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DEBATE Algunas lecciones de la elección en Francia. Por Ángel Saldomando, Isabel Orellana...

La tendencia se confirmó el social liberal Macron de En Marcha llegó primero, 23.86%. Marine le Pen del Frente Nacional, extrema derecha, segunda, 21.43%. Desenlace segunda vuelta el siete de mayo. Fillon derecha conservadora 19.94%, Mélenchon izquierda 19.62%, Hamon socialista 6.35%.

Los encuestadores que transpiraban gotas gruesas antes la dispersión del voto entre cuatro candidaturas cercanas en porcentaje pueden dormir tranquilos. Es Francia la que tendrá un sueño inquieto.

El análisis en el primer nivel señala los daños político partidarios, PS reducido a su mínima expresión, derecha clásica conservadora derrotada, ello representa según estos tipos de razonamiento la crisis del bipartidismo tradicional base del sistema político desde 1958. Por otro lado, se señala como factor inestable la emergencia de posiciones críticas denominadas “anti sistema” Macron, situado por encima del tradicional posicionamiento izquierda derecha, Le Pen nacionalista xenófoba anti europea, Mélenchon por una Francia y una Europa más social, ecológica e igualitaria.

Sin embargo más allá de quien gana o pierde, la elección es un momento importante de agregación de preferencias, después hay que lidiar con la sociedad real, con su diversidad y las fuerzas que la componen; es en el nivel más profundo que los proyectos de sociedad se están desplazando en Francia.

La gran línea de continuidad sigue siendo en el imaginario y cada vez menos en la realidad, el pacto social: Estado providencia regulador, integración social por el trabajo y la educación, negociación social corporativa sindicatos empresarios, redistribución, aunque paulatina, de la riqueza.

Los vientos de la globalización liberal, es decir: liberalización, la mercantilización de la sociedad, estado mínimo y privatización -disminución de derechos máxima, junto con la tendencia dominante en Europa de adaptarse a ella; ha chocado permanentemente con el modelo social francés. Ello ha generado nuevas líneas divisorias.

Una de ellas sigue, con matices, la línea de la adaptación neoliberal, dominada por los grandes grupos económicos y financieros. Representar políticamente este desplazamiento lleva a la derecha clásica a renunciar al pacto social y a la socialdemocracia a transformarse en social liberales, es decir liberales con preocupaciones sociales pero adaptables a todas las exigencias del mercado global. De allí nace la extrema ambigüedad del discurso, la pretendida modernidad, seguir la tendencia dominante en realidad, y por fin el abandono de la tradicional diferencia izquierda-derecha.

A medida que las consecuencias negativas se acumulan, crecimiento bajo, concentración de la riqueza, aumento del desempleo y la pobreza, reducción de la protección social y de la integración por el trabajo y la escuela, la frustración y el descontento minan el discurso de la adaptación a ultranza. De allí surge la reacción progresista de replantear el curso mejorando el pacto social, rompiendo con la adaptación y su alineamiento europeo, en el fondo también un cuestionamiento de la globalización liberal. Y, por otro lado, surge la exacerbación del malestar, los prejuicios nacionalistas y xenófobos, un nacionalismo reaccionario, en todo el sentido del término.

La lección francesa en este caso es que expresa lo que está ocurriendo en muchos países, aunque las expresiones políticas sean distintas.

Los “modernos” socio liberales han terminado por fundirse en una sola corriente política, que por conveniencia de espacios políticos, cuoteo de puestos y clientelismo electoral no osaba reconocerse como tal. Eso obligaba a mantener las “diferencias” en cada elección, aunque al final no hubiera mucha diferencia en las políticas.

Esto es lo que ha surgido también en esta elección, que ha sido una de las más borgianas, si se acepta el término, por la profundidad de las traiciones, los apuñalamientos y los renunciamientos políticos. Por citar solo una: Hollande traicionó todo, hizo campaña progre y tenía un programa socio liberal escondido, en el cual Macron había participado en su elaboración. Macron traicionó a Hollande hundiéndolo en su pretensión de continuismo, renegó de su participación en el gobierno y del pésimo balance, a pesar de ser consejero del presidente y luego su ministro de economía. Quebró el PS desde afuera, haciendo alianza con su ala derecha, con un selecto grupo de asesores venidos de la finanza y de la tecnocracia, con el centro y cuanto tránsfuga apareciera. Esta deriva no es sin embargo ajena a otras ocurridas con la socialdemocracia en Europa. Si el PC desapareció del espectro político con su debacle, la socialdemocracia le sigue los pasos. Eso no quiere decir que el PS como tal no resurja de las cenizas pero su naturaleza ya será algo muy distinto.

Así las cosas el partido socio liberal, partidario de la adaptación es una nueva combinación de la derecha y la socialdemocracia conservadora. Juntos llevan a Francia a la ruptura con el pacto social progresista y a la posibilidad de mejorarlo. Segunda lección francesa.

Como si fuera poco, se asombran del crecimiento de la extrema derecha, de los populismos nacionalistas. Más de un tercio del voto obrero va ahora a la extrema derecha en Francia, junto con la mayoría del voto rural, y buena parte de empleados y marginalizados.

El PS no retiene ni a su militancia, casi la mitad de los socialistas votaron por Macron, un cuarto por Mélenchon y el resto se abstuvo.

Parte de las clases medias de las grandes ciudades le han quitado el piso a la derecha tradicional. Otra parte se ha dividido, en mayoría por Macron y menos por Mélenchon, este último ha conquistado además parte importante del voto joven y obrero. Anuncia quizá una recomposición del ala izquierda de la sociedad.

El pacto de las elites con la globalización liberal deja mucha gente en el camino y un descontento mayor, su discurso no puede más que intentar disfrazar esto con la pretendida modernidad y una manipulación sin recato. La crisis en cámara lenta, particularmente en Europa, producida en las sociedades sometidas a un descalabro mayor por un modelo profundamente agresivo puede acelerarse en cualquier momento. Esa lección es conocida, aparece la represión y la violencia.

A. S.


Elecciones presidenciales en Francia ¿Nuevas configuraciones? por Isabel Orellana

Grave, muy grave los resultados de las elecciones presidenciales en Francia, aunque eran previsibles. Se va a la segunda vuelta con la derecha neoliberal y la derecha fascista. Pero mirando de cerca los programas de Le Pen y Macron se constata que en asuntos cruciales, la diferencia es mínima.

Hay quienes intentan a todo precio incitar al voto del mal menor ¿Hay realmente un mal menor en este contexto ?

Se pretende demostrar que Macron es una alternativa a Le Pen. Macron ha sabido jugar bien hábilmente esta carta. Algunos han pretendido llamarlo «centrista» y él lo ha fomentado, aunque es sabido que es apoyado por los think tanks empresariales y que pertenece a la misma clase política que Zarkozy.

En segunda vuelta, el voto en blanco aparece como el voto ético. Algunos, coherentemente, optarán incluso por la abstención.

La trampa es hacer creer o dar por hecho que hay sólo una posibilidad, la del llamado mal menor (el voto útil), ante el cual hay que resignarse y rendirse inexorablemente. Aunque las condiciones de la actualidad sean las que conocemos hoy en Francia, el voto útil presentado como una verdad incuestionable, desmoviliza y actúa como un impedimento para abrir posibilidades a mediano o largo plazo desplegando y construyendo nuevos escenarios políticos. Constituye una renuncia a la crítica, a la resistencia, a la coherencia.

El voto útil esteriliza el debate político y mina la utilidad misma del voto, dice Lefebre (2017). Es incoherente con el compromiso asumido o la postura inicial. El argumento del voto útil pertenece al tipo de falacias que podríamos llamar «profecías autocumplidas», decía Huergo en el 2011.

El voto en blanco es un voto reflexivo y crítico que se ejerce con convicción y con afirmación de la insumisión.

Es mayor desafío ahora es la lucha en las legislativas de junio y será determinante. France insoumise logró 19,6% o 7 011 590 votos lo que es un apoyo muy importante al proceso de cambios sociales que se propone. Se ha desencadenado un proceso estimulante, innovador y de recomposición de la izquierda. Es una brisa nueva, oxigenante, que despierta nuevas esperanzas.

La movilización social es clave para la elección de los 577 diputados de la Asamblea nacional. El partido socialista (que algunos desubicados se empeñan en calificar de izquierda) está en serio declive, en vías de extinción y ya ha llamado públicamente a votar por la derecha. Probablemente, de todos modos, no habrá mayoría parlamentaria lo que significa un cambio crucial para el nuevo proceso de gobernanza que se iniciará este año.

Le Pen presidenta sería una página muy negra para Francia ¿Pero sería Macron un mal menor? ¿Sería realmente «evitar lo peor»? Vale la pena echar una miradita al programa, que propone entre otras cosas:

• Mantenimiento de la operación Sentinela (entre 7000 y 10 000 soldados movilizados en permanencia en el territorio nacional)

• Aumento de los efectivos de policía y gendarmería (10000 nuevos funcionarios)

• Aumento del presupuesto de defensa al 2% del PIB (1,78 actualmente) : modernización de los blindados, la flota, los aviones, etc.

• Creación de un estado-mayor permanente (seguridad interior, información, lucha contra el terrorismo) dependiendo directamente del presidente de la república.

• Creación con asociados europeos de una fuerza de 5000 guarda fronteras de Europa encargados de vigilar y proteger las fronteras de la Union Europea.

• Ampliación de los poderes de la policía y la gendarmería (restricciones territoriales)

• Creación de un servicio de informaciones centralizado por el Consejo de Defensa.

• Construcción de 15 000 nuevos espacios de prisión

• Formación de una reserva militar de 30 000 a 50 000 personas

• Oposición al abandono de la energía nuclear (mantenerla como sector de excelencia francesa)

• Apoyo a la desreglamentación de las transnacionales

• Consolidación de los tratados de libre comercio

• Anulación del impuesto a las grandes fortunas

• Reducción de 120 000 empleos en la función pública (no remplazo de jubilados)

• Disminución de los gastos públicos (hasta alcanzar 53,5 en 2017 y 50% en 2022)

• Apertura de la posibilidad de aumento de las horas de trabajo por semana por las empresas (bien que la ley mantendría la semana de 35 horas)

• Eliminación de al menos 25% de los departamentos regionales

• Mantención del apoyo financiero a la empresa privada (área de la defensa, recursos naturales, energía)

• Disminución de las cotizaciones sociales de los empleadores (de 6% y en algunos casos, de 10%)

Cuando Macron declara que «Se necesitan jóvenes franceses que deseen ser millonarios», y que «A Francia le hace falta un rey», no es como para estar tranquilos.

I.O.


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