fueron rápidamente al Litoral. No querían toparse con la Mistral; le temían, en especial, el disfrutón de Neruda no quería ni dialogar sobre el tema del consulado de Chile en Madrid. Para él era un tema superado lo ocurrido entre 1934 y 1935. Y para Huidobro la Mistral era la más grande y, por ende, era una insoportable poeta, orgullosa, siempre intentaba dar cátedra y enseñarle a todos ellos lo que era ser un buen poeta chileno y mundial. Solo pensar esto le daba urticaria al Mago.

 

¿Quién podría ser nuestra joven mujer que nos permitiera acercarnos a la Mistral desde dentro mismo?, susurró el Nonno. Ella es una astrofísica que trabaja en ALMA y que debiera pasar por el Valle para ir al al Observatorio La Silla de ESO en estos días, es posible que mañana mismo. ¿Cómo lo sabes?, preguntó la Sirena. ¿Cómo sabes de ella? ¿Cómo se llama? ¿Le gustará la poesía o será solamente la típica científica de números y ciencia? El Toro Blanco dijo que la vio una vez en ALMA trabajando a casi 4 mil metros de altura y andaba con un libro de Mistral y otro de Parra; y la sorprendió varias veces leyendo muy sumergida en los textos. La vio cuando él estaba con los nativos del lugar intentando crear una Barca para sus pueblos . Y se sorprendió al verla de repente, por la mirada que tenía, sus ojos, los de esta joven astrofísica, eran unos ojos que atravesaban el mundo y lo llenaban de esperanza, como un personaje de Miyazaki. Eso fue lo que dijo el Toro, con tono de admiración. Y desde ahí que él la sigue, sabe de ella y a veces conversa con ella por medio de sus sueños. Le tenía gran cariño y no la veía hace tiempo. El Toro dijo nos vamos de viaje al Valle. Pero cómo se llama ella, volvió a inquirir la Sirena con tono de enfado.

 

 

Constanza, dijo el Toro Blanco, con un tono jovial y sonriente.

 

 

¿Cómo iremos? El Nonno, que ya no puede viajar en malas condiciones, preguntó porque ya no quería más golpes, ni “parasubidas” y quedar todo aporreado después de moverse con el Toro. No te preocupes. Vamos por el mar, un mar cercano siempre de la costa. ¡Súbanse a mi lomo ahora!, bramó con alegría el Toro. Partimos de viaje a buscar a Constanza para conocer el cielo más estrellado del mundo, esto es, el cielo llamado Mistral. Y se fueron navegando por el Mar de Valparaíso el Toro y sobre él viajaban la Sirena, el Sátiro y el Nonno; buscaron un buen viento y el viaje se hizo más expedito y feliz. Al llegar frente a La Serena se fueron a la extensa playa, descansaron un momento, se tomaron unos ricos helados. El Toro se tomó unos 20 helados, tenía mucha hambre y luego se fueron rumbos a las montañas, al pequeño pueblo de Montegrande.

 

Constanza, tal como dijo el Toro, venía llegando desde ALMA, muy cansada y estresada con tanto trabajo y, además, estar expuesta a tanta altura es muy agotador. Y antes de ir a su segunda etapa de investigación con su equipo a La Silla quería pasar a ver la tumba de la Mistral en su pequeño pueblo de la montaña y quería leer en su tumba unos poemas de Desolación. Era una especie de un ritual, estar a solas con la gran poeta de Chile es estar a solas con Chile y en esa desolación siempre acontece algo, en especial, algo para uno mismo. Eran como las 8 de la tarde noche de un día perdido de noviembre de un año que olvido. En esa tumba donde no hay nadie de un pueblo que se volvió casi fantasmal y que junto con Mistral vivió otro grande: el científico poeta Varela, se había vuelto en un lugar de turistas y de peregrinación de fanáticos. Y allí llega una joven astrofísica y con sus enormes ojos abre el libro al azar en “Los sonetos de la muerte” y lee en voz baja, con el inicio de unas estrellas, al lado de la tumba:

 

 

 

Malas manos tomaron tu vida,

desde el día en que, a una señal de astros, dejara su plantel

nevado de azucenas. En gozo florecía.

Malas manos entraron trágicamente en él...

 

Y yo dije al Señor: “Por las sendas mortales

le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!

Arráncalo, Señor, a esas manos fatales

o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

 

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!

Su barca empuja un negro viento de tempestad.

Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor”.

 

Se detuvo la barca rosa de su vivir...

¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?

¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

 

 

Ella al dejar de leer y ver a los astros, sobre su cabeza, astros que tanto ama en los cielos, se puso a llorar desconsolada y se imaginaba esa Barca, la que habla el poema, una de la muerte que es empujada por un negro viento de tempestad, una barca rosa que se detuvo y que se volvió negra como la noche, pero que siempre es iluminada por algunos astros. ¿Qué hacer con esa inmensa pérdida?, se preguntó para sí misma mirando el cielo. ¿Nada nos da consuelo?, le preguntó a la tumba. Y de repente apareció Mistral y le tocó delicadamente la mejilla a la sensible científica chilena. La miró a los ojos con ternura y la ayudó para que se levantara y le dijo: No llores, Constanza... Yo ya lo hice por ti hace tantos años que ni recuerdo el motivo de mi llanto, pero sé que escribí esos versos por alguna perdida que tuve, por todas las pérdidas que he tenido, por las pérdidas que sigo teniendo incluso ahora muerta, a veces Chile me pierde, ¿por qué no estoy enterrada en Nueva York que tanto amaba? Empero, ya no importan las pérdidas sin los astros, tus amados astros enigmáticos, que con su luz centellean desde lo más profundo y cercano del universos y se nos vuelven en nuestra piel que nos cobija todas las noches; y así dormimos felices con esa manta luminosa que nos parpadea canciones de cuna. Constanza sonrió... Mistral le cerró su ojo derecho y le dijo: Tú hace mucho tiempo que ya duermes tan tranquila en esa manta que nos permite soñar con seres fabulosos que nos cuidan y nos abren el camino por dónde seguir...

 

 

Ella alucinó con lo que le decía la poeta y en un tono tan cordial, era maestra hasta siendo una fantasma, siempre perfecta Mistral, no como el Mago y menos con el gordinflón. Sí, dijo, la científica. Asi es... no solamente sueño con un Toro Blanco que me invita a bailar y volar ligera por diversas latitudes sino que sueño con una comunidad de diferentes en la que soy feliz y me aceptan como soy y en esa comunidad siempre hay alguien que me mira a los ojos y me cuenta unos chistes tan graciosos mientras me sostiene con sus dos manos mi rostro. Y al decir esto Constanza a la poeta Mistral, bajo un cielo estrellado, apareció el Toro Blanco caminando con sus amigos y señaló de forma jovial: ¿Hablaban de mí?

 

La científica lo miró a la cara y le dijo: No eres un sueño, sino totalmente real y tu color Blanco es muy luminoso como el de la estella Sirio que tanto quiero. Entonces, dijo el Toro, seré tu Sirio que como un Faro iluminaré desde esta tumba junto a Mistral ese bello y buen viento cálido para que de de sí Barcas rosas y así navegues con tu amado por aventuras que terminen siempre en una buena cena... Es tiempo que las Barcas se abran desde este Valle y que el Mistral de la Vida te dé el mejor viento para que surques tus propios mares de la mano del que cuenta los mejores chistes y hace las mejores comidas...

 

Ella dijo con, una enorme sonrisa que era todo su rostro: Así navegaré, mi querido Toro. Y Mistral sonrió y se puso bailar, ella era de rondas y le dio la mano al pícaro Sátiro, éste a regañadientes aceptó ese gesto y le dio la mano al Nonno y éste a la Sirena y ella al Toro... Mistral puso su otra mano en la cola de la Bestia y así todos hicieron una ronda y bailaron hasta el amanecer.

 

 

 

Viña del Mar, 26 de septiembre de 2024


[1] La Comunidad o Pandilla del Toro Blanco, como se ha mostrado en otros cuentos, la conforman: la Sirena (una antigua ménade amiga de Ariadna), el Sátiro (un mítico personaje que luchó en Troya), el Nonno (el Sabio anciano de Polignano a Mare), Kiko (el Mensajero del Litoral de los Poetas), Floro (el Poeta disfrutón) y la Estatua (de Domenico Modugno de Polignano a Mare).

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